100 años del Suplemento Literario de LA VERDAD
Arte ·
El artista internacional de Blanca, que alterna dos exposiciones en Roma, ofrece para esta serie del centenario unas obras cargadas de soledad y de silencio que pintó en los 80 en su estancia en Nueva York: «Fui para cinco meses y me quedé cinco años»Hace ya años que Pedro Cano (Blanca, 1944) no se baña en el Segura, pero disfruta contemplando la cadencia de la corriente. Imparable, constante, directa ... a un destino incierto. El azud de Ojós, pueblos y vegas, y al fin el mar... La segunda luna de enero, la madre del pintor llenaba dos tinajas gigantescas con agua del río. La traía en cántaros, y le echaba una bola de cal, y así disponía de ella para cocer en el invierno. Por el patio de su casa en Blanca pasa aún una acequia, a cielo abierto. «Nosotros insistimos en que queríamos dejarla abierta ante cualquier emergencia», advierte.
Nunca en su casa tiraron, aún vendiendo pescado en el negocio familiar, ni una almeja. Pedro Cano, el artista que ilustra hoy la portada de Ababol, la última de la serie de homenajes al centenario del Suplemento Literario (1923-1926) de LA VERDAD, tiene recuerdos vivos de los lugares de su infancia, donde hoy, con 79 años, mira la vida con la jovialidad en la mente, pero sabiendo que el cuerpo cede. En esas mismas acequias ha visto él a los barbos nadar contracorriente.
«¡Cuánto ha cambiado la vida en 60 años!», se sorprende Cano, que propone para este especial dedicado a Juan Guerrero Ruiz una serie de trabajos, «tan pictóricos, tan plásticos, tan neutros, pasteles con manchas, casi arqueólogicos, y llenos de silencio y melancolía, creados junto a una ventana de Nueva York», pues pertenecen a un cuaderno que es inédito, 'Still-Life', apuntes realizados en la enredada metrópolis entre 1984 y 1987. Nueva York, donde vivió cinco años, «aunque fui solo para cinco meses», es un sitio maravilloso, aunque no deja de ser también un nido de soledades. Aparecen en ese cuaderno los trastos de la casa, una regadera, cuatro tacicas, una cafetera («fui cafetero, ya no tomo café casi nunca»), corvillas, cajas con utensilios, baúles... Pedro Cano tiene más de 50 cuadernos como este, repletos de vivencias.
Amigos salvadores
«Allí me salvé porque tuve muchos amigos italianos y judíos americanos, gente que yo conocía y que me echaron una mano siempre. Unos lazos de amistad muy bonitos», recuerda ese tiempo. Estos trabajos que ofrece a LA VERDAD son gráficamente muy atractivos, dice, para reproducir en papel. «Aquí está todo mi mundo... La caja es siempre una incógnita, por ejemplo. Ahora me encantaría pintar estas cosas, y hacer una exposición con ellas. Pero la edad a veces pesa. Creo que la capacidad la tengo, pero ya no puedo hacer las cosas con la misma fuerza. Ya no es igual. Me canso más. Pero sigo pintando».
Este 2023 ha sido un año importante en la vida de Pedro Cano, reconocido con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes a propuesta del Ministerio de Cultura y la Medalla de Oro de Blanca «por su enorme talento pictórico y su incansable trabajo». La Fundación que lleva su nombre y su museo en Blanca han cumplido 13 años.
Además, recientemente ha mostrado en Casa de Vacas en Madrid 'Siete', una evocación de realidades humanas como el sufrimiento, la guerra, la solidaridad, la migración, el trabajo o la infancia, con gran éxito de público; y, además, está participando con 16 acuarelas en la exposición 'Favoloso Calvino: Il mondo come opera d'arte', un homenaje a su admirado Italo Calvino en las Escuderías del Quirinal de Roma que se podrá ver hasta febrero de 2024. El Instituto Cervantes de la capital italiana acoge también estos día su muestra 'Teatros': escenas de teatros de la antigüedad clásica que Pedro Cano ha visitado a lo largo de más de 30 años de viajes por la cuenca mediterránea.
Motivos más que suficientes para seguir con ánimo en ese fluir de la vida que le ha permitido conocer a personajes singulares y estar en los lugares más insospechados. De Henry Kissinger a María Félix, Nuria Espert, Milly o Monica Vitti. De Morante de la Puebla a Víctor Manuel y Ana Belén. Ninguna vida se parece, y la de Pedro Cano, es ciertamente inusual.
La huella en el Museo Meadows
De este cuaderno hay una obra, la de la corvilla, que apareció en un libro que editó el Museo Meadows de Arte de Dallas (Texas, Estados Unidos) en 1988. «Ellos me compraron un libro, 'Italian doors', puertas italianas, que reprodujeron, y editaron [con una introducción de Edward J. Sullivan]. Y, de hecho, aún me quedará alguna perra en Nueva York, que son mías [ríe], pero tengo que ir allí a renovar la tarjeta».
En Nueva York recuerda haber recibido a artistas murcianos como Ángel Haro, Charris y Gonzalo Sicre. «Como siempre, sobrevivir es un problema. Y lo de Dallas fue curiosísimo, porque yo había conocido a una familia de mexicanos que tenían tiendas de música y ella, Herta, pasó por Nueva York a verme, venía de comprar cuadros en Dallas, y me preguntó cómo van las cosas. No tan bien, era la verdad. Ella me dijo que me iba a recomendar a unos amigos americanos. Y, efectivamente, un día me llamaron para verme unos 10 minutos, y estuvieron como cuatro horas, y me extendieron un contrato para que todo lo que hiciera en Tejas lo hiciera con ellos. Entre las cosas se expuso un cuaderno, y me preguntaron si tenía más libros, y tenía como 15 o 20 cuadernos, y desde el Museo Meadows me ofrecieron publicarlos y exponerlos. Yo me vi con 40 años pelados, y pensé que eso no me iba a volver a suceder en la vida. Nueva York era un sitio de paso, lo sabía; estar es muy difícil, y sobre todo pensar que vas a estar en esa ciudad toda la vida».
¿Y qué hay de poesía en Pedro Cano? El artista recuerda que es doctor honoris causa por la Universidad de Murcia a propuesta de la Facultad de Letras. Agarra el catálogo de 'Siete', y empieza a leer uno de sus textos: «Una mujer sale de una habitación, está sola o al menos está acompañada, esa compañía forma parte de su vida. Empieza a amanecer...». Una escena cinematográfica. Y un nuevo día. Sabiendo que el de hoy es más importante que ayer.
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