Diario de escritura (LXXXIV)
TIEMPO POR VENIR ·
Lunes 8 de febrero
Día de exámenes. Primero ayudas a Isabel a vigilar el suyo, luego te quedas en el de Teoría de la Historia del Arte. Compruebas la ... seguridad de la universidad. Casi militarizada. Así no hay virus que se acerque.
A pesar del año –o tal vez por el año, no lo sabes–, ha sido un curso excepcional. Has disfrutado y has sentido empatía con el modo en que algunos estudiantes descubrían autores y modos de pensar. Tal vez sea una de las experiencias más gozosas de la docencia, comprobar la transmisión de las ideas.
Por la tarde, clase del Club Renacimiento. Continuáis con el tono y la voz. Por la noche, episodio de 'Gangs of London'. Es inmoderadamente violenta. Y poco a poco, esa violencia va entrando en tu retina. Antes de acostarte, pruebas a leer varios libros, pero ninguno te apasiona. Quieres eliminar las imágenes de tu cabeza.
A media noche te despiertas sobresaltado. Un hombre te perseguía por casa con un hacha en la mano. Al final lo has sorprendido y con un cuchillo le has abierto la cabeza. La has rajado como si fuera un melón y has troceado su cerebro.
Cuando logras abrir los ojos, sientes la sangre en tus dedos y un regusto amargo en la garganta.
No sabes si verás más esa serie, pero desde luego no por la noche. Nunca has sido sensible ante las imágenes, pero la mente tiene un límite. Será la edad.
Martes 9 de febrero
Te despiertas aún con la mala sensación en el cuerpo. La violencia del acto brutal del sueño. Dolor en las mandíbulas Te cuesta que se vaya.
En la universidad, tutorías por Zoom. Corriges exámenes. También a veces es necesario hablar del trabajo bien hecho y de los buenos trabajos, de la sensación de que el esfuerzo ha tenido sentido.
Por la tarde, clase virtual del Club Renacimiento. Después, probáis a continuar con 'Gangs of London', pero no hay manera. Te revuelve el estómago.
Intentas leer 'Box-Hill' y lo dejas. No conectas con el tono de muchos libros últimamente. No importa, te dices. Por el hecho de ser libro no quiere decir que deba gustarte o interesarte. Debes ser más selectivo.
Miércoles 10 de febrero
Escribes temprano. Después, entrenador personal. Haces lo que puedes. Al terminar, tratamiento de belleza en Tutú Beauty Concept. Es la gratificación por una charla en Instagram con Víctor. Lo disfrutas como un niño. Una hora sin hacer nada mientras te tocan la cara. Tu piel no se ha visto en otra así.
Por la tarde, terminas de corregir los exámenes. Hay de todo, claro. Pero te alegra especialmente lo que sucede cuando ves que han incorporado algunas ideas que has explicado en clase. Con eso es suficiente.
Luego, el disgusto. Un amigo –o eso crees– critica tus libros en una entrevista. Más que la crítica –por supuesto, lo que escribes no puede gustar a todo el mundo–, te molesta el tono y la superficialidad con la que lo despacha todo. Quisieras que no te afectase, pero no puedes evitarlo. Lo malo siempre aguijonea. Anula lo demás. Deberías aprender a dejar que las cosas te resbalasen. Acaban haciéndolo, pero más tarde. Mañana no te acordarás. Te dará absolutamente igual. El tiempo todo lo resitúa. Lo sabes. Pero aun así te revienta. Al menos ahora. Es humano molestarse. Lo extraño sería la indiferencia absoluta en el momento de la afrenta.
Te reenganchas a 'Gangs of London'. La violencia, por saturación, se vuelve cómica. Las cosas se dan la vuelta y se transforman en su contrario. Ver demasiado acaba produciendo ceguera. Recordarlo todo genera amnesia. Es lo que pensaba el sociólogo Jean Baudrillard: nuestra sociedad tiende a la saturación. Una sociedad obscena e hipertélica. Y la saturación acaba por desactivarlo todo.
Jueves 11 de febrero
Toda la mañana escribiendo. Hoy sí que avanzas. Dejas terminada la quinta parte de la novela. Ya solo quedan dos. Estás al setenta por ciento. O eso es lo que piensas al poner punto final a esta sección. Porque antes de salir de la habitación, una idea se te cruza por la cabeza y lo pone todo patas arriba. Un nuevo capítulo que hace que tengas que reestructurar mucho de lo ya escrito. Piensas en ignorarlo y seguir por el camino que habías trazado. Pero esa idea es como un virus y ya no puedes quitártela de encima.
En realidad, sucede que las historias nunca están cerradas del todo, las tramas son móviles y dúctiles, los personajes pueden cambiar de género o desaparecer..., todo puede darse la vuelta. No tiene sentido mantenerlo como estaba solo por ser fiel a una idea preconcebida. Así que te dejas llevar, aunque eso signifique algunos meses más de trabajo.
Por la tarde, taller literario. Disfrutas. Se te hace corto. Hay en esta clase un ambiente especial.
Ves acabar por fin 'Gangs of London'. Un giro interesante al final. Llega, sin embargo, cuando ya está todo perdido.
Viernes 12 de febrero
Preparador por la mañana. Antes esbozas el diario.
Terminas de leer una vez más 'Desgracia'. Es monumental. Mejor que la primera vez. Coetzee es inmenso. Debes dedicar más tiempo a releer los libros que te han marcado.
Por la tarde, charla con Ricardo en Twitch. Una hora y media agradable. Acabáis hablando de series. Es en última instancia el tema que acaba saliendo en cualquier conversación. ¿Qué serie estás viendo ahora? Es un modo de socializar, porque todo el mundo está viendo algo. Te gustaría que la preguntas fueran: ¿Qué libro tienes entre manos? ¿Has leído ya lo último de Carrère? ¿Sabes si hay segunda parte de lo de Cercas? Ese mundo paralelo ya no existe.
Pruebas 'Clubhouse', la nueva red social de audio. No te interesa nada. Es una manera más de perder tiempo. De no estar con gente real. Prefieres, para eso, los libros. O la radio.
Por la noche, pizza y película de catástrofes. 'Greenland'. Meteorito que va a chocar contra la tierra y familia que lucha por encontrarse. Estructura clásica. Pero funciona. Dentro de todos los clichés y lo predecible de cada giro.
Inexplicablemente, no tienes pesadillas con el fin del mundo.
Sábado 13 de febrero
Todo el día escribiendo, tratando de solucionar el paso de una parte a otra de la novela. La nueva idea que te ha hecho reestructurar algunas partes ya escritas te ha conducido, sin embargo, a un problema en el último tercio de la novela. Un problema de conexión entre capítulos y escenas. Hay algo que falta entre lo que tienes y la parte final, una especie de vacío que aún no sabes cómo llenar. En términos musicales dirías que no intuyes cómo modular la estrofa para llegar al estribillo. Es decir, te falta el puente. Un puente sólido que se sostenga y no resulte artificial. Un puente que parezca surgir de modo natural. Hoy lo buscas, pero no hay manera de encontrarlo.
Domingo 14 de febrero
Cada vez más sientes la necesidad de abandonar las redes y el ruido durante un tiempo. Siempre lo haces en verano, pero ahora lo necesitas. Concentrarte y apagar el sonido exterior. Entre otras cosas porque llegan tiempos atareados. Vuelven a comenzar las clases. El segundo cuatrimestre. Una asignatura que hace tiempo que no impartes, los TFG, compromisos adquiridos. Y no quieres perder el impulso.
Pedís comida al 65 Grados. Es vuestro San Valentín. Nunca lo habéis celebrado, pero hoy festejáis poder estar juntos, la felicidad cotidiana. El vino se os va de las manos. La siesta también.
Sigues sin encontrar el puente y, sin embargo, tienes que llegar hasta el final. Así que decides continuar directamente «al otro lado». Ya regresarás a construirlo. O, quién sabe, quizá, al llegar adonde quieres, compruebes que en lugar de un puente necesitabas un barco, o un salto, o una cuerda, o bordear ese abismo y encontrar un camino diferente. Lo desconoces aún. Así que, en lugar del bloqueo, decides saltar a ese último tercio. Las dos últimas partes de la novela. En ellas ya no te vale lo que escribiste en verano. Ahora es todo nuevo. Así que escribes rápido, casi como si fuera un primer manuscrito. No sirve de mucho demorarte en pulir párrafos y profundizar demasiado. No sabes qué quedará de todo esto. Con esa sensación te acuestas. La montaña rusa. Ni arriba ni abajo. En medio de ningún lugar.
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