Encarna Aguayo Giménez: «Todavía se tira en torno a un 31% de los alimentos producidos»
La postcosecha y la refrigeración son ámbitos especialmente importantes en la producción agroalimentaria de la Región. La catedrática Encarna Aguayo de la Escuela Técnica Superior ... de Ingeniería Agronómica (Etsia), entidad de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), habla sobre algunos de sus avances.
–¿Qué ramas de investigación imperan ahora en postcosecha y refrigeración?
–Las líneas de investigación más modernas incluyen el uso de sensores inteligentes y digitalización, como los que permiten monitorear las condiciones de conservación en tiempo real durante el almacenamiento y el transporte. En desinfección, considerando que las podredumbres postcosecha pueden causar hasta un 20% de pérdidas, se trabaja en el desarrollo de películas biodegradables o recubrimientos comestibles a base de extractos naturales que retrasan la contaminación microbiológica y la deshidratación. En este ámbito, también se emplean aceites esenciales nanoencapsulados, tanto en la etiqueta del producto como en la propia caja del envase. Además, se investigan métodos de control biológico, que consisten en la aplicación controlada de microorganismos antagónicos a los patógenos. La biotecnología también ofrece nuevas oportunidades al proporcionar variedades mejoradas con mayor resistencia a enfermedades fúngicas y una mejor adaptación al transporte, para contribuir a reducir las pérdidas durante la postcosecha. Entre las tecnologías avanzadas con gran potencial, que aún no están implantadas a escala industrial, se encuentra el uso de plasma frío para la desinfección de cajas, palets y cámaras frigoríficas. También se exploran nuevas formas de mejorar la sostenibilidad ambiental en la postcosecha, con énfasis en la reducción de las pérdidas y los desperdicios alimentarios; la mejora de la eficiencia energética en los procesos de refrigeración mediante la incorporación de energías renovables, como la solar o eólica, y el uso de biogás proveniente de subproductos agrícolas. Igualmente se estudia el empleo de materiales biodegradables y reciclables para el envasado.
–¿Qué cree que vamos a ver dentro de cinco o diez años en este ámbito?
–En los próximos años la industria va a avanzar hacia una mayor automatización. La falta de mano de obra especializada y los altos costos van a acelerar este proceso. Conceptos como la inteligencia artificial, las aplicaciones móviles, los sensores y las cámaras se integrarán de manera avanzada a lo largo de toda la cadena de frío. No solo permitirán detectar de forma totalmente automatizada variaciones en la calidad del producto, sino que también ajustarán las condiciones de conservación. Estos sistemas optimizarán el transporte y determinarán el mercado ideal según la vida útil del producto y la distancia al supermercado. Además, se podrá superponer información en tiempo real sobre el estado de los cultivos y las condiciones de los almacenes, gracias a los sensores desplegados tanto en el campo como en la industria. Esta información será recopilada y procesada por sistemas inteligentes que la integrarán en plataformas de gestión para ofrecer recomendaciones y tomar decisiones basadas en datos. De este modo se podrán realizar diagnósticos tempranos y se posibilitará la gestión preventiva a lo largo de todo el proceso, desde el cultivo hasta la comercialización. Como resultado, no solo será posible maximizar la eficiencia, sino que también se reducirán los impactos ambientales y se mejorará la sostenibilidad de los sistemas agrícolas.
–¿Se sigue sin consumir en torno a un tercio de lo que se produce?
–Sí, lamentablemente, sigue siendo un gran desafío. La pérdida de alimentos representa un 14% (se refiere a la disminución de la cantidad y calidad de los productos durante la producción, manipulación y distribución, debido a factores como plagas, daños físicos, criterios estéticos, entre otros), y el desperdicio de alimentos corresponde al 17% (ocurre cuando los alimentos se descartan a nivel de minoristas, proveedores de servicios alimentarios y consumidores). Así que, entre pérdidas y desperdicios, aproximadamente un 31% de los alimentos producidos se tira, lo que tiene graves implicaciones tanto económicas como sociales y ambientales. Paradójicamente, 710 millones de personas en el mundo siguen sufriendo hambre y malnutrición, mientras que nosotros nos permitimos el lujo de desechar alimentos. Desde el punto de vista ambiental, los alimentos que se desechan han requerido enormes cantidades de agua, el uso de la tierra, consumo de energía y otros recursos naturales, además de generar emisiones de CO2 a lo largo de toda la cadena de producción y distribución. Todo ello resulta en vano cuando estos productos no son consumidos.
–¿Cómo evitarlo?
–Resulta esencial un esfuerzo conjunto de toda la sociedad. Es fundamental para garantizar la sostenibilidad alimentaria y reducir el impacto del cambio climático. En cuanto a la pérdida de alimentos es crucial optimizar los tratamientos fitosanitarios, mejorar la manipulación y la conservación frigorífica en la industria y perfeccionar las cadenas logísticas. Aquí destaco el aprovechamiento de las 'frutas imperfectas' por parte de los supermercados, ya que ahora exigen criterios estéticos muy estrictos, en tamaño, forma y color, que llevan al descarte de más del 20% de las frutas y hortalizas. Es imprescindible fomentar la compra de estos productos 'imperfectos, que son perfectamente aptos para el consumo y que estoy convencida de que los consumidores los aceptarían. Este año, España ha establecido por primera vez un marco legal para prevenir el desperdicio alimentario, centrado en la prevención y la concienciación. En caso de pérdida o desperdicio alimentario, la prioridad será siempre el consumo humano, ya sea mediante donaciones o redistribución. Si esto no es posible, se buscarán otros usos, como la fabricación de mermeladas, piensos o compost. Otro aspecto crucial es el aprovechamiento de los subproductos.
–¿Qué están haciendo en este ámbito?
–Estamos trabajando activamente en tres áreas principales. Una está comprendida por la tecnología de alimentos, en la que empleamos esos subproductos para fortificar alimentos y también elaborar nuevos productos. Otra se centra en cosmética, para lo que hemos creado una 'spin-off' [como se denominan a las empresas derivadas de entidades como universidades] vinculada a la UPCT llamada Biodiverso Cosmetic, que elabora cremas corporales con un 25% de pulpa de frutas 'imperfectas'. Y la tercera área se refiere a la innovación digital. En ella, en colaboración con nuestros compañeros de Telecomunicaciones, estamos desarrollando, entre otras, soluciones de monitoreo y predicción de vida útil de frutas y hortalizas para reducir pérdidas y desperdicios de alimentos.
–¿Qué opina de la tendencia hacia el consumo de proximidad?
–Me parece estupendo. Debemos consumir productos de temporada y de proximidad, especialmente en una región como la nuestra, donde somos productores de frutas y hortalizas. No obstante, es importante recordar que España y nuestra región también dependen de los mercados internacionales para comercializar sus productos. En este punto es importante fomentar sistemas de transporte más eficientes y el uso de combustibles alternativos, entre otras medidas. Son prácticas que aportan ventajas económicas y mejoran la eficiencia ambiental.
–¿Cómo se encuentran las investigaciones de la Región en el sector agrario?
–La Región de Murcia ocupa un lugar destacado en el ámbito agroalimentario. Pero el nivel de inversión en I+D sigue siendo insuficiente. Hay que aspirar a una inversión más alta, comparable a la de naciones como los Países Bajos, para avanzar en innovaciones clave. Este año, por primera vez, los fondos operativos de las organizaciones de productores de frutas y hortalizas permiten destinar un 2% de sus ingresos a cofinanciar proyectos de I+D.
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