Tránsito
ATANOR ·
En la evolución de usos y costumbres, se aprecia que el ser humano no rompe drásticamente con la época anterior para dar paso a la ... siguiente. Ocurre algo similar en la naturaleza de la que formamos parte. La parsimonia es el ingrediente sustancial. Hoy, hay algunos empeñados en poner de moda la que denominan disrupción (como si no hubiera ningún término en el diccionario capaz de significar lo que pretenden) y alientan que toda solución pasa por una ruptura abrupta con el pasado. Y no me refiero a ningún aspecto político ni social, desde luego, sino tecnológico, industrial o conceptual.
Ni nunca ha sido así, ni parece razonable que así sea. Lo importante siempre ha sido lograr el objetivo y eso ha requerido audacia y, en casos, arrojo; pero siempre todo ha pasado por ese periodo intermedio, tránsito, en el que el viejo paradigma se ve sustituido progresivamente por el nuevo paradigma. Y, a poco que reflexionemos, todo parece indicar que es lo más razonable, dado que desanclarse de viejos usos y costumbres, pasa por un convencimiento que tiene que llegar a ser colectivo y eso no ocurre en un instante. En gran parte por eso, señalamos, con harta frecuencia que una cosa es un invento y otra una innovación. La segunda no se crea, sino que se siente y para ello tiene que aceptarse que es una ventaja sustancial con respecto a lo que se tenía antes de que apareciera en el mercado.
La preocupación por el medio ambiente va calando, progresivamente, poco a poco, no de forma abrupta. Hoy somos muchos más los convencidos de su delicada salud que hace tan solo cinco años. La preocupación por el medio ambiente conlleva reparar en muchas prácticas usuales, que no son apropiadas para una coexistencia razonable de las generaciones que nos seguirán. El desarrollo industrial nos ha llevado a unas cotas de progreso muy significativas. Pero en gran medida no hemos tomado conciencia de cuáles eran los imputs y los provechos implicados. En el análisis de costes que hacen los economistas, nunca sopesaron la degradación a la que sometíamos a nuestro más preciado entorno. Cuando hoy se introduce este componente nos sorprendemos de hasta dónde hemos llegado que nunca debiéramos haberlo hecho.
La energía nos preocupa en grado sumo. Hoy somos mucho más exigentes que en tiempo atrás, dado que el nivel de desarrollo alcanzado complica la sustitución por fuentes renovables, que tecnológicamente no llegan a ser alternativas para su uso sustitutivo. Parece evidente de que sea así, dado que cuando una tecnología ha llegado a ser madura, ha depurado muchas aristas.
La aviación es una de las fuentes contaminantes de importancia. Sus emisiones de CO2 son muy elevadas, en promedio unos 285 gramos de CO2 por persona y kilómetro. Más de media tonelada de CO2 por pasajero en un vuelo Londres-Nueva York. Se estima que supone un 2% de las emisiones mundiales de CO2, en informes de la Asociación Mundial del Transporte Aéreo (IATA). A efectos comparativo, para el tren se estima una contribución de unos 14 gramos por pasajero y kilómetro, un camión unos 185 gramos, un coche 104 gramos y una moto 75 gramos y un autobús unos 68 gramos, dado que transporta muchos pasajeros. Un ferri emite unos 18 gramos, pero un crucero 251 gramos, aproximándose bastante a la emisión de los aviones.
Cuando se enuncia el objetivo de lograr ser neutro en cuanto al carbono (expresión un tanto sui géneris de este ámbito, pero aceptada como referencia) se quiere decir lo que ello significa, es decir, no necesariamente conlleva el paso de un tipo de combustible a otro alternativo, sino también incluye una práctica que permite lograr ese objetivo. Es la economía la que tiene que lograr ser climáticamente neutra en carbono. Los viajes aéreos están también incluidos. Está bien que soñemos en nuevas fuentes energéticas, pero mientras tanto, algo habrá que hacer con urgencia para que en las próximas décadas se logren los objetivos señalados. No es nada estrambótico que se indique como forma de lograr avanzar (transitar) almacenar el CO2 emitido bajo tierra, mientras los combustibles fósiles estén en vigor. La tecnología se tiene y hace años que en el mar del Norte y en otras partes se deposita. Es una forma de mitigar los costes de operación, caso de incorporar un impuesto por emisiones, como es de esperar, más pronto que tarde.
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