Miguel Ríos, el mejor aliado para una noche de rock
La leyenda granadina ofrece un trepidante viaje por su inolvidable 'Rock & Ríos' en compañía de una extraordinaria banda y colaboraciones de numerosos artistas de la Región
Pocas misiones se intuyen más atrevidas y estimulantes que tratar de repetir un milagro. Sería algo así como intentar provocar de nuevo las mismas sensaciones ... que adornaron la primera estación en la que dijiste hasta pronto con un nudo en la garganta y las huellas de la maleta ajena todavía latiendo en la punta de los dedos, aquel verano bañado por un romance efímero e iniciático, las palabras que ensuciaron el borrador inicial de un poema que quedó en prosa barata o los pasillos de la casa de la infancia por los que todavía corretea la alargada sombra de un atemorizado Peter Pan. Es un imposible, sí, pero de los más hermosos. Y Miguel Ríos, figura imprescindible cuyo nombre lleva un tiempo más que considerable escrito con todo merecimiento en letras de oro dentro del libro de la historia de la música de nuestro país, es lo que está haciendo con el tremendo espectáculo que presenta con la gira del cuarenta aniversario de su fundamental 'Rock & Ríos'.
Ficha técnica
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Artista: Miguel Ríos
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Dónde: Plaza de Toros. Murcia.
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Calificación: Muy bueno.
Una serie de conciertos con los que el granadino anda recorriendo por enésima vez los escenarios y que le trajo de vuelta a la Región de Murcia tras su anterior visita motivada por 'Un largo tiempo', magistral trabajo de estudio marcado por la austeridad y la crudeza, dos elementos que, en este reencuentro, han sido sustituidos por la grandilocuencia, el nervio y el vértigo del rock and roll en su máximo esplendor. Ya habrá tiempo de volver a la arena del desierto, pero ahora lo que toca es darse un buen baño de multitudes y recuerdos viajando en el tiempo para recuperar uno de los discos españoles más exitosos, influyentes y relevantes de la década de los ochenta.
Y lo cierto es que, cuando llega la hora, el escenario empieza a llenarse de figuras que, en cuestión de segundos, se descubren como magníficos músicos, el juego de luces comienza, el murmullo se transforma en aplauso y el líder de la tribu hace acto de presencia para abrir fuego con la mítica 'Bienvenidos', apertura soñada para cualquier concierto, el hechizo funciona a las mil maravillas. La unión entre quienes quemaron el vinilo de 'Rock & Ríos' en 1982 y aquellas personas que por entonces no estábamos ni planeadas se convierte en delirio, cánticos a pleno pulmón y ganas de poner patas arriba una Plaza de Toros que rozó el lleno. La mecha estaba prendida y, a partir de ese momento, solamente quedaba cabalgar por la memoria de una obra inoxidable que fue repasada de inicio a fin. Un éxito seguro, una jugada maestra donde la nostalgia apostaba con sudor renovado y a la que el artista se entregó con la pasión que siempre le ha caracterizado. Ríos canta, reina, coordina, baila, bromea, anima y charla, pero nada de eso tendría demasiado sentido si no contara con el apoyo de una banda perfectamente engrasada, de esas que uno disfruta observando lo bien que se lo están pasando y la forma en la que se sumergen (y redondean) cada una de las piezas. Liderada por el incombustible John Parsons, el único miembro que estuvo en la grabación de los ochenta, la formación era un tren a pleno rendimiento donde brillaban por igual las baterías de Danny Griffin y el jovencísimo Pablo Narea, la guitarra del gran Jose Nortes, el bajo de Jorge Ruiz, los teclados de Basilio Martí y el piano y Hammond del siempre genial Luis Prado.
Generosidad y talento regional
Junto a este equipo de lujo, el concierto contó también con la aparición estelar de varios nombres musicales de la Región en una serie de momentos que terminaron convirtiéndose en puntos destacados de la noche. Y es que, tanto Hoonine en 'El río' como Santi Campillo en 'Buscando la luz', así como una entregadísima Ruth Lorenzo en 'Reina de la noche' y Adrián Gutiérrez, vocalista de los cartageneros Nunatak, en la soberbia 'El blues del autobús' estuvieron a un nivel altísimo. Bravo por la generosidad de Ríos y por la forma en la que este conjunto de artistas aprovechó esta magnífica oportunidad para elevar todavía más la calidad general del concierto.
Más allá de estas felices colaboraciones, la velada transcurrió por los caminos previstos, lo cual, teniendo en cuenta el motivo de celebración, no deja de ser una noticia plenamente positiva. ¿Qué se puede decir que no se haya dicho a estas alturas del repertorio de 'Rock & Ríos'? Nada sobra y nada falta. Ya sea en el terreno de las baladas con las coreadísimas (y excelsas) 'Himno de la alegría' y 'Santa Lucía' o en los brutales acelerones protagonizados por 'Generación límite'; 'Un caballo llamado muerte'; la incendiaria 'Banzai'; la dupla mágica formada por 'Los viejos rockeros nunca mueren' y 'Rocanrol bumerang'; o, sobre todo, esa seguidilla de clásicos finales con citas a Tequila, Leño y Moris, entre otros, cada tema estuvo en el lugar indicado, sonando de la manera exacta y construyendo un sentido de ritmo interno de concierto de un equilibrio envidiable. El tiempo ha pasado, sería una estupidez negarlo, pero la descarga de energía fue tan feroz y contagiosa que estoy seguro de que hasta los relojes más implacables dudaron de si habían hecho bien su función en estas cuatro décadas. Así que, visto lo visto, que la despedida siga esperando porque aquí nadie parece tener prisa alguna por cerrar. Miguel Ríos sigue siendo, además de una leyenda en admirable estado de forma, el mejor aliado posible para una noche de intenso y deslumbrante rock.
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