Bryan Adams y las alas de la memoria
El artista canadiense despliega en Murcia un repertorio con lo mejor de su trayectoria en un concierto disfrutable de inicio a fin
Además de pasión, inspiración, compromiso y entrega, la música en directo tiene mucho de oficio. Y de astucia. De entender el momento y el lugar ... donde todo está dispuesto para que se produzca la magia. De saber lo que el público espera y actuar en consecuencia. De entender a la perfección el valor de las piezas cumbre de una trayectoria y confeccionar un repertorio para que el funcionamiento del espectáculo sea el ideal. De dosificar esfuerzos, manejar ritmos internos, controlar la potencia y modelar el guion para que no se note la ausencia de improvisación y se resalten los puntos fuertes desde una aparente naturalidad. Se trata, en resumen, de una serie de ideas que están relacionadas con una meta tan fundamental como la de tratar de satisfacer a todas y cada una de las personas que han pagado una entrada para verte y escucharte y que, si se aplican de la forma correcta, consiguen generar por sí solas esas ansiadas sensaciones que solamente pueden darse bajo el embrujo de un concierto. Pues bien, eso es lo que consiguió Bryan Adams en su regreso a un Palacio de los Deportes Murcia lleno hasta la bandera, demostrando que no se necesitan grandes sorpresas ni golpes de efecto para entregar un magnífico espectáculo.
Cuarenta y cuatro años después de la publicación de su debut homónimo, se dice pronto, el canadiense, un auténtico clásico a nivel de popularidad, reconocimiento y, por supuesto, número de canciones atemporales, se encuentra en un momento de su trayectoria donde los laureles no seducen y la energía brilla por su presencia. Se le ve cómodo sobre el escenario, risueño, cercano y cómplice con quienes le ovacionan sin descanso y le acompañan en la interpretación de la práctica totalidad de su vibrante repertorio. Hace tiempo que no lanza un álbum a la altura de sus cimas más reconocidas, puede que la última de ellas sea 'On a day like today' (1998), pero eso es algo de lo que incluso el propio artista parece ser plenamente consciente a la vista de los temas que defendió a lo largo de más de dos horas en las que no se produjo ni un segundo de descanso.
Liderando una espléndida banda que inyectó adrenalina a cada pieza con una eficacia aplastante, especialmente a través de la guitarra del incombustible Keith Scott, su fiel compañero desde mediados de los setenta, y tras arrancar con uno de sus mejores temas recientes, 'Kick ass', Adams se lanzó de lleno a la nostalgia encadenando 'Can't stop this thing we started', 'Somebody' y '18 till I die', fijando así una dinámica basada en apostar sobre seguro que se mantendría activa hasta el final de la velada.
Y es que, aunque hubo espacio para algunas composiciones de sus últimos trabajos tan notables como 'Go down rockin'' o el radiante rockabilly de camisetas al aire de 'You belong to me', así como convincentes versiones de Tina Turner ('The Best'), Kiss ('Rock and roll hell') y Carl Perkins ('Blue suede shoes'), el concierto estuvo agarrado a los brazos de la nostalgia como quien se sujeta con fuerza a las alas de la memoria antes de alzar los pies del suelo.
Desde 'Heaven' hasta la aclamadísima 'Summer of 69', ambas pertenecientes al mítico 'Reckless' de 1984, pasando por el rock directo de 'Back to you' o 'Cuts like a knife' y esas grandes baladas marca de la casa ('Please forgive me', '(Everything I Do) I do it for you' y una 'Have you ever really loved a woman?' acompañada de guitarra flamenca que se convirtió en el gran momento del espectáculo, el canadiense, perfecto en lo vocal, logró transformar el Palacio en un coche dispuesto para viajes familiares con ventanillas bajadas y canciones a todo volumen. En paseos con el walkman anulando el ruido del tráfico. En cedes rayados por las escuchas. En radios oxidadas y chaquetas de cuero con varias tallas de más. En primeros conciertos de encuentros efímeros. En cintas de casete convertidas hoy en tesoros intransferibles.
Emociones, imágenes y recuerdos que adquirieron un alcance todavía mayor cuando llegaron mediante interpretaciones a guitarra y voz, formato en el que deslumbraron como estrellas fugaces infiltradas en el entretiempo la sensacional 'When you're gone', 'Here I am', 'Cloud number nine', joya recuperada, y una 'Straight from the heart' y 'All for love' que protagonizaron el precioso cierre de noche. Otro tramo de música sentida y evocadora que incorporar a la cuenta de recompensas dejada en Murcia por un Bryan Adams que demostró que las décadas, cuando se equilibran con grandes canciones, pesan entre poco y nada.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión