Luis Escavy: «Esa afición por los escombros caídos de la civilización es solo mi refugio personal»

Cuenta Escavy que su gusto por caminar solo es un intento de volver a andar de nuevo la tierra pisada por su abuelo Luis, quien solía llevarle de caza. Apenas lo pudo tratar, pues murió cuando el joven poeta tenía 5 años, pero ese vínculo, pese al tiempo ya transcurrido, parece irrompible gracias a una foto de familia. Así, 'Foto de familia', titula el poema en el que Escavy reconoce que su infancia «la fundaron los montes y los pasos de ese viejo entrañable al que seguía sin hacerle preguntas». «Confiaba de una manera ciega en ese mundo donde solo importaba no hacer ruido», afirma el autor, que en su exploración de la vida halla a todas horas recuerdos de un pasado siempre espectador del presente. De otra forma, ¿qué son si no teatros, anfiteatros y termas que han sobrevivido al humo de las eras?

En 'Otra noche en el mundo' queda claro que Escavy siempre se ha interesado más por lo que tiene pasado que por lo que tiene futuro. Nos habla de ruinas y hombres («no hay cuerpo que no tenga trascendencia,/ ni piedra sobre piedra/ que no recuerde el roce de la mano/ que le dio un lugar y un orden. Tampoco existe el hombre sin su historia»), de hazañas y combates olvidados, de glorias a las que ya no aspiramos... «Empecé a escribirlo –cuenta en una entrevista– en un momento en que estaba en crisis. Había terminado la carrera y el máster, y estaba un poco desorientado, lo que nos pasa a casi todos los jóvenes de hoy, que no sabemos hacia dónde tirar. Empecé a escribir sobre las ruinas, porque yo veía en eso un símbolo de lo que habíamos sido y de lo que podíamos llegar a ser». «Como por accidente», lleva al lector a lugares de desolación donde los héroes que amó se pudren en el fondo, como Roma, Berlín, Segóbriga (Cuenca) y el Mar Menor. «Para mí esto fue también como el orden de las ruinas que yo estaba viviendo, las columnas que a mí me habían sostenido eran de alguna forma mis planes de estudio y mi familia, y después de eso tenía que aferrarme a cosas distintas...».

El editor Javier Bozalongo valoró el hilo de esta propuesta formada por poemas independientes escritos en épocas diferentes, con un orden y una coherencia que se mantiene en esa mirada a otras épocas ya superadas. Un empeño constante en «descubrir la verdad» de lo que ocurrió ayer y de lo que va a ocurrir con nosotros, tal vez si llegamos, mañana.

Los periódicos y la fotografía como supervivientes del vertiginoso correr de este tiempo («me alegra mucho de que sigan existiendo»). En 'Avión C-101', Escavy recuerda una de las últimas tragedias aéreas en el Mar Menor y la sensación extraña de los bañistas ante las labores de rescate: «No están aquí por pena;/ es un rastro de fe lo que persiguen/. Tal vez heroicidad, historias que de nuevo/ den esperanza a nuestros corazones». «No me gusta hacer poemas de una catástrofe, pero me pareció que había algo bello en las esperanzas de la gente».

Este libro, dice el poeta, tiene «un sustrato antiguo» como muchas de esas ciudades devastadas. «Yo soy un hombre antiguo en el sentido más moderno de la palabra, también formo parte de ese mundo y el pasado está debajo de todas las cortezas que somos. Las ciudades se van construyendo sobre ciudades, y quizás debajo de mi vida lo primero que hay puede ser una ruina romana», celebra Escavy, admirador de Dionisia García, Ginés Aniorte y Jaime Gil de Biedma. ¿Qué nos espera al fin y al cabo? «Llegaremos cansados/ y sin más equipaje que las manos amigas/ al calor familiar donde los dioses eternos/ impacientes esperan las historias del mundo».