Javier Arnedo: «El romanticismo es lo único que puede salvarnos»
El músico caravaqueño publica 'La Grulla', su álbum de debut, en el que presenta el sonido de la guitarra como eje absoluto
Hay muchos modos de afrontar la música y (casi) todos son válidos. El de Javier Arnedo (Caravaca, 1990) es el del náufrago que se aferra ... a su tabla –en este caso la guitarra– hasta convertirla en isla, no sin antes entablar una enconada lucha consigo mismo en busca del único fin plausible: la emoción. Una mirada obsesiva que conecta directamente con el romanticismo desde una subjetividad tan radical como innegociable. Su álbum de debut, 'La Grulla' (Crema Music), se completa con un libreto de 12 páginas con inquietantes ilustraciones en blanco y negro a cargo de Mellado. Aprovecho el cambio de fase y cito al autor en una terraza de la primavera murciana.
–¿Por qué 'La Grulla'?
–Las grullas son unos animalitos que, sin modernos artilugios de geolocalización, son capaces de trazar rutas larguísimas sin referencias topográficas. Las grullas viejas enseñan a las jóvenes y entre ellas crean un legado que no es únicamente genético. El pasado, el testigo que se transmite de un ser a otro a través de sus relaciones con otros individuos. Nuestras historias mueren si morimos antes de contarlas, aunque, como las grullas, podemos condenarnos a trazar el mismo viaje al pasado una y otra vez. Además, también es una marca de güisqui.
«¿Sabes eso que dicen de que hay que tener tres copias de seguridad? No hice ninguna y tuve que regrabar parte del álbum»
–Un disco nada convencional. Instrumental básicamente y con la guitarra (española y acústica) como eje absoluto. ¿Un trabajo profundo y perfeccionista, obsesivo incluso?
–¿Sabes eso que dicen de que hay que tener tres copias de seguridad: una en tu casa por si se rompe el PC, otra en el trastero por si te roban y otra en la casa de tu primo por si se pega fuego a tu edificio? No hice ninguna y tuve que regrabar parte del álbum, pero eso me ayudó a reflexionar sobre algunas demos viejas que por suerte conservé. Estaban plagadas de errores y el sonido era pésimo, pero había algo que solo sucede cuando te acercas al instrumento en un momento y de un modo determinado y decidí usar algunas de ellas. Solo sé tocar este instrumento, aunque apenas lo he estudiado, pero sí he profundizado en la relación virginal que mantenemos. Obsesión toda, perfeccionismo, ninguno.
Murcia, madre odiada y querida
–Este es un mundo con etiquetas. ¿Cabe hablar de jazz, flamenco y MPB (música popular brasileña) como referentes estilísticos?
–Aprendí a tocar con un camello de poca monta que me enseñó la flor y nata del garrapateo español. Hui en cuanto pude y tras un par de años aporreando la eléctrica me encontré con el grandísimo Cacho Tirao y su revisión del folclore argentino, aunque quien me marcó realmente fue Baden Powell. Desde los 18 años trato de tocar bien una pieza llamada 'Berimbau' y no lo consigo. Ese tema es un crisol de estilos y técnicas. Intentándolo fui consciente de las posibilidades de una guitarra. Jazz, flamenco y MPB son músicas que llevan al extremo sus guitarras porque son, junto a algunos folclores, las únicas que individualizan todos los dedos de la mano derecha y capitalizan el ritmo y el compás como guardianes absolutos. Si están en 'La Grulla' no es por casualidad.
«Aprendí a tocar con un camello de poca monta que me enseñó la flor y nata del garrapateo. Hui en cuanto pude»
–Me llama la atención su 'Breve samba murciana'. ¿Nos afecta el lugar de donde somos?
–Nos afecta y nos define. Los objetos solo son mesurables en comparación con otros. Las relaciones y el contexto lo son casi todo. Yo sé que el vecino del cuarto A es gilipollas porque el del B no. A este tema le dediqué una ilustración con el siguiente texto que más de un paseante murciano conocerá: «A las ánimas benditas no te pese hacer bien, pues sabe Dios si mañana serás ánima también». Murcia es una madre odiada y querida por sus hijos. Nos asfixia y nos eleva y en el fin último buscamos su perdón porque es de la única que nos satisfaría.
–Afirma el periodista Santini Rose que su música trata de «encarar la verdad, bajar al pozo y borrar la historia para que solo quede la emoción». Esto conecta directamente con el romanticismo, en el sentido de la búsqueda de la emoción como fin último.
–El romanticismo es lo único que puede salvarnos de encontrar el sentido de la vida. El romanticismo cambia de parecer, pero su intención es eterna. Las historias generan emociones y es la síntesis que el músico hace de esas historias la que permite que 'el asesinato que yo cometí' transmute en lo que para ti fue 'el nacimiento de tu primogénito'. Hay compositores muy inteligentes como Max Richter que son capaces de identificar esos detonantes sinápticos y los usan para machacar a los oyentes a golpe de pañuelo. Para mí eso carece de valor pues no proviene del azar ni de la realidad humana.
«Lo importante de una historia nunca es que sea verdad, sino cómo te la cuenten»
–Me inquieta su pieza titulada 'Desagües de março'. ¿Matar a Jobim?
–Es una licencia que me permití. La MPB es una forma de entender y afrontar la vida. Un 'estoy jodido pero bailo'. Me pilló en marzo, un mes complicado que, al igual que para Jobim, para un murciano significa que la primavera llega y por tanto anda como loco oliendo naranjos. Jobim describe un torrente de símbolos brasileños que evocan ese sentimiento. Yo hice lo contrario.
–¿Qué otros referentes, más allá de los musicales, influyen a Javier Arnedo?
–La literatura y el cine, pero sobre todo los cuentistas. Fíjate que hago música instrumental, pero creo que el bien más hermoso del ser humano es la transmisión oral. No se alcanza un grado tan alto de conexión y cercanía más que oyendo contar una buena historia. Lo importante de una historia nunca es que sea verdad, sino cómo te la cuenten.
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