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La científica y activista Jane Goodall . JENS SCHLUETER / DDP / AFP
Mesa para cinco

La mujer que nos enseñó a mirar a los chimpancés

Domingo, 12 de octubre 2025, 13:10

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El pasado 1 de octubre, a los 91 años, falleció Jane Goodall, que durante décadas habló en nombre de la naturaleza. Científica, divulgadora y activista, dedicó su vida a desentrañar el mundo de los chimpancés y a alzar la bandera de la conservación. Hasta sus últimos días mantuvo una agenda inagotable de viajes y conferencias, recordando a todos que la protección de la Tierra no es simple un gesto voluntario, sino una obligación moral compartida. Hace unos pocos meses visitó España y fue entrevistada en el programa 'La Revuelta' de La 1, donde compartió anécdotas de su trayectoria, enseñó a saludar «en idioma chimpancé» y reflexionó sobre la relación entre seres humanos, política y naturaleza. Aquella aparición televisiva fue también un recordatorio de su vitalidad inagotable, incluso en el tramo final de su vida.

Jane mostró desde niña un interés desbordante por los animales. Con apenas cinco años se escondió durante horas para observar cómo una gallina ponía un huevo, gesto de curiosidad y paciencia que definiría su forma de investigar. No provenía de un entorno académico, pero su madre alentó su vocación y le dio la confianza para perseguir un sueño improbable: viajar a África y observar animales salvajes. Ese sueño se materializó en 1957, cuando viajó a Kenia. Allí conoció al paleoantropólogo Louis Leakey, que pronto vio en ella una mirada distinta y la impulsó a iniciar un estudio pionero sobre chimpancés en libertad. En 1960, con apenas 26 años, se instaló en el Parque Nacional Gombe Stream, en Tanzania. Armada con prismáticos y un cuaderno, comenzó a seguir a los chimpancés, identificando individuos y registrando conductas con una paciencia inusual.

Lo que observó cambiaría la ciencia para siempre. Jane documentó que los chimpancés fabricaban y utilizaban herramientas para alimentarse, algo que hasta entonces se creía exclusivo de los seres humanos. También describió la complejidad de sus relaciones sociales: cooperación, afecto, cuidado maternal, pero también enfrentamientos violentos y guerras territoriales. Sus hallazgos desdibujaron la frontera que separaba a los humanos del resto de los animales.

En su tesis doctoral en la Universidad de Cambridge, defendida en 1966, plasmó estas observaciones. Fue criticada por dar nombres a los chimpancés en lugar de números, pero esa decisión —'David Greybeard', 'Flo', 'Fifi'— era coherente con su visión: cada individuo tenía personalidad, historia y emociones. Esa sensibilidad, lejos de restar rigor, abrió un camino nuevo en la etología. Con el tiempo, su labor científica se transformó en compromiso. En 1977 fundó el Jane Goodall Institute, que aún hoy trabaja en proyectos de conservación y rehabilitación de primates en África. Uno de sus programas más emblemáticos es TACARE, en Tanzania, donde la conservación se centra en las personas: agricultura sostenible, educación, reforestación y desarrollo económico local.

En 1991 lanzó 'Roots & Shoots' (Raíces y brotes), un programa juvenil que inspiró a millones de jóvenes a actuar frente a los problemas de sus comunidades. Su filosofía consistía en identificar un reto vinculado a las personas, los animales o el medio ambiente, y poner en marcha un proyecto para resolverlo. De esta manera, los jóvenes dejaban de ser meros observadores para convertirse en agentes activos de cambio.

Goodall también se convirtió en una voz global contra la experimentación animal, la pérdida de biodiversidad y el impacto del consumo excesivo. Fue nombrada Mensajera de la Paz de Naciones Unidas en 2002. Su energía resultaba asombrosa. Incluso en la última etapa de su vida viajaba la mayor parte del año para impartir conferencias, visitar escuelas y reunirse con líderes políticos y sociales. Prefería hablar en aulas y comunidades rurales antes que en auditorios académicos, convencida de que el cambio se construye desde abajo. Nunca dejó de escribir ni de aparecer en documentales, como 'Jane' (2017), que recuperó imágenes inéditas de sus primeros años en Gombe.

El corazón de su mensaje se resumía en una palabra: esperanza. No era ingenuidad ni optimismo vacío. Para Jane, la esperanza era una estrategia, una invitación a la acción. Repetía que cada gesto cuenta, que la suma de miles de pequeñas acciones puede transformar el rumbo del planeta. Jane Goodall ya no recorre los bosques de Gombe, pero su huella persiste en cada árbol plantado, en cada joven que decide cuidar su entorno, en cada mirada que reconoce dignidad en un animal. Su vida fue un puente entre la admiración y la acción, entre la ciencia y la ética. Hoy nos corresponde cruzarlo y continuar la obra. Mantener la esperanza y trabajar, porque el futuro todavía está en nuestras manos.

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