Energía y vigor de Emin Kiourktchian en el Auditorio Víctor Villegas
Raíces y partituras ·
La Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia brilló bajo la batuta del maestro Manuel Hernández-Silva, en una bellísima interpretación del Concierto para piano nº1 en Si bemol menor, Op. 23 junto al pianista cordobésJaume Darbra y Valentín Miralles
Sábado, 21 de junio 2025
El Auditorio Víctor Villegas homenajeó el pasado viernes a dos de los compositores rusos más afamados, Piotr I. Chaikovski y Dimitri Shostakovich. La Orquesta Sinfónica ... de la Región de Murcia brilló bajo la batuta del maestro Manuel Hernández-Silva, en una bellísima interpretación del Concierto para piano nº1 en Si bemol menor, Op. 23 junto al pianista Emin Kiourktchian.
Este intérprete de veintiún años ofreció una madura y profunda lectura de la obra de Chaikovski. En el 'Allegro non troppo e molto maestoso' los metales y el despliegue de acordes ascendentes del pianista auguraba intensidad, y el equilibrio entre el pizzicato de las cuerdas y el staccato del piano garantizaba que en el recogimiento encontraríamos la misma riqueza. Emin Kiourktchian destacó cohesionando los motivos desplegados por la orquesta, transitándolos con maestría, otorgando a cada nota la importancia que merecía. De la orquesta destacó el oboísta Emilio Castelló, brillante reforzando la melodía del piano y cuidadoso y musical en el solo de su instrumento.
En el segundo movimiento, 'Andantino semplice', destacó el flauta solista, Juan Antonio Nicolás, y el prodigioso sonido quasi «faunesco» anticipando la melodía que desplegaría el pianista poco después, siempre atento y respetuoso a las propuestas de la orquesta y, en este caso, del flautista. La parte central del movimiento, de carácter pastoril, presentó un magnífico equilibrio entre todos los instrumentos.
Continuó la pieza con un 'Allegro con fuoco', fuego que hizo volar los dedos de Emin Kiourktchian entre las teclas del piano con virtuosismo y precisión. La orquesta generó la tensión musical que adoptaría el pianista para acrecentarla, incendiándose con el unísono de piano, cuerdas y maderas que desembocó en un último acorde ligado a la ovación del público, creando una obra de arte en la que los aplausos formaban parte de la centenaria composición.
El pianista nos deleitó con un bis de Franz Liszt, la Rapsodia Húngara nº15 'Rákóczi March', interpretado con la energía y vigor necesarios para enviarnos a la pausa con ganas de comentar lo vivido.
En la segunda parte, la Décima de Shostakóvich encontró anoche en la OSRM una lectura tan incisiva como humana. Desde los primeros compases del 'Moderato', los contrabajos de Andrea Rescaglio y los violonchelos de Christophe Morin dibujaron un paisaje sombrío, dejando el espacio necesario para el maravilloso solo del clarinetista Francisco Ferrer, tan sigiloso como el paso de un lobo por la taiga, preparando el terreno para las tensiones internas de la partitura. En el segundo movimiento, 'Allegro', emergió la percusión lanzando dentelladas rítmicas que estremecieron sin enturbiar la claridad técnica de toda la orquesta, destacando la articulación de las cuerdas y maderas con la energía de los metales liderados por Alejandro Castañeda y Mario Calvo.
El Allegretto respiró un lirismo casi camerístico; las violas de Zoar Mellado dialogaron con el incisivo solo de fagot de Alberto Velasco y la trompa noble de Miguel A. M. Antolinos. El 'Andante-Allegro' final, con el oboe cristalino y lírico de Emilio Castelló y el flautín delicado de David López, selló la victoria colectiva: la fría neblina inicial se disipó en un tutti jubiloso que sonó a catarsis más que a triunfo.
El público, que prácticamente abarrotó el Víctor Villegas, respondió con una gran ovación prolongada al trabajo de la OSRM, con Darlin Dyle como concertino, y bajo la batuta del maestro Manuel Hernández-Silva con la petición explícita de conocer cuanto antes la nueva temporada: la expectación está en su punto álgido. Si el futuro mantiene este nivel de compromiso y excelencia orquestal, la temporada 2025/26 promete emociones tan intensas como las de esta inolvidable noche — y quizá también nuevos territorios sonoros por explorar.
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