Fermín Bocos: «En un viaje hay que cambiar de planes sobre la marcha si procede dejarse llevar por la llamada de lo desconocido»
Conversaciones de otoño ·
El autor de 'Cuando viajar era descubrir' estará el martes en el Aula de Cultura de LA VERDADLa nueva temporada del Aula de Cultura de LA VERDAD, en colaboración con la Fundación Cajamurcia y la Fundación Vocento, arranca el próximo martes 7 ... de octubre con el periodista Fermín Bocos (Valderredible, Cantabria, 1949), cuya voz y rostro marcaron una era en la radio y en la televisión. Pasa por encima de todo ello durante la entrevista telefónica, aunque dirigió los Servicios Informativos de la cadena COPE y también los de Radio Barcelona de la SER, en la que comandó y presentó 'Hora 25' y el 'Informativo de las 8'. Estuvo al frente del 'Telediario' y del Área Internacional de TVE, fue uno de los fundadores de Telemadrid y primer director de sus Servicios Informativos. También dirigió Radio Exterior de España y el informativo '24 Horas' de Radio Nacional. Por si fuera poco, fue editor y presentador en los informativos de Telecinco y del programa de CNN+ 'España a fondo', además de tertuliano de 'Protagonistas' y 'Gente Viajera', en Onda Cero, y columnista de la agencia de noticias OTR Press.
A Murcia, sin embargo, llega con su perfil de autor de éxito y con un nuevo libro, 'Cuando viajar era descubrir. Tras las huellas de los grandes viajeros' (Almuzara Sotavento, 2025), coincidiendo con la Feria del Libro de Murcia. Fermín Bocos vive en un entorno literario, algo inevitable estando casado con una de las autoras superventas del panorama editorial, Julia Navarro (Madrid, 1953), traducida a más de 30 idiomas gracias a historias como 'La sangre de los inocentes' (2007), 'Dispara, yo ya estoy muerto' (2013), 'El niño que perdió la guerra' (2024) y 'Dime quién soy' (2010), entre muchas otras.
Bocos no se queda atrás, es autor de las novelas 'El libro de Michael'; 'El resplandor de la gloria'; 'La venganza de Byron'; 'El Informe San Marcos' y 'Algo va mal'; de los ensayos 'Tecnología bélica y censura en la Guerra del Golfo' y 'Ella', libro firmado por varios autores. En narrativa de viajes, género con el que se divierte y aprende de la vida y se asoma a la memoria del tiempo, ha dado a los lectores 'Viaje a las Puertas del Infierno' y 'Zeus y familia'. No se duerme en los laureles. No puede ser un tipo más simpático y agradecido. Hay algo arcano en su voz, algo hace eco y nos remonta a los sueños distantes de los hombres y mujeres de las cuevas de Altamira.
«En todas la épocas, y más en los románticos siglos XVIII y XIX, hubo hombres y mujeres que rompieron la rutina de sus días y emprendieron viajes que les llevaron a países alejados. Algunos regresaron para contarlo, otros perecieron por el camino», señala el autor de 'Cuando viajar era descubrir', que estará el martes en el Aula de Cultura de LA VERDAD
–'Cuando viajar era descubrir' es, en realidad, un libro de aventuras: una vuelta al mundo a través de los relatos de hombres y mujeres que hicieron del viaje su modo de vida. «Es un homenaje a quienes ven en el descubrimiento un horizonte de libertad y sabiduría», subraya Almuzara.
–Sí, así es. Es, en realidad, un cuaderno de viajes que nos descubre apasionantes hazañas, minuciosamente documentadas. Encontramos a personajes con vidas fascinantes, como Patrick Leigh Fermor, el espía que secuestró a un general alemán; Mary Kingsley, la dama victoriana que se convirtió en la primera mujer europea que subió al 'Trono del Trueno', la cima más alta de Camerún, quien empuñando una sombrilla consiguió alejar a un hipopótamo que a punto estuvo de hacer zozobrar la canoa en la que navegaba; Heinrich Schliemann demostró que Homero no mentía y puso en el mapa los emplazamientos en Turquía y en Grecia de algunos de los lugares descritos en la Ilíada y la Odisea; Dervla Murphy, irlandesa nacida en 1931, viajó desde Irlanda hasta la India a bordo de una bicicleta llevando por toda protección un revólver del calibre 25 y repelente de mosquitos... Son muchas historias.
–¿Por qué las ha querido rescatar?
–Son gente que desafiaron los límites del tiempo. Aventureros, exploradores, inadaptados o diletantes. Al fin y al cabo viajeros empujados por el compartido afán de descubrir nuevos mundos persiguiendo la gloria o la riqueza, o dejándose llevar por la misteriosa nostalgia que Ulises sentía por los países que no había conocido. A ellos y a quienes sueñan como ellos va dirigido este libro.
–Hay biografías que han quedado ensombrecidas por su trasfondo colonial. ¿En quién piensa?
–Una de ellas es la de Henry Morton Stanley, el periodista que encontró al desaparecido doctor David Livingstone. Tras la muerte de este, Stanley volvió a África. Esta vez bajo el patrocinio conjunto del New York Herald y el Daily Telegraph. En esta ocasión la misión era seguir el curso del río Congo hasta el mar. En el transcurso del viaje bordeó los lagos Victoria y Tanganica tratando de verificar la opinión de Livingstone, que creía que el río Lualaba continuaba en el Nilo o bien torcía hacia el oeste para afluir en el Congo. Stanley, como cuento en el libro, se manejaba con soltura en su relación con reyes y jefes de las poblaciones nativas. En lo que hoy es Uganda firmó tratados con dos de ellos que posteriormente fueron esgrimidos por los británicos para, muy en la estela supremacista que estaba en la base del colonialismo europeo, reclamar la propiedad del país.
–En 1879 Stanley, reputado explorador del África Central, fue contratado por el rey Leopoldo II de Bélgica para explorar la región del Congo.
–Sí, como sabemos, esa avanzada dio pie a una colonización salvaje. A lo largo de la historia podría mos decir que primero fue el explorador, después el misionero y, detrás, un ejército expedicionario o la Compañía de las Indias en misiones de conquista. Tiempo después, Joseph Conrad partió hacia el Congo Belga, siendo testigo privilegiado del «más vil de los saqueos de la historia de las exploraciones geográficas y de la conciencia humana». [La novela de Conrad fue ofrecida en entregas periódicas por la revista 'Blackwood' (1899)].
Fermín Bocos en el Aula de Cultura de LA VERDAD
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Qué. Presentación de 'Cuando viajar era descubrir. Tras las huellas de los grandes viajeros' (Almuzara Sotavento).
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Cuándo y dónde. Martes 7 de octubre, 19 horas. Fundación Cajamurcia. Gran Vía de Murcia, Nº 23. Entrada libre.
–Dos pioneros de importantísimos avances científicos como Alexander von Humboldt y Charles Darwin merecen su atención.
–Darwin se aventuró a un viaje, ya mundialmente conocido y estudiado, alrededor del mundo que duraría cuarenta y ocho meses cuando tan solo tenía 22 años. Ambos abrieron sendas y despejaron los miedos de un tiempo en el que el mundo era en gran parte 'terra incógnita' y en el que selvas, caminos y rutas marítimas estaban rodeados de peligros. Si pensamos en lo que era viajar en aquellos tiempos, hablamos de los siglos XVIII y XIX, la cosa tenía su mérito. En cambio, Alexander von Humboldt recorrió más de 100.000 kilómetros a pie por América, Europa del este y Asia, a través de las inmensidades de Siberia. Hablamos de 1827, había cumplido los 58 años, cuando precedido de su fama de hombre de ciencia regresó a Berlín donde el rey Federico Guillermo III le nombró chambelán y consejero y le encomendó diversas misiones diplomáticas. Una de ellas le llevó hasta la Rusia imperial. Allí, de hecho, recibió una encomienda del zar Nicolás I para encabezar una misión geológica.
–¿Qué buscaba Humboldt?
–Iba en busca de yacimientos de oro y de platino, y eso le llevó hasta los montes Urales, la frontera natural entre Europa y Asia. La expedición fue un éxito, pero nuestro inquieto e infatigable viajero, aquejado de la enfermedad del camino, siguió ruta hasta adentrarse en el corazón de Siberia, llegó hasta el río Obi y prosiguió viaje hasta Tobolsk y los montes Altái, una cordillera que se extiende por territorios de Rusia, Kazajistán, Mongolia y llega aún más lejos, hasta la frontera con China. Humboldt recorrió miles de kilómetros en condiciones muchas veces penosas por las distancias, los rigores del clima propio en algunas regiones de la tundra y la ausencia de referencias civilizatorias. Pero lo superó todo y regresó a Berlín donde se dedicó a escribir...
–Nos descubre en este libro que el afán viajero, la cultura y la valentía, el conocimiento de idiomas y costumbres... son algunas de las cualidades que comparten expedicionarios y viajeros.
–No es raro que entre estos perfiles estén el de no pocos espías. Gertrude Bell, «la reina sin corona de Mesopotamia», fue una de ellos; espió para el Servicio Secreto británico. En cierta manera fue la contrafigura femenina de Lawrence de Arabia, amigo suyo. No es exagerado concluir que fue la mejor y más influyente espía del siglo XX. Porque ella, al igual que su amigo, también ha pasado a los libros de historia por su decisivo papel en la configuración del mapa político de los países del Oriente Próximo, no en vano tuvo una destacada intervención en la creación de Iraq.
–Nos habla de Alí Bey, un catalán nacido en 1767 como Domingo Badía y Leblich, un ser inquieto y muy inteligente, y uno de los primeros europeos en visitar La Meca, la ciudad santa del islam prohibida a los infieles.
–El tipo debía de tener un extraordinario don de gentes: el sultán Mulay Sulayman le llegó a regalar una casa en Marrakech y Chauteriand, el escritor y político francés, dijo de él, sin descubrir su impostura, que era «el turco más inteligente y cortés que había conocido». El colmo es que en 1807, en uno de sus viajes a El Cairo, como medida de precaución, se hizo circuncidar. Consiguió participar en todas las ceremonias rituales de las que nos ha dejado una descripción muy detallada en un libro que le haría famoso, 'Viajes de Alí Bey por África y Asia'. Europa conoció, gracias a los dibujos de Badía, la imagen de los templos de La Meca.
–En 'Cuando viajar era descubrir' nos habla de Agatha Christie, de la deportista olímpica Ella Maillart, de Dervla Murphy (la de la pistola y la bici de la que mencionó antes), de lady Hester Stanhope, conocida como «la Reina de Palmira» por su relación con la ciudad del desierto, la exploradora y cronista de viajes austriaca Ida Pfeiffer o la divertida, por protagonizar unas extravagantes peripecias vestida de dama victoriana por la selva, Mary Kingsley, entre otras. Pero la historia de Annemarie Schwarzenbach es fascinante.
–Ellas, como sabemos, lo tuvieron mucho más difícil. Eran mujeres. Ya se imaginan. No se concebía que viajaran, menos aún solas. Tampoco que fueran libres. Era extraño verlas sin un hombre a su lado, salvo que estuvieran recluidas en un convento. De ahí llega la primera de nuestras viajeras, Egeria, la monja y peregrina lucense que, en el siglo IV, escribió el primer relato de viajes (el 'Itinerarium Egeriae', donde narra la peregrinación que, hacia el año 381, la llevó a Jerusalén, el Sinaí, Egipto, Siria y Mesopotamia). Pero, efectivamente, Schwarzenbach escribió algunos relatos que por su crudeza y las crueldades que retrataba recuerdan la famosa novela de Conrad 'El corazón de las tinieblas'. Ella se alejó de aquella Europa que sufría la mayor tragedia de su historia, y en sus últimos viajes por Asia y África recibió la inspiración para dos nuevos libros, 'El milagro del árbol' y un poemario que llevaba por título 'La orilla del Congo'. Otro de sus libros, 'Muerte en Persia', refleja en tono conmovedor la desdicha y su destino de viajera errante y sin esperanza. Era «un bello ángel devastado», escribió de ella Thomas Mann. Viajó desde Suiza a España a borde de un Mercedes junto a la fotógrafa Marianne Breslauer recorriendo lugares citados por Hemingway en sus novelas. Tras la invasión alemana de Polonia puso su mirada en Oriente, y recorrió Turquía, Siria, Líbano, Palestina, Afganistán, la India, Iraq y Persia, donde se casó con el cónsul de Francia en Teherán, aunque cada uno siguió con su vida, así que ella continuó viajando por Europa, Estados Unidos y, al fin, llegó al Congo cuando aún era una colonia belga y todavía no habían trascendido las atrocidades del rey Leopoldo II.
«Mi añorado Javier Reverte decía que viajar era vivir»
–¿Qué le unió a Javier Reverte?
–Fue un amigo, muy añorado. Decía que viajar era vivir. Y eso no ha cambiado para quien está dispuesto a ver el mundo de otra manera. ¿Cómo? Conociendo la historia de los lugares a los que se viaja, rastreando sus ocultas bellezas, escuchando a las gentes con las que se coincide en el camino... Y disponiendo de tiempo para cambiar de planes sobre la marcha si procede dejarse llevar por la llamada de lo desconocido. Aquí hablo de hombres y mujeres que rompieron la rutina de sus días y emprendieron viajes que les llevaron a países alejados de lo suyos. Algunos regresaron para contarlo, otros perecieron por el camino.
–El próximo martes en el Aula de Cultura de LA VERDAD, en el salón de actos de la Fundación Cajamurcia en Murcia, con entrada libre, a las 19 horas, nos hablará especialmente de dos amigos a los que tiene en alta estima: Manu Leguineche y Esther Eiros.
–Te diré una cosa. 'Cuando viajar era descubrir' estuvo a punto de tener por título 'Por el camino más largo', en homenaje a mi amigo Manu Leguineche, que hace más de sesenta años escribió un libro hoy de culto, 'El camino más corto'. Manu siempre me ofreció trabajos cuando yo me quedaba fuera de juego. De hecho, está dedicado a él y a Javier Reverte, quien además de amigo fue padrino de mi boda con Julia. Y también a Esther Eiros, directora que fue de 'Gente Viajera', el mejor y más veterano programa de viajes de Onda Cero. Hablaremos de ellos y de otros personajes notables en la historia del viaje. Hay mucho soñador en este gremio, cada vez más reducido porque el GPS y los móviles han matado la incertidumbre y, en ocasiones, el misterio que antaño aparejaba viajar en un tiempo en el que apenas había mapas.
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