Cómo reducir un 95% la huella de carbono y cumplir con Europa
Una tesis de la UPCT financiada por el Ministerio de Ciencia propone soluciones sostenibles para todo el ciclo de vida de los productos hortícolas
La sostenibilidad en el sector agrario no solo es una tendencia de mercado, sino también una obligación impuesta por las políticas europeas que en ocasiones tienen difícil encaje en un sector principalmente intensivo y exportador como el de la Región de Murcia. Una solución propuesta para resolver el antagonismo de intereses se recoge en la tesis de la investigadora de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) Laura Rasines. La especialista del grupo del departamento de Ingeniería Agronómica ha buscado en su trabajo, publicado este mes, el modo de «optimizar la sostenibilidad medioambiental y económica de la producción hortofrutícola». Esta tesis, de acuerdo con la información facilitada por la UPCT, «identifica estrategias y actuaciones clave para cuantificar y reducir el impacto ambiental y mejorar la eficiencia de los sistemas agroalimentarios». La investigación, financiada por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades sigue un enfoque basado en el análisis del ciclo de vida de los productos hortícolas.
La catedrática de la UPCT Encarna Aguayo Giménez, codirectora del trabajo junto a Guillermo San Miguel Alfaro, de la Universidad Politécnica de Madrid, concreta que lo que la investigación propone son «innovaciones en la gestión de residuos y energía y recomendaciones para minimizar el desperdicio alimentario, contribuyendo significativamente a los objetivos del Pacto Verde Europeo y los Objetivos de Desarrollo Sostenible», desarrollados por la Unión Europea y Naciones Unidas, respectivamente, para lograr un futuro de prosperidad con un reducido daño medioambiental.
Efecto invernadero
La catedrática Aguayo detalla que los sistemas agroalimentarios contribuyen en la actualidad notablemente a las emisiones globales de efecto invernadero, «con una aportación estimada de entre el 21% y el 37%», apunta la fuente académica.
Una de las propuestas apunta a una fórmula de transporte multimodal, que combine ferrocarril y carretera, en los envíos internacionales
En este contexto, la tesis de Rasines establece que las mejoras ambientales deben centrarse en la fase agrícola. En este punto, los investigadores aclaran que el mayor impacto no proviene directamente de la producción hortícola en sí. En realidad, deriva de dos procesos clave: la fertilización mineral o inorgánica y el riego.
En el caso de la fertilización mineral, la contaminación se origina «debido a las emisiones generadas durante la producción de fertilizantes y su aplicación en el terreno». Mientras que la polución ocasionada por la irrigación se explica «por el elevado consumo de energía asociado a las operaciones de bombeo».
Tras haber obtenido el producto, para la fase de postcosecha, «la tesis propone diversas estrategias para mejorar la sostenibilidad, como la incorporación de energía renovable a través de ciclos de absorción con biogás combinados con energía fotovoltaica en la red eléctrica española». Además, sugiere gestionar los residuos hortícolas priorizando su uso en alimentación animal, en lugar de compostarlos, y propone fomentar el uso de envases reutilizables, en lugar de cajas de cartón o madera de un solo uso. De este modo, estima la autora, se «podría reducir hasta en un 95 % la huella ambiental».
Otra recomendación contenida en el trabajo apunta a evitar sobreembalajes, «siempre que no comprometa la calidad del producto».
Incremento de precios
El transporte supone un capítulo clave, particularmente para una actividad tan exportadora como la regional en un momento en el que proliferan las corrientes que apuntan, en dirección opuesta, a un consumo de proximidad. Aquí, Laura Rasines «señala las ventajas de emplear vehículos con combustibles alternativos, como gas natural o híbridos, para la distribución nacional». Y propone «apostar por un modelo multimodal, que combine ferrocarril y carretera, en los envíos internacionales».
El mayor impacto ambiental no proviene directamente de la producción hortícola en sí, sino que deriva de la fertilización mineral o inorgánica y del riego
Los costes medioambientales y económicos de estos procesos también tienen cabida en la investigación. En concreto, se «estima que la internalización de los impactos ambientales directos implicaría un incremento de entre el 12% y el 15% en los precios». La autora reconoce que, en la actualidad, «ningún actor de la cadena de suministro asume estos costes externos, que derivan en su mayoría de los daños ambientales ocasionados durante la fase agrícola».
Durante el proyecto se ha realizado un estudio específico con brócoli en condiciones simuladas de conservación doméstica para abordar el problema del desperdicio alimentario. De ahí se ha concluido la idoneidad de emplear bolsas bioplásticas y mantener el producto a temperaturas bajas (cinco grados centígrados) cuando se pretende almacenar durante más de tres días. Son parte del abanico de respuestas recogidas en el trabajo de la nueva doctora del grupo de Diseño y Gestión en Agricultura de Regadío.