Lejos de la herencia literaria de su país
Contexto ·
El padre de 'David Copperfield' rompe con las formas y los temas de las Brontë y Austen y se acerca más a Balzac y DostoyevskiIÑAKI EZKERRA
Lunes, 8 de junio 2020, 21:57
La Inglaterra en la que vivió Dickens estaba marcada por los rígidos esquemas tradicionales de la era victoriana y la deshumanización de la industrialización. Esa ... combinación se tradujo socialmente en un marcado clasismo que hacía difícil que los hombres pudieran prosperar solo gracias a su trabajo (el que era pobre estaba condenado a seguir siéndolo) y en un implacable sexismo que hacía de la mujer un ser dependiente del hombre (la felicidad para cualquier chica de condición humilde o pudiente consistía en hacer un buen matrimonio). Esta amarga realidad podía ser encarada con el realismo con el que lo hizo Dickens o con las dosis de azúcar que vertieron en sus novelas algunas escritoras de la época que hoy son de referencia y que llegaron a consolidar un género. Jane Austen murió cuando Dickens tenía solo cinco años y era por lo tanto una autora cronológicamente georgiana, pero sentó las bases de una literatura hecha a la medida de la mentalidad burguesa de la Inglaterra victoriana y poblada de jovencitas casaderas que trataban de conciliar sus intereses económicos con los sentimentales, cosa que no siempre sucedía.
El esquema de novelas como 'Sentido y sensibilidad' (1811) y 'Orgullo y prejuicio' (1813) es el de una madre que ha perdido posición económica tras la muerte del esposo y que trata casar a sus niñas con el mejor partido. En 'Persuasión', la última novela de Austen, publicada en 1818, un año después de su muerte, un oficial de marina debe esperar a ser ascendido a capitán para ser aceptado por la mujer a la que ama. Su destino es más feliz que el de Heathcliff en 'Cumbres borrascosas', la gran novela de Emily Brontë, en la que el pretendiente logra hacer dinero con feos negocios cuando la mujer de la que ha estado siempre enamorado ya está casada con otro hombre. Pese a no responder a esa mentalidad tan estrecha, el mundo en el que se mueven los personajes de Charlote Brontë en 'Jane Eyre' y de Anne Brontë en 'La inquilina de Wildfell Hall' es el de las mansiones aristocráticas y tiene que ver muy poco con el de Dickens. Este llegaría a ser verdadero amigo de otra escritora británica, Elizabeth Gaskell, pero no tendría tampoco muchos puntos en común con ella, que pasó de escribir novelas fuertemente ideologizadas como 'Mary Barton', editada en 1848 y centrada en el obrerismo cartista de Manchester, a 'Esposas e hijas', una concesión directa a lo que podríamos denominar la 'literatura del braguetazo'.
Con quienes sí tuvo más puntos en común Charles Dickens fue con los escritores franceses, preferentemente con Balzac, que coincide con él en algo que es nuevo y propio de su siglo: la importancia que concede en sus obras al dinero. Así, en 'Eugénie Grandet', la avaricia del padre de la protagonista, que lo lleva a ocultar la fortuna que posee ante su propia familia, o la mezquindad del personaje Cruchot des Bonfons, que busca en el matrimonio con Eugénie el puro y grosero interés económico, linda perfectamente con el mundo de Dickens. Como linda con el universo de Dickens, en 'Papa Goriot', el mundo sórdido de la pensión, donde vive el patético viejo que da título a la novela, o la elegancia ética del personaje Eugène de Rastignac que paga los gastos de su viejo entierro. En 'Los miserables', que Victor Hugo publica en 1862, solo ocho antes de la muerte de Dickens, podemos reconocer ecos de este tanto en los personajes nobles como en los malvados, si bien llevados a un extremo trágico que va más lejos del universo dickensiano.
Estamos ante un escritor formado en las fuentes de la literatura picaresca
Patetismo frente a templanza
Algo parecido ocurre con los puntos en común que la literatura de Dickens tiene con la del Dostoyevski de 'Pobres gentes' o de 'Crimen y castigo'. La miseria económica lleva en esas dos novelas a los personajes a unos extremos de patetismo moral a los que no llegan las criaturas literarias de Dickens. En el primer caso, Makar permite que la huérfana Varvara se case con otro hombre para irse a vivir a la estepa siberiana. En el segundo caso, el estudiante Raskólnikov llega a asesinar a la vieja prestamista. Pese a que Dickens no es ajeno a los valores cristianos, la definición dostoyevskiana del corazón humano como «campo de batalla en que luchan Dios y El Diablo» resulta quizá demasiado épica, demasiado metafísica, demasiado atormentada, demasiado rusa para un alma templada y mesurada como la del escritor británico.
En contraposición a esa grandilocuencia moral, Dickens es un escritor formado en las fuentes de la literatura picaresca. Se sabe que en su juventud leyó con gran voracidad el 'Tom Jones' del inglés Henry Fielding así como 'Las aventuras de Roderick Random' y 'Las aventuras de Peregrine Pickle' del escocés Tobias Smollett. En cuanto a la literatura española, se sabe que había leído con admiración el 'Quijote' pero de quien está más cerca su 'Oliver Twist' es en todo caso del 'Buscón', el 'Guzmán de Alfarache' o el 'Lazarillo de Tormes'.
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