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Francisco Ojados
Domingo, 20 de abril 2025
La tarde del domingo de Resurrección anunciaba en Madrid una corrida del mítico hierro portugués de Palha, para tres diestros capaces como Rafaelillo, Juan Leal ... y Francisco de Manuel. La asistencia de público alcanzó los 9414 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del Premio Novel de literatura, Mario Vargas Llosa.
Abrió plaza el veterano diestro murciano Rafael Rubio «Rafaelillo» en su primera corrida de la temporada. El toro de Palha que abrió plaza tuvo trapío y seriedad, como toda la corrida lusa, que peleó con fijeza y bravura en el caballo, recibiendo tres varas. Luego al toro le faltó clase en la muleta, aunque tuvo movilidad. Rafaelillo se impuso al oponente en un principio de faena en el que dio distancia al astado cornalón para citarlo de largo. Fue toro que embistió por arriba y sin entrega, con el que el murciano no pasó más apuros de la cuenta y al que despenó de estocada y descabello.
El cuarto de la tarde fue un toro de mejores hechuras al que Rafaelillo lidió con capacidad. El de Palha fue toro de más a menos, hasta diluirse por falta de fondo. El murciano saldó su compromiso madrileño con oficio y entrega, frente a animales que no le permitieron el triunfo deseado. Fue silenciado en su lote.
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El segundo diestro del festejo fue el francés Juan Leal, que se la jugó con el peligroso segundo. Le pudo Leal, que toreó con poderío por abajo imponiéndose al de Palha, matando de un buen volapié. Fue ovacionado. La actitud para enfrentarse al quinto fue de torero que quiere ser. Esperó a portagayola al toro que se paró en la salida de chiqueros y se la jugó sin trampa en una faena de muleta en la que fue cogido de forma dramática al entrar a matar. El palco le privó de la oreja y dio una vuelta al ruedo de las que saben a triunfo.
Cerró la terna Francisco de Manuel, que lo intentó frente un lote deslucido que no le dio opciones de triunfo. Fue silenciado.
El segundo festejo de la Feria de San Jorge de Zaragoza anunciaba una corrida de Villamarta, bien presentada pero a la que le faltó fondo, para Paco Ureña, Fernando Adrián y Ginés Marín. Con menos de media entrada, saltó al ruedo Mimoso, primer toro de la tarde. Salió emplazado y jugó bien los brazos a la verónica Paco Ureña. En la muleta se agarró mucho al piso el de Villamarta, que acabó rajado y aquerenciado en terreno de toriles. Sin ambages, se la jugó de verdad Ureña en una labor muy seria. Firme de plantas, arrancó varios naturales meritorios, más allá de lo que ofrecía el toro que se reservó demasiado. La espada cayó baja y la valoración de su labor quedó en silencio.
El cuarto de la tarde fue un toro serio que recibió dos buenos puyazos de Juan Melgar, con el astado empujando a la cabalgadura. Brindó al público Paco Ureña que firmó una faena larga, comenzada por estatuarios. Le faltó trasmisión y clase al toro, que al menos no tuvo maldad, y el de Lorca intentó por ambos pitones elevar la faena, lo que solo consiguió en dos largos derechazos de mano baja bien ligados con el de pecho. Un pinchazo precedió a una estocada desprendida que tuvo que ser rubricada con el descabello. Todo quedó en silencio.
Buen momento atraviesa Fernando Adrián. El primero de su lote embistió con la cara alta en el capote, pero Adrián lo cuajó con la muleta en una faena iniciada en el centro del anillo. Acabó por sacar todo el fondo de raza del toro de Villamarta y consiguió ligar con verdad las tandas con ambas manos para firmar un bello final de faena con pases de la firma y trincherazos después de unas arriesgadas bernadinas. Pinchó antes de la estocada. Se le pidió la oreja y acabó por saludar una ovación. El quinto fue un animal al que le faltaron las fuerzas. Muy protestado por el público, el esfuerzo de Fernando Adrián por agradar resultó infructuoso. Fue silenciado.
En tercer lugar, se lidió un bello ejemplar de Villamarta de capa ensabanada. Lo saludó con suavidad a la verónica Ginés Marín. Tras el segundo puyazo entró al quite Paco Ureña por gaoneras. Tuvo buen son en la muleta el astado en el principio de faena, que Ginés Marín cimentó en su mano izquierda en series de buena expresión, para meterse entre los pitones al final de faena, con el burel ya más apagado. Mató de casi entera en buen sitio. Fue silenciado en este, pero debió pasear la oreja del sexto, que el público pidió tras una faena en la que los mejores momentos llegaron en el toreo al natural. Además, culminó su actuación de una gran estocada. Dio la vuelta al ruedo.
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