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Luc Jacquet interactúa con un pingüino emperador en la Antártida. R. C.

Luc Jacquet

«El turismo es una amenaza para la Antártida»

«Se denigra hoy a los científicos, como antes se mataba al mensajero», lamenta el cineasta y científico francés / «La Antártida envía señales que el mundo ignora y es una escuela de modestia: allí no somos nada», dice el creador de 'Antarctica Experience'

Miguel Lorenci

Barcelona

Miércoles, 20 de agosto 2025, 01:22

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Ganador de un Oscar por 'El viaje del emperador', un documental sobre los pingüinos antárticos que conquistó a más de 22 millones de espectadores, el cineasta y científico francés Luc Jacquet (Bourg-en-Bresse, 1967) presenta en primicia en España la exposición inmersiva 'Antarctica Experience'. Estará al menos un año en el espacio GIGA (Grand Inmerisve Gallery ) en la Cúpula Arenas de la Ciudad Condal. Es un espectáculo multisensorial que traslada al público a la belleza extrema del continente helado sin necesidad de pasar frío ni embarcarse en un viaje peligroso. Explorador incansable del Polo Sur y su fauna, percibe Jacquet una «amenaza» en el creciente turismo en un territorio que ofrece «lecciones de modestia» y denuncia la negación del cambio climático y el desprecio a la ciencia. Cree que la belleza puede ser la puerta hacia la conciencia ecológica. Director de 'El zorro y el niño', ha trabajado mas de dos años en esta experiencia «mitad sueño, mitad oda a la naturaleza».

-¿Los polos son el termómetro del planeta?

-Sí, especialmente la Antártida. Es una región extrema, donde los cambios son más evidentes y actúan como señales de alerta del calentamiento global. Cuando en Europa pasamos de 45 grados y en la Antártida hay temperaturas superiores a 10 -se ha llegado a 21-, algo no va bien. Son fenómenos que nos conciernen a todos.

-¿Estamos aún a tiempo de evitar el desastre?

-Plantear esa pregunta ya es una trampa. La ciencia dice que el tiempo se agota, pero la sociedad tarda en reaccionar. El problema es que ni siquiera estamos entendiendo lo que pasa. Se niega la evidencia científica. Y mientras tanto, el planeta se recalienta. No se trata de hacer política, sino de proteger un bien común. Hay que movilizar la opinión pública.

-Muchos políticos niegan el cambio climático. ¿Preocupante?

-Absolutamente. En otras épocas se mataba al mensajero de malas noticias. Hoy se despide a los científicos que advierten sobre el cambio climático. En EE UU pasa a menudo. Me preocupa mucho la ira sin rumbo de las nuevas generaciones, atrapadas entre la negación y la desesperanza. Estamos robando el futuro a nuestros hijos.

-¿Qué propone 'Antarctica Experience'?

-Un viaje emocional y sensorial a un lugar remoto, peligroso y sobrecogedor. Sin desplazarse, sin contaminar. No es una película ni un documental clásico. Es una experiencia envolvente con pantallas gigantes, sonido ambiental y un diseño innovador. Queremos despertar emociones, y con ellas, conciencia.

-¿El cine se le ha quedado corto?

-Digamos que lo estamos repensando. Con esta exposición llegamos a públicos nuevos: familias, jóvenes, personas que no irían al ver un documental. Aquí no hay que ponerse cascos ni gafas: simplemente entras y sientes. Es más inmediato y profundo. El cine evoluciona, como nosotros.

-Visitó la Antártida por primera vez en 1992. ¿Cómo ha cambiado ese gélido continente de 14 millones de kilómetros cuadrados con el 70% del agua dulce del planeta?

-Mucho. En la banquisa, donde antes crecían las crías de pingüino, ahora se ahogan porque el hielo se rompe antes de tiempo. En Tierra Adelia, los paisajes han cambiado drásticamente. Pero más allá de lo que vemos, los datos científicos son claros: hay precipitaciones donde antes jamás llovía. Todo esto ya está pasando.

-¿El emergente turismo del hielo, con más de 1000.000 personas al año que pagan fortunas, es otra amenaza para el continente blanco?

-Sí, aunque por ahora está limitado a la península antártica. El resto es muy inaccesible. El turismo en espacios naturales es, en general, muy preocupante. Una exposición como esta ofrece una alternativa. Nos permite acercarnos sin dañar. La solución pasa por una gestión colectiva. ¿Cómo prohibes a alguien visitar un lugar? Solo será posible si lo decidimos como sociedad.

-¿Está la Antártida a salvo de las ambiciones geopolíticas como la de Trump por Groenlandia o la de Putin por el Ártico?

-La Antártida está protegida por el Tratado de Madrid, que la declara tierra de paz y ciencia hasta 2048. Es un ejemplo de acuerdo internacional bien gestionado que equilibra ciencia y paz. El problema está en el mar: hay sobrepesca y poca regulación. ¿Se renovará el tratado? Esa es mi mayor preocupación. Si no se renueva, se abre la puerta al expolio.

Jacquet en uno de los escenarios de la exposición que estará un año en Barcelona. R. C.

-Ha pasado más de tres años en la Antártida. ¿Qué le ha enseñado?

-Que somos extremadamente frágiles. La naturaleza allí es implacable, majestuosa, de una belleza abrumadora. Genera un efecto similar al que sienten los astronautas al ver la Tierra desde el espacio: el 'Overview effect'. Una conciencia global sobre la necesidad de proteger nuestro planeta. Desde esa emoción puede nacer una nueva relación con la naturaleza.

-¿Qué aprendió conviviendo con los pingüinos emperadores?

-Su resiliencia asombra. Nosotros no sobreviviríamos más que unos días en su hábitat. Ellos llevan siglos. Me impactó su fortaleza y su actitud: no temen al ser humano. Se acercan. Son curiosos. Eso crea una conexión inesperada. Te reconcilian con lo salvaje. Aprendí con ellos que la naturaleza no es un enemigo, sino algo que admirar y cuidar. Son monógamos y cariñosos con sus crías. Se dan calor adoptando la posición de la tortuga, abrazados en grupo para calentar a los polluelos en el interior de un círculo. Los adultos cambian de posición en el exterior para disfrutar por turnos del calor.

La vuelta al mundo en seis pasos

Jacquet ha grabado durante tres años imágenes terrestres y acuáticas, editadas ahora en un impactante juego de luces y sonidos que ofrecen un memorable viaje inmersivo por el séptimo continente, cubierto de hielo en un 98% de su superficie. El periplo concluye en el Polo Sur, coronado por un vértice geodésico que se rodea en seis pasos y unos segundos, lo que supone dar la vuelta al mundo.

El fabuloso viaje parte de Chile, del Cabo de Hornos, el punto más meridional de América. Los visitantes esperan en el muelle el barco de su aventura antártica. Surcan un bravío mar y desembarcan en el interior de un iceberg «donde sientes la conexión con el hielo a través de un juego de espejos y sonidos», según explica Clément Carriere, máximo responsable de de GIGA. Se ocupa luego de la fauna, de los pingüinos, focas o leones marinos de la superficie. Las inmersiones a 120 metros bajo el hielo revelan un mundo tan majestuoso como frágil, y en gran partes inaccesible habitado por ballenas, peces de hielo sin hemoglobina, y especies únicas, como el cerdo, la araña o la mariposa marina. Los sobrevuelan petreles, albatros, cormoranes, salteadores y gaviotas.

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