Un 'narcocorrido' trans y un Hitchcock rural
Es curioso como el mal nos atrae (hay gente que come pasteles de sesos). Desde el mito de las chicas y los malotes, a la ... fascinación por los delincuentes a los que no queremos que atrapen (Bonnie y Clyde, Thomas Crown, Hannibal, Tokyo, Koldo), lo cierto es que debe ser la transgresión moral más grande que nos permitimos hacer las personas bienpensantes, el indultar a los malos que nos caen bien.
En el quinto día del FICC nos encontramos con un jefe de cártel de la droga, que asesina, roba, secuestra y tortura sin remordimiento, pero que quiere convertirse en mujer, para lo que recluta a una avispada abogada, y por si esa astracanada no es bastante, es un musical. Os aseguro que ese es el argumento de 'Emilia Pérez', aunque os parezca una broma (el guionista que vendió la idea a un productor colocaría congeladores a los esquimales). Pero lo más asombroso es que la película tiene coherencia en su disparate y la ecléctica propuesta se sustancia en una inesperada búsqueda de la redención.
Es un 'narcocorrido' mexicano donde la violencia es una presencia constante. Pero en realidad es el retrato de cuatro mujeres fuertes, entre las que están Zoe Saldaña y Selena Gomez, que con sus dos compañeras ganaron el premio de interpretación en Cannes. Las referencias son escasas, por lo original de la propuesta, aunque encontramos el eco de la frase de Michael Corleone en 'El Padrino III' (1990): «Justo cuando pensaba que estaba fuera, me vuelven a involucrar».
Es excepcional que un largometraje 'random', donde nos piden una y otra vez que suspendamos la incredulidad, funcione tan bien y logre mantenernos interesados en lo que sucede y, por supuesto, deseando que nuestro criminal no pague por sus pecados mortales, que siempre te acaban pasando factura. Algo que también nos pasa con el protagonistas de la otra película del jueves, 'Misericordia'.
Es una divertida disgresión de un misterio rural que se produce cuando un joven vuelve a su pueblo para un entierro. A partir de ahí se desencadena todo un vendaval de fisgoneo modo la Vieja del Visillo, un misterio como los de St. Mary Mead de la Señorita Marple y una lubricidad propia de 'El desconocido del lago' (2013).
Todo ello era inevitable sabiendo que el director es el muy interesante Alain Guiraudie, que proyecta holísticamente ese pueblo, entendiéndolo como un ecosistema que va más allá de la suma de sus miembros, y que se ve amenazado (y seducido) por el forastero. Es un realizador innovador con los enfoques de las imágenes que nos muestra, lo que extrañamente no desconcierta al espectador sino que le hace entender mejor lo que está viendo, que no es otra cosa que un querubín sembrando un caos micológico (y fomentando la Francia vaciada).
Como un péndulo la acción se mueve entre la comedia y el 'thriller', y no es un defecto que no termine de decantarse por uno, porque en eso reside la esencia de esta novedosa apuesta. El ocre es el color que impera en la fotografía, siempre pendiente de las miradas, con acertados primeros planos que hacen entender la narración más que muchos diálogos.
El actor protagonista está soberbio, con un trabajo muy medido para no dar más pistas de las precisas sabiendo que la intriga reside en no saber si es el falso culpable de 'Furia' (1936) o el encantador psicópata de 'El misterio de Mr. Ripley' (1999). Lo hace escoltado por secundarios de lujo como el cura o la viuda del muerto al que va a inhumar.
Ganadoras merecidas de varios premios son, con toda probabilidad, las más completas de las películas vistas esta edición de un FICC que ya enfila su tramo final.
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