Cristina Aracil Almarcha: «Me gusta tocar música española porque forma parte de mis raíces»
La pianista alicantina, invitada a la 40ª edición de Cuadros con Música, presentará un programa musical que lleva al público a tres países distintos
Parece que fue ayer cuando en 2010 se inauguró en el Aula de Cultura de Cajamurcia el ciclo de 'Cuadros con Música' y este lunes se celebra la 40º edición de esta actividad cultural que combina melodías eternas con el análisis pictórico de auténticos trazos maestros. En esta ocasión tan especial titulada 'Los reflejos de la cultura', la pianista alicantina Cristina Aracil Almarcha (Orihuela, 2005) presentará un programa musical que llevará al público a tres países distintos. Antes, la profesora titular de Filología Latina de la Universidad de Murcia, Rosario Guarino Ortega, impartirá la conferencia sobre el bello cuadro de Angélica Kauffman creado en 1794 con el título 'Autorretrato vacilando entre las artes de la música y la pintura'.
Las obras que Cristina interpretará en escena son 'El Albaicín' de la Suite para piano 'Iberia' de Isaac Albéniz, el Andante spinato et Grande polonaise brillante opus 22 de Frédéric Chopin y la Rapsodia húngara nº 6 de Franz Liszt.
-¿Por qué define este programa musical como un viaje especial?
El concierto reúne tres obras de compositores con estilo muy diferentes que tienen en común el representar de una manera muy clara la identidad cultural de cada país. Podría decirse que el programa contiene tres retratos musicales de España, Polonia y Hungría, que provienen de culturas distintas con el fin de conmover al oyente. Son obras que por encima de su dificultad técnica y virtuosismo, deben llegar al corazón y emocionarnos.
-Hablemos de «El albaicín», la obra que compuso Albéniz en en 1909 y que incluyó en el Libro III de la Suite Iberia.
Es una de las páginas más bellas que escribió este compositor y me gusta tocar música española porque forma parte de mis raíces. El Albaicín es un barrio de Granada cargado de belleza, historia y misterio y esa atmósfera está en la música de Albéniz, que consigue trasladar al piano el sonido del cante y la guitarra con la fuerza y el misterio que tienen. Poder escuchar unas sonoridades tan nuestras en un instrumento como el piano que de pronto se convierte en una guitarra, en una voz flamenca o en una inmensa paleta de colores constituye un reto para el intérprete y hace que la obra sea tan fascinante para el público.
-Chopin compuso con sólo 21 años el Andante spinato et Grande polonaise brillante opus 22 ¿Qué representa este compositor en su vida artística?
Con Chopin siento una conexión muy profunda y cercana. El 13 de noviembre tocaré su Concierto nº 1 junto a la Filarmónica de Cámara Witold Lutosławski, lo que va a ser muy emocionante para mí por hacerlo en su tierra. El Andante spinato et Grande polonaise brillante tiene dos partes contrastadas. El Andante es pura poesía, intimidad y delicadeza para un piano que canta con una transparencia cristalina. De repente llega la Polonesa, la danza nacional de Polonia, llena de nobleza y de carácter heroico. Para el pianista es todo un reto mantener la serenidad del Andante con un sonido muy cuidado y después afrontar la Polonesa con una técnica brillante y una energía constante sin perder nunca la elegancia.
-¿Por qué cree que es tan especial esta obra de Chopin para el oyente?
Porque consigue que la música se sienta tan cercana como si nos estuviese contando una historia personal y eso hace el que el público encuentre algo de sí mismo en lo que escucha. La combinación de la calma y la energía deslumbrante va a enganchar a todos desde el primer momento.
-Y el concierto termina con la Rapsodia húngara nº 6 de Liszt, un compositor que usted define como intérprete magnético, apasionado y de inmenso carisma.
La rapsodias de Liszt son homenajes a la música de su tierra y están inspiradas en temas gitanos y húngaros. La número 6 empieza con un aire improvisado, como si el compositor estuviera inventando la música en ese momento y, poco a poco, ésta va creciendo hasta alcanzar un torbellino de virtuosismo. Liszt exige una destreza extrema al pianista, con saltos y octavas, pero este despliegue técnico debe esta controlado para que, lejos alardear, consiga expresar una música verdadera.
-Como intérprete con devoción por el piano, ¿qué le gustaría transmitir a la audiencia de la sala durante la velada?
El programa en un reflejo de lo que más me apasiona del piano, que a veces puede ser intimo, poético y brillante y otras virtuoso, evocador o lleno de colores. Esto es lo que quiero compartir con el público en este concierto. En el fondo, la música por encima de estilos y fronteras, es algo que nos une y nos hace compartir una misma experiencia.
Cristina Aracil Almarcha está completando el Grado Superior de Piano en el Conservatorio Superior de Música 'Manuel Massotti Littel' de Murcia, con la catedrática Pilar Valero. Tiene una agenda densa que, además de llevarla a la Polonia natal de Chopin, incluye conciertos dentro de Ciclo Jóvenes Solistas de Murcia (Beniaján, 18 octubre), el Concierto para piano de Grieg (Auditorio de Murcia, 27 octubre) y un concierto como solista el 1 de febrero en el Kasteel d' Ursel (Bélgica). Entre estos compromisos, tiene previsto participar en concursos de piano, en los que ha obtenido más de cien premios y reconocimientos a lo largo de su carrera, tanto en España como en Europa (Rumanía, Portugal, Alemania).