Piedra y estrella
Festival de Flamenco de Lo Ferro ·
Todo se convierte aquí en alimentos terrenalesEs lógico que todos queramos tener estrellas en nuestros carteles: se han hecho famosos, han saltado al terreno de lo mediático y alcanzan a un ... público más allá del aficionado, aunque en eso de la asistencia de público también se producen pequeños chascos. Hablo, claro, de Israel Fernández, último grito en la moda flamenca, que la noche del pasado miércoles actuó en el Festival de Lo Ferro (Torre Pacheco), precedido por Lela Soto, que para mí fue la que salvó la noche. No sé si la organización limitó el aforo por razones de seguridad -no está el horno para bollos por estos pagos- o qué, pero la noche anterior, con la familia de Rancapino y Capullo de Jerez hubo incluso más gente. De todos modos hubo muchísimo público. Hace años que Lo Ferro muestra llenos en su auditorio.
Y el miércoles daba gusto ver a gente tan de diversa condición y, sobre todo, jóvenes, muchos jóvenes. Alegría. Pero tengo la impresión de que quienes acudían por primera vez a verlo, reclamados por su fama quedaron sorprendidos. Tras su muy breve actuación se retiró sin amago de hacer un bis, pero lo sorprendente es que el público no reclamó propina alguna; salió en silencio y punto.
La fiesta estaba después en el mesón, en la denominada Plaza del Flamenco, en otros lugares.
Que a mí no me entusiasme demasiado Israel no significa nada, a muchos les gustará y su parecer vale tanto o más que el mío. Pero es extraño, ha triunfado con su cante clásico 'acamaronado', un poco frío y aburrido, con una gran voz, a veces un poco hueca. Aquí vino en formato menor acompañado por Diego del Morao, para mí un guitarrista sobrevalorado: ni tiene el toque limitado técnicamente pero jondo y jerezano de su padre, Moraíto Chico, ni la brillantez ejecutora de cualquier joven actual, a la velocidad de un meteorito.
Por cierto, un meteoro irrumpe en la atmósfera, en la tierra o en la sociedad como un relámpago, con fuerza y velocidad, pero no olvidemos que a un meteorito también se le llama estrella fugaz. ¿Quién no añoró a Camarón cuando ambos, Diego e Israel, destrozaron el taranto inicial?
Pero estas tierras de Lo Ferro, caiga una estrella o una piedra, lo convierten todo en alimentos terrenales, que diría André Gide. Que siga la fiesta del cante.
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