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La directora teatral y coreógrafa Carlota Ferrer.
Carlota Ferrer: «El arte es riesgo, pero no trabajo con la intención de provocar»

Carlota Ferrer: «El arte es riesgo, pero no trabajo con la intención de provocar»

La propuesta de la directora de teatro 'Esto no es la casa de Bernarda Alba' llega esta noche a Cartagena, tras pasar por el Romea, con un elenco principalmente masculino

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Sábado, 19 de mayo 2018, 02:58

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Lo que propone Carlota Ferrer (1977) en 'Esto no es la casa de Bernarda Alba' no es nuevo. «No he inventado nada», arguye la directora y coreógrafa madrileña acerca del reparto masculino de su montaje sobre una de las obras cumbre de Federico García Lorca. Poner en boca de hombres el texto que el autor atribuyó a un elenco femenino, ya lo hizo, recuerda Ferrer, Ángel Facio en 1976 con Ismael Merlo en la piel de Bernarda. El cambio de sexo, aunque llamativo, no es el foco fundamental de una propuesta que, cuenta Ferrer, busca adentrarse en el imaginario del propio autor y abraza su grito de libertad y hartazgo ante la opresión social. «Cuando te enfrentas a 'Esto no es la casa de Bernarda Alba', a los cinco minutos se te olvida si quienes están sobre el escenario son hombres o mujeres», afirma Ferrer, que ayer presentó su trabajo en el Teatro Romea de Murcia y hoy -21.30 horas- trasladará la obra a Cartagena para su representación en el Nuevo Teatro Circo, con el murciano Jaime Lorente en el papel de Adela.

  • Qué Representación de 'Esto no es la casa de Bernarda Alba', con Eusebio Poncela, Cristóbal Suárez, Jaime Lorente, Julia de Castro y Óscar de la Fuente, entre otros.

  • Dónde y cuándo Sábado, 19 de mayo, a las 21.30 horas, en el Nuevo Teatro Circo de Cartagena. 20 y 24 euros.

-¿Qué se propuso cuando decidió abordar este montaje?

-'La casa de Bernarda Alba' es una obra que, a todos los que nos dedicamos a las artes escénicas, nos persigue de alguna manera, sobre todo a las actrices. Yo misma he hecho de Adela, de Martirio e incluso hasta de María Josefa. Es una obra que siempre está ahí porque en ella Lorca da voz a esas mujeres oprimidas; lo que ocurre es que hoy esa opresión, aunque es menor que la que sufren las hijas de esta madre autoritaria, se ha normalizado. Pero Lorca no solo ha dado siempre voz a las mujeres, sino que se ha proyectado con su problemática a través de ellas. Digamos que las utiliza para contar sus propios problemas: ¿qué pasa entonces si todos estos personajes son Federico? Por eso son hombres interpretando a mujeres. El choque que se produce entre la imagen y el texto crea una dispersión en el espectador que hace que se multiplique el mensaje. Cuando te enfrentas a 'Esto no es la casa de Bernarda Alba', a los cinco minutos se te olvida si quienes están sobre el escenario son hombres o mujeres, lo importante es la historia y el mensaje que transmite.

Elenco: «Cuando te enfrentas a la obra, a los cinco minutos se te olvida si quienes están sobre el escenario son hombres o mujeres»

-¿Cómo cambia el texto de Lorca puesto en boca de hombres?

-Adquiere una dimensión más universal, no mejor o peor, sino distinta. Ese 'shock' entre imagen y texto hace que las palabras, de repente, retumben de una forma nueva, y no por lo novedoso de un reparto masculino, porque ya Ismael Merlo interpretó a Bernarda en el 1976, y no me invento nada, sino por el conjunto, que hace que tenga una fuerza diferente. Por otro lado, aunque cuando se anunció, el cambio de género fue lo que creó más sensación en la prensa y en el espectador, donde yo hago hincapié es en la libertad artística de Federico. En el momento de escribir 'La casa de Bernarda Alba', Lorca está en una duda existencial artística. Ha escrito 'El público', una obra de muy difícil comprensión, para mí una de sus grandes joyas, donde se arriesga con un lenguaje muy personal y poético, pero, sin embargo, no tan complaciente con el espectador; y fíjate si no era complaciente en su momento que todavía hoy no lo es. Quería mezclar ese momento que vivía Lorca cuando decide guardar 'El público' y escribir 'Bernarda', todavía con un espíritu muy crítico pero con una fábula clásica en la que no se expone biográficamente pero sí a través de estas mujeres al hablar de la opresión a la que él mismo se siente sometido. Lo que pretendía con este montaje era adentrarme en todo lo que le pasaba a Lorca y el resultado es 'Esto no es la casa de Bernarda Alba'.

Puesta en escena: «Ese 'shock' entre imagen y texto hace que las palabras, de repente, retumben de una forma nueva»

-A Murcia -ayer- y a Cartagena -hoy- no llega Igor Yebra, quien dio vida a María Josefa y Pepe el Romano en el estreno en Madrid. ¿Cambia el montaje?

-No, es igual. A María Josefa le hemos cumplido un sueño. Ella, que es maravillosa porque en su alzhéimer y locura dice verdades como puños, repite varias veces: 'Quiero bailar, quiero bailar', y decidí cumplir su sueño, porque bailar iba a bailar, ¡y de qué manera!, en el cuerpo de Igor Yebra. El papel lo interpreta ahora Cristóbal Suárez, que es un actor impresionante aunque no baile con la técnica de Igor, pero es que tampoco con Igor buscamos un alarde técnico, sino más bien la emoción de María Josefa . El concepto es el mismo.

Libre

-¿El riesgo es necesario?

-El arte es riesgo, pero no trabajo con la intención de provocar, al revés, yo quiero comunicarme con cuanta más gente mejor. Otra cosa es que lo haga desde mi mirada, sin pensar en lo que va a gustar o no, porque quiero que llegue desde mi universo. Mi deseo no es que la gente se vaya del teatro, mi deseo es despertar a la gente en un nuevo camino y que imaginar otras cosas sea posible.

-Usted plantea un ejercicio de empatía, de cambio de perspectiva. ¿De qué se da cuenta uno cuando hace este ejercicio?

-Siempre vivimos en el miedo, pero me sorprendo, porque el espectador es muy libre. Después de 40 funciones fuera de Madrid, siento que la respuesta del público es muy enriquecedora. El 80% del texto de la obra es el original, el espectador no asiste a una fábula que no tiene nada ver pero, cada uno, construye la pieza de una manera muy creativa a la vez que observa la función. Ver cómo cada día la gente nos espera a la salida del teatro con ganas de hablar y con la sensación de que les ha movido algo es muy gratificante.

-«Se pueden hacer grandes cosas si uno deja de mirarse el ombligo». Es una frase suya. ¿Qué tendría una solución sencilla si apartáramos el ego?

-La vanidad es un enemigo que tenemos todos y contra el que tenemos que estar luchando cada día, y quien diga que no, miente. Es también algo que nos hace humanos y, a veces, fuertes. Cuando uno mira desde un prisma que no repercute solo en el individuo se ven más claros los detalles del bosque. Y ese es un trabajo y un esfuerzo que hay que hacer. Decía Jodorowsky: 'Dejarán de extasiarte las buenas críticas cuando dejen de indignarte las malas'. Y tiene razón, se trata de no perder la realidad mirando el mundo desde fuera, y luego resolver desde la implicación.

-¿Cómo le gustaría que el público arropara su montaje?

-Con libertad, quiero que la gente vaya libre de perjuicios. Este es un viaje con un elenco maravilloso que me ha acompañado en este barco tirándose a la piscina, y eso, al final, el público lo puede sentir.

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