Isidoro Valcárcel Medina: la escucha de la vida como práctica artística
El homenajeado en Fasme II prefiere ser llamado «autor» antes que «artista»
Amber Kay
Dª en Bellas Artes por la UMU y directora de Monoton-Espacio de Arte Sonoro y Música Contemporánea
Miércoles, 24 de septiembre 2025, 01:08
Nacido en Murcia en 1937, Isidoro Valcárcel Medina es Premio Nacional de Artes Plásticas (2007), Premio Velázquez de Artes Plásticas (2015) y Premio Honorífico Alfonso ... X (2025), entre otros reconocimientos destacados a lo largo de una trayectoria que supera medio siglo. Su trabajo se ha asociado con diversos movimientos artísticos, aunque resulta difícil adscribirlo en exclusiva a alguno de ellos. Sirviéndose de una gran variedad de medios y disciplinas, su práctica artística se relaciona más con las situaciones que con la producción de objetos. Esto no le ha impedido exponer en algunas de las instituciones artísticas como el Museo Reina Sofía de Madrid, el MACBA de Barcelona o la Tate Modern de Londres.
Su obra se define más por las experiencias que por lo material: prioriza la acción, la situación, el instante compartido. Como él mismo ha defendido en numerosas ocasiones, prefiere ser llamado «autor» antes que «artista», porque su interés reside en el proceso y la manera de afrontar lo cotidiano.
Aunque carece de formación académica en música o sonido, Valcárcel Medina ha estado presente en todas las grandes retrospectivas del arte sonoro español, en medios de referencia como Ars Sonora de Radio Clásica, en la gran retrospectiva del arte sonoro en España 'Escuchar con los ojos: Arte sonoro en España (1961-2016)', o en publicaciones míticas como la revista 'Sin Título' de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, dirigida por José Antonio Sarmiento. Su presencia constante en catálogos, archivos y antologías demuestra que ha sido siempre una figura central de la creación sonora, pese a su resistencia a ser encasillado en ese medio.
Se le reconoce haber hecho del sonido una materia con la que repensar nuestra relación con el tiempo, el espacio y la sociedad
Sus primeras obras estuvieron vinculadas a manifestaciones más convencionales, como su primera exposición de óleos en la Iglesia del Carmen de Murcia, con apenas 17 años, o la muestra de 1958 en el Real Casino de la ciudad. Sin embargo, pronto se desvinculó de los formalismos y comenzó a realizar acciones en los años sesenta. Su primera incursión sonora llegó en 1970 con la exposición 'A continuación: un relato en doce jornadas: lugares, sonidos, palabras', presentada en la Galería Seiquer de Madrid.
El gran punto de inflexión llegó con los Encuentros de Pamplona de 1972, uno de los mayores y más atrevidos festivales de vanguardia de su tiempo. No presentó piezas sonoras, pero el contacto con la escena internacional (John Cage, Steve Reich, Mauricio Kagel, Luc Ferrari, ZAJ, entre otros) fue determinante. Décadas después, preguntado por una experiencia sonora que le cambiara la vida, señalaría la voz de John Cage en aquellos encuentros.
En su obra, la línea entre arte y vida se desdibuja de forma recurrente, asimilando ideas situacionistas como la deriva y la psicogeografía. Genera experiencias que transforman el espacio en lugar, convirtiendo lo ordinario en acontecimiento artístico. Aquí resuenan las intuiciones de Luigi Russolo sobre los ruidos urbanos o las de Pierre Schaeffer sobre la música concreta, que emancipaba el sonido de su origen visual para concederle protagonismo autónomo. Así, pese a no contar con formación musical académica, Valcárcel Medina creó piezas coherentes con las inquietudes de los compositores experimentales de su tiempo.
Ejemplo de ello son sus 'Conversaciones telefónicas (1972), donde utilizaba el teléfono no solo para comunicar, sino para descolocar al interlocutor mediante la reducción al absurdo, despertando sorpresa y, al mismo tiempo, humor. Ese sentido lúdico es constante en su obra: a menudo afirma que hace las cosas «porque me lo paso bien haciéndolo».
Su producción sonora, muchas veces eclipsada por su faceta conceptual o de acción, es en realidad un núcleo esencial de su práctica. Con ironía, lucidez y sentido del humor, Valcárcel nos invita a escuchar lo que solemos dejar pasar desapercibido. Para él, todo puede convertirse en material artístico si se atiende con la disposición adecuada.
Este homenaje que la Asociación Intonarumori le brinda en el marco de FASME (Festival de Arte Sonoro y Música Experimental) reconoce precisamente esa aportación decisiva: haber abierto caminos, haber hecho del sonido una materia con la que repensar nuestra relación con el tiempo, el espacio y la sociedad. Su resistencia a la mercantilización del arte, su negativa a encasillarse y su apuesta por la experiencia lo convierten en un referente ético y estético, aunque él mismo negaría cualquier canonización.
Rendir homenaje a Isidoro Valcárcel Medina es recordar que el arte no está confinado en museos ni en escenarios, sino en la vida misma. Es reivindicar la escucha atenta y reconocer en su obra singular y libre una lección radical, que él mismo ha repetido numerosas veces a lo largo de su trayectoria: «El arte es una acción personal que puede valer como ejemplo, pero nunca tener un valor ejemplar».
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