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Zancudos, pegasos y música triunfal elevan al Olimpo a Tropas y Legiones de Cartagena en su gran desfile
Entre marchas marciales y más pausadas, el cortejo deslumbró gracias a un animado elenco donde no faltaron festeros venidos de Caravaca y de Linares
El sábado amaneció en Cartagena con un aire solemne. Al mediodía, frente al monumento funerario romano de Torreciega, coronas de flores reposaron en memoria de los caídos en la batalla de Qart Hadast. El sol caía sobre las piedras antiguas, mientras el silencio respetuoso se mezclaba con el rumor de quienes saben que la fiesta también tiene momentos de recogimiento. El Ayuntamiento había acondicionado el espacio para la ocasión, y allí se vivió el primer latido de una jornada que terminaría teñida de música, color y confeti.
Cuando la tarde apenas comenzaba a declinar, las calles se convirtieron en escenario. A las 18.15, quince minutos antes de lo previsto, arrancó el desfile general desde la plaza del Ayuntamiento. La ciudad se entregó al espectáculo: la calle Mayor vibró bajo el paso solemne de los primeros guerreros, la Puerta de Murcia se engalanó y, al llegar a la calle del Carmen, un rincón especial esperaba en silencio. Allí, en la recién estrenada zona sin ruido, se escuchaban solo los aplausos y las sonrisas, un gesto de inclusión que abrió la fiesta a todos.
El desfile avanzaba como un río de historia en tres oleadas. Primero los que caminaban con paso lento, como los Guerreros de Uxama, recordando el peso de las antiguas marchas. Después, el ritmo crecía con cada tropa, con cada legión, hasta desembocar en la velocidad y la fuerza de los Extraordinarii, que cerraron la procesión con pasmosa energía y marcialidad. Frente a la tribuna de autoridades, en la Puerta de Murcia, la legión Universitas hizo una pausa: los gladiadores aparecieron, el choque de espadas resonó y la plaza se convirtió por unos instantes en un anfiteatro.
Este año, los viejos carros de fuego dejaron paso a la sorpresa. Entre los tambores y las trompetas surgieron figuras inesperadas: zancudos que parecían tocar el cielo, un pegaso blanco de cuatro metros, batiendo alas de fantasía, y músicos que arrancaban sonrisas al público. Una empresa de Lorca puso el sello creativo, pero fueron los propios festeros quienes dieron vida al espectáculo.
Desde Linares llegó la música de otra época. Hasta 180 personas, vestidos de romanos, con su princesa Himilce al frente, llenaron Cartagena de notas y de historia compartida. Por las calles sonaban sus instrumentos antes incluso del desfile, recordando que la hermandad festera no conoce fronteras. A ellos se unieron las comparsas de Moros y Cristianos de Caravaca de la Cruz, municipio invitado de este año, que abrieron la marcha con su media luna y sus armas de Castilla.
Tres carrozas coronaron la tarde. La romana, con Escipión y Emilia Paula, avanzó con la dignidad de su Senado y pueblo, escoltada por la banda de Linares. Tras ella, las dos cartaginesas llevaron a Aníbal e Himilce, primero los pequeños y después los mayores. Al paso de cada tropa y cada legión por la tribuna, estallaba un cañón de confeti en los colores del bando, rojo para los romanos y azul para los púnicos. Lluvias de papel que parecían bendecir el esfuerzo de los desfilantes, que eran aclamados por sus familias.
Cartagena fue, una vez más, teatro vivo de sus propias raíces. Entre las sillas se dejaron ver grupos de amigos de las más diversas procedencias y también algunos grupos de extranjeros que se ponían las botas en las terrazas con mucho ánimo y riego abundante. El desfile general no solo recorrió calles; recorrió siglos, memorias y emociones. Entre homenajes y espectáculos, la ciudad volvió a sentir que en ella habitan dos almas que cada septiembre se enfrentan y se abrazan en la misma fiesta.
Este domingo, las celebraciones llegarán a su fin con el apagado del fuego sagrado, a las 21.30 horas, en el escenario situado junto al campamento festero. Será el último acto oficial de las fiestas, un rito de cierre cargado de simbolismo, que culminará a las 22 horas con un gran castillo de fuegos artificiales.