Pedro Olalla: «La consigna no debería ser ¡resistiré!, sino '¡vamos a cambiar!»
El autor residente en Atenas, embarcado en la escritura de 'Palabras del Egeo', participa hoy en el ciclo 'Peccata bibliófila' de la Biblioteca Regional
Desde Atenas, Pedro Olalla (Oviedo, 1966) escritor, helenista, profesor, traductor y cineasta, observa el mundo con ojos de lince y espíritu alimentado por una gran ... cultura y el anhelo de mejorar el mundo. Hoy, a las 19.00 horas, a través del canal de YouTube de la Biblioteca Regional, será el protagonista del ciclo 'Peccata bibliófila'. Olalla advierte: «Abandonarse al derrotismo es siempre la peor opción».
–¿Usted qué ha aprendido últimamente?
–De momento, solo he sacado dudas. Todo me parece sospechoso y oscuro. Mis primeras sospechas surgieron ya hace un año, cuando la OMS declaró la pandemia y los líderes políticos de casi todo el mundo esgrimieron de inmediato un mismo discurso bélico, con proclamas como '¡esto es una guerra!', ¡luchamos contra un enemigo invisible! y, por supuesto, 'la salud es lo primero!'. Me extrañó su diligencia y combatividad ante ese nuevo enemigo invisible, cuando tantos otros enemigos bien visibles –el hambre, el desarraigo, la miseria, la desigualdad, la guerra, el inmenso poder de la economía especulativa, la pérdida de la biodiversidad, las amenazas ecológicas de causa antropogénica, o la propia integridad del planeta– han suscitado durante tanto tiempo respuestas políticas muchísimo más tibias, cuando no una disimulada indiferencia.
–¿Y qué cree usted?
–Que estamos aceptando muchas cosas convencidos de que la salud es lo primero, pero cuesta creerlo cuando nuestros políticos saben –o deberían saber– que, en el mundo que gobiernan, diez mil personas pierden la vida cada día por no poder costearse atención sanitaria o no tener acceso a los sistemas de salud. Cuesta creer que la salud es lo primero cuando la tendencia de gobierno en todo el mundo –con numerosas recomendaciones explícitas de la Comisión Europea en este sentido– avanza claramente hacia los recortes en sanidad y pensiones y hacia la privatización de los sistemas sanitarios públicos. En mi opinión, pues, a los gobiernos y las ideologías económicas que han permitido y han favorecido que la salud sea hoy en día uno de los más prósperos terrenos de enriquecimiento empresarial y de especulación financiera –y que, con toda probabilidad, lo seguirán haciendo–, les falta autoridad moral y poder de convicción para imponernos restricciones y comportamientos argumentando altivamente que la salud es lo primero.
–¿Qué más le inquieta?
–Me alarma enormemente que –lejos de existir comisiones científicas independientes, que investiguen las causas, responsabilidades, estrategias y terapias propuestas para la solución de esta crisis global, y cuyas conclusiones sean debidamente contrastadas en la palestra de los hechos– tengamos, por desgracia, algo muy distinto: un discurso único, dictado desde instancias opacas y secundado por gobiernos desconcertados y temerosos del descrédito, que compran con millones del erario público el apoyo cotidiano de la prensa a ese discurso dominante. Sí, desgraciadamente, en esta prolongada coyuntura de alarma y confusión, nuestras acciones para superar la pandemia no están, como creemos, regidas por la ciencia, sino por nuestra fe en el discurso dominante del momento. Y tengo la sospecha de que, en estos momentos de excepción, más aún que la salud, peligran las conquistas sociales, el Estado de derecho democrático y, sobre todo, la verdad.
Lo que dice
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PARA REFLEXIONAR «Estamos aceptando muchas cosas convencidos de que la salud es lo primero»
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UNA PROPUESTA «La civilización debe ser defendida contra el egoísmo y la barbarie cada día que amanece»
–¿Cuál es su propuesta?
–Después de esta pandemia, no deberíamos volver a la 'normalidad' –ni, por supuesto, a una 'nueva normalidad orwelliana'–: lo que veníamos llamando 'normalidad' es, en muchos parámetros, una locura insostenible. La consigna de la pandemia no debería ser '¡resistiré!, sino '¡vamos a cambiar!'.
–¿Qué no está ocurriendo?
–Que no estamos cambiando. Que seguimos 'resistiendo', pero avanzando peligrosamente en la misma dirección. Y que, cuando nos despertemos de esta pesadilla, nos encontraremos, muy probablemente, en un mundo peor: la pandemia está incrementando la desigualdad en todo el mundo; está concentrando aún más la riqueza en las élites; está desestabilizando el tejido productivo de PYMEs y autónomos y entregando su parcela de mercado a las grandes corporaciones; está haciendo crecer exponencialmente el paro, precarizando el trabajo y aumentando la dependencia del grueso de la población; está experimentando con nuestra tolerancia nuevos métodos de control personal y social; está reduciendo el trato directo entre personas y aumentando la exposición de todos a los medios de información sistémicos; está dificultando enormemente la movilización organizada frente a las políticas gubernamentales injustas... Y todo esto es muy preocupante. A veces, dudo seriamente si son simples 'efectos secundarios' o si se trata de 'objetivos'.'
Basuras
–¿Muy claro qué tiene?
–La adversidad pone a prueba el sistema, y a menudo lo desenmascara. La pandemia ha puesto de relieve muchas de nuestras deficiencias como sociedad, incluso ha hecho asomar basuras que guardábamos debajo de la alfombra; pero todas ellas eran ya certezas existentes. Si a alguien se le han tambaleado las certezas que daba por ganadas, es porque no advertía su fragilidad. Toda conquista es frágil: la civilización entera es frágil, y debe ser apuntalada y defendida contra el egoísmo y la barbarie cada día que amanece.
–¿Qué echa hoy en falta?
–Conciencia y organización. Necesitamos más conciencia y mejor organización. Hay que decir, para bien, que lo sucedido en los últimos años a escala global ha generado un incremento de conciencia en una parte mínima –aunque relevante– de la población; pero esa conciencia, si no se canaliza hacia la acción, solo genera dolor y frustración. Estamos avanzando en conciencia pero hemos de avanzar también en organización; solo así, esa fuerza ética podrá convertirse en acción. En acción política.
–¿Qué les recomienda usted a los jóvenes?
–Inquietud. Empatía. Imaginación para proyectar fines. Esto último es fundamental: estoy convencido de que, muy a menudo, no aprovechamos bien la vida por falta de imaginación; por no poder visualizar aquello que queremos ni el camino que nos conduciría hasta ello. Y la imaginación necesita también del valor: si, a los quince o los veinte, tus sueños no te dan miedo, es que no son lo suficientemente grandes.
–¿Qué está escribiendo?
–Escribo cada día con mayor esfuerzo; por mi propia exigencia y porque la injusticia y las urgencias que veo alrededor llegan a ofuscarme a veces de tal modo que todo lo que hago me parece una frivolidad. Como mis proyectos de fondo siempre son largos, suelo avanzar con varios en paralelo; y, al mismo tiempo, tengo que responder a propuestas y trabajos puntuales. Ahora, acabo de traducir al griego el diario náutico de la primera vuelta al mundo; a la vez, estoy realizando una película sobre los navegantes griegos que tomaron parte en aquella expedición; y, como obra de fondo, estoy terminando de escribir un libro muy personal sobre el mar, la lengua griega y los albores de la civilización: se llamará 'Palabras del Egeo'.
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