Conejos bellos y terribles
Quizá el más famoso roedor literario sea el que Alicia persiguió para acceder a la madriguera que lleva ese «otro lado» desquiciado
Pedro Pujante
Sábado, 21 de octubre 2023, 07:59
Los conejos siempre me han resultado unos animalitos enigmáticos. En ellos descubro una evidente paradoja. Pueden ser suaves y tiernos, pero al mismo tiempo son ... roedores que habitan oscuras cuevas y que pueden extenderse como una plaga. Pueden ser adorables mascotas pero también veloces animales salvajes. Quizá el más famoso roedor literario sea el conejo blanco que Alicia persiguió para acceder a la madriguera que la condujo a ese «otro lado» desquiciado. Metáfora que es retomada en 'Matrix' (1999) para que Neo consiga encontrar el camino que le trasladará, esta vez en sentido inverso, a la salida de la madriguera de la simulación. Frank, el gigantesco conejo de peluche antropomórfico de Donnie Darko (2001), también guía a su protagonista en un terrible viaje de autodescubrimiento mostrándole eventos del futuro.
En 'Caza de conejos' (1986) el escritor uruguayo Mario Levrero, a base de fragmentos, describe un mundo alucinante y divertido, irónico y satírico, en el que los conejos son las víctimas de los cazadores. Pero también hay capítulos en los que el conejo ataca al cazador. El conejo de Levrero es presentado, en ocasiones, como un animal humanizado y peligros, incluso capaz de armar un «impresionante aparato burocrático» para defenderse de los cazadores. Enfrentar, con humor e ironía, a los hombres contra «salvajes conejos» parece una idea antigua.
Ya en la Edad Media se realizaban grabados en los que, valiéndose del humor, mostraban a conejos asesinando a hombres. Estas obras se encuentran en la Biblioteca Británica de Londres. Si el curioso lector está interesado puede rastrear el asunto en el artículo 'The Unbelievable Story of Killer Rabbits in Medieval Manuscript', de Zuzana Stanska. En él se explica cómo los autores de estas obras subvertían la realidad, con carácter carnavalesco y grotesco, y representaban adorables conejos comportándose como sádicos seres.
El tropo del conejo asesino también se ha reciclado en otros relatos y películas, como 'The Night of the Lepus' (1972), donde conejos mutantes gigantes asesinan a quienes se cruzan en sus caminos. O la más reciente 'Bunny The Killer Thing' (2015), slasher finlandés en el que unos jóvenes se ven atacados por un sanguinario monstruo mitad humano mitad conejo de peluche. Una película que juguetea con el terror y el esperpento a partes iguales.
También conejos, de características antropomórficas, protagonizan la serie de cortos de David Lynch: 'Rabbits' (2002). En ella, como si de una sitcom se tratara, aparecen humanos con cabeza de conejo (o conejos con cuerpo humano) que entran y salen de una sala de estar, pronunciando frases incompresibles y enigmáticas. Preguntas relativas al tiempo o a su identidad. A pesar de su estética supuestamente humorística, los oscuros diálogos y la música hacen que estos roedores humanizados nos resulten pavorosos.
Para acabar citaré el libro de cuentos 'Cursed Bunny' (2017), de la coreana Bora Chung, libro que próximamente verá la luz en español también. La historia que da título al volumen trata sobre una familia que se dedica a construir fetiches malditos. Objetos con apariencia agradable que procuran a su poseedor una nefasta maldición. El fetiche protagonista de la historia es una lámpara con la forma de un hermoso conejo, construido para consumar una venganza. Un objeto que encarna una maldición terrible que afectará a su dueño con la destrucción de su vida, de su negocio y de su salud mental.
Pensar que un bello animal esponjoso, suave y blanco tenga el poder de aniquilarte o asesinarte produce un extraño terror. Los monstruos siempre son horribles. Es una contradicción que nuestro sentido de la estética nos impide asimilar de un modo visceral. Cuando la amenaza proviene de un ser tierno y de apariencia inofensiva es fuente de escalofríos, quizá porque en nuestro fuero interno nos negamos a relacionar lo bello con lo maligno. Sin embargo, qué equivocados estamos. Ya escribió Rilke que lo bello no es más que el comienzo de lo terrible.
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