La vulnerabilidad de un patrimonio arquitectónico escasamente protegido
ABABOL invita a cuatro profesionales a reflexionar sobre la necesidad de valorar la arquitectura moderna
Esta semana Murcia ha acogido el XI Congreso DoCoMoMo Ibérico, en el que, como afirma el presidente de la Fundación que lo sostiene, Celestino García ... Braña, se ha puesto sobre la mesa la pluralidad de criterios a la hora de interpretar «este gran filón cultural» que es la arquitectura moderna. En este número de arranque de temporada de 'Ababol', LA VERDAD invita a cuatro de los participantes en este congreso «científico, académico y divulgativo», como matiza el coordinador, Juan Pedro Sanz Alarcón, a abordar algunas de las cuestiones planteadas. Es necesario, como insiste Sanz, que la sociedad interiorice que «una mejor arquitectura es sinónimo de calidad de vida». El doctor arquitecto José Parra, miembro del comité científico de esta edición, aboga en estas mismas páginas por elevar la conciencia social sobre un problema que salta a la vista: la nula conciencia sobre el valor que entraña la arquitectura moderna. Un ejemplo más que desmoralizador ha sido el reciente derribo del edificio de la Central Lechera Murciana, en Monteagudo (Murcia), cuya eliminación del mapa causó no poca sensación de hartazgo y pesar entre los más proclives defensores de un paisaje que cada dos por tres va perdiendo elementos de carácter.
La Fundación DoCoMoMo, señala Parra, «ha puesto el foco en la vulnerabilidad de un patrimonio aún difícilmente asimilado y escasamente protegido». Esta «falta de aprecio generalizado» estaría detrás de la desaparición de muchos de estos edificios, «arquitectura culta y digna de conservación» (García Braña), que requiere de la complicidad e implicación total de las administraciones –sin dudas– para que pueda seguir manteniéndose en pie.
El catedrático de Historia del Arte y de la Arquitectura de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB) Antonio Pizza de Nanno considera que esa «sustancial fragilidad» pone en riesgo el mantenimiento de la composición arquitectónica actual.
José Parra. Doctor arquitecto. Universidad de Alicante. Miembro del comité científico del XI Congreso DoCoMoMo Ibérico
Repensar la herencia moderna desde otras perspectivas críticas
A lo largo de las dos últimas décadas, los sucesivos trabajos de campo y de archivo llevados a cabo para cada uno de los Registros temáticos DoCoMoMo Ibérico –la industria, la vivienda, los equipamientos y la ampliación del inventariado del legado moderno– han puesto de manifiesto el interés de muchos episodios y derivas locales de la modernidad arquitectónica en la Región de Murcia. Construyendo sobre la base de estudios previos que conviene recordar, como los de José María Hervás ('Cincuenta años de arquitectura en Murcia, 1931-1982'), la monografía de Fernando Álvarez sobre Bonet Castellana (1996) o la exposición colectiva 'La arquitectura del Sol' (2002), este esfuerzo de documentación y catalogación impulsado por la Fundación DoCoMoMo Ibérico, de incuestionable valor instrumental, ha contribuido a generar un marco de análisis desde el que abordar las particularidades de aquellos territorios periféricos a los que, habitualmente, el centro apenas ha prestado atención.
En efecto, si algo demostraron dichos registros es que la distancia física a los centros hegemónicos de producción de cultura arquitectónica nunca fue un obstáculo para la introducción temprana de las ideas modernas. En el caso de Murcia o, más concretamente, en el de la arquitectura escolar de Cartagena, por citar un ejemplo, esta circunstancia es evidente décadas antes del conocido desembarco de los denominados maestros en las costas de la región. No obstante, el análisis de esta producción desvela un discurso historiográfico tradicionalmente sesgado en detrimento de las geografías no canónicas, lo que explicaría por qué algunas realizaciones tan excepcionales como la del edifico del Banco Vitalicio de Escario-Vidal-Vives en Murcia (1967-72) pasaron completamente desapercibidas a los medios profesionales de la época.
Por fortuna, en paralelo a los debates académicos, la labor de divulgación y, también, de mediación a todos los niveles con las administraciones implicadas que ha desarrollado la Fundación DoCoMoMo Ibérico, siempre en colaboración con universidades y colegios de arquitectos, ha puesto el foco en la vulnerabilidad de un patrimonio aún difícilmente asimilado y escasamente protegido. Precisamente, esta falta de aprecio generalizado, unida a la especulación, han sido responsables de la desaparición o desfiguración de piezas irrepetibles como la Casa Rubio de Antoni Bonet (1966) y la Casa Catena de Corrales y Molezún (1967), ambas en La Manga, o la vivienda de Miguel Fisac en Mazarrón (1968).
Pero, más allá de la salvaguarda de estas obras, hoy es igualmente urgente revisar el andamiaje conceptual que soporta los relatos hagiográficos de la modernidad y su promoción de determinados estilos de vida para poder entender el conjunto de esta producción en toda su complejidad, desde la problematización de sus narrativas –como el mito de la mediterraneidad– a su impacto actual en un litoral agonizante. En un momento como este, en el que la devastación del turismo de masas y el ecocidio del Mar Menor parecen ser el espejo roto en el que mirar la personal interpretación del paisaje de La Manga propuesta por Bonet, las crisis ecológicas, las voces conservacionistas, el neocolonialismo y, por supuesto, las aportaciones feministas, resultan insoslayables a la hora de repensar la herencia moderna desde otras perspectivas críticas y otros supuestos necesariamente más inclusivos. En este sentido, las preguntas de investigación o sobre las políticas de protección de la arquitectura del siglo XX no solo siguen abiertas, sino que se presentan más acuciantes que nunca: qué, por qué, cómo y, sobre todo, para qué preservar.
Celestino García Braña. Presidente de la Fundación DoCoMoMo Ibérico
Conocerlos mejor, disfrutarlos más y protegerlos eficazmente
No quedan lejos tiempos en que resultaba impensable reconocer valores estéticos a una fábrica o que una iglesia de hormigón pudieran estudiarse en los libros de arte y ser considerados arquitectura culta y digna de conservación. Es muy diferente que algunos expertos afirmaran sus valores y que, aquellos, fueran reconocidos por amplios sectores sociales como, lenta pero inexorablemente, ha venido ocurriendo después.
De ahí deriva una consecuencia lógica: el deseo de que sigan jugando un papel vital en nuestros cotidianos existires. Lo que, a su vez, implica una tarea de protección y conservación en la que están concernidas, en primer lugar, las administraciones públicas pero también la sociedad en su conjunto. Las primeras, por cuanto a ellas corresponde, en último término, la responsabilidad legal; la segunda, porque sin su empuje constante todo compromiso tiende a diluirse. De ello, es buena prueba el hecho de que no todos los ayuntamientos y comunidades autónomas actúen con igual ánimo y eficacia.
Pero toda mirada hacia el pasado se tiñe con las tonalidades de cada presente y, estas, por más que tengan rasgos potentemente comunes, están lejos de la uniformidad. De ahí que los debates sean necesarios y, además, inevitables. Por eso, casi desde el principio de la andadura de DoCoMoMo Ibérico (1993), hemos ido realizando, bianualmente, una sucesión de congresos desde el primero en Zaragoza (1997) hasta este, undécimo, que tenemos la fortuna de celebrar en Murcia.
En cada uno de ellos, orientados según temáticas centrales, han tenido ocasión de manifestarse tendencias analíticas desde la pluralidad de criterios. A su través, estudiosos y profesionales de la arquitectura, la ingeniería, la historia o la sociología, provenientes de Portugal, España y de otros muy lejanos lugares, han venido enriquecido la visión, es decir la interpretación, de este gran filón cultural que significa la arquitectura que vinculamos a eso que se conoce como Movimiento Moderno.
Y, ¿cuál sería la gran particularidad de este Congreso de Murcia? Cuando termine sabremos más de ello. Pero, recientemente, el tiempo en que vivimos ha instalado en nosotros un nuevo paradigma: la dialéctica entre global y local. Y si estas arquitecturas también se han cobijado bajo el titulo de Arquitectura Internacional, resulta muy incitante reflexionar sobre esa condición de territorio particular que significa la Mediterraneidad y qué huellas ha dejado en arquitectos y edificios. Así aprenderemos a conocerlos mejor, disfrutarlos más y protegerlos eficazmente.
Juan Pedro Sanz Alarcón. Doctor Arquitecto, profesor de Proyectos Arquitectónicos de la UPCT y vicedecano del Colegio Oficial de Arquitectos de la Región de Murcia (COAMU
Un cobijo poético a los modos de vida
Existe un amplio acuerdo en nuestra sociedad sobre la pertinencia de un debate general acerca de nuestra relación con el medio natural y el contexto social en el que habitamos. La arquitectura aparece ahí como la disciplina que da cobijo, en un sentido poético y primitivo, a los modos de vida. Es indispensable, por tanto, pensar la arquitectura en su vínculo intrínseco con el medio en el que se inserta. De esta conversación abierta nace la gran oportunidad que ha supuesto la celebración del XI Congreso DoCoMoMo Ibérico en el Colegio Oficial de Arquitectos de la Región de Murcia (COAMU).
Este encuentro científico, académico y divulgativo se ha planteado como un catalizador que promueva una sensibilidad general por el valor de nuestro patrimonio, en este caso moderno, y por tanto reciente en el tiempo. Las diferentes temáticas debatidas en el congreso quieren ser altavoz, de máximo alcance, para concienciar a la sociedad en su conjunto de la preservación y reconocimiento de nuestra arquitectura más cercana cronológicamente. En otros ámbitos culturales está mucho más arraigada la importancia del valor del pasado y el entendimiento de la tradición como fuente inagotable de reinterpretación artística y conceptual. Es por ello que, a modo de manifiesto, las conclusiones del congreso deben fomentar una cultura arquitectónica más amplia que nos lleve a un cuidado generalizado del patrimonio construido.
La arquitectura vinculada a un clima y un contexto socio-cultural concreto tiene su propia identidad. Existen unos invariantes que conforman la memoria colectiva sobre la manera de habitar. Desde las construcciones vernáculas hasta las adaptaciones más contemporáneas de los sistemas arquitectónicos, son cuestiones que permanecen siempre presentes versionándose o adecuándose a su tiempo. La Región de Murcia, geográficamente inmersa en el privilegiado contexto mediterráneo, ha de ser un territorio que se distinga por el cuidado de lo existente y por una nueva arquitectura que se desarrolle al amparo de los mejores argumentos técnicos relacionados con la reinterpretación actualizada de lo tradicional.
Más allá del mito de la arquitectura moderna, el criterio debería centrarse en poner en valor el sentido común. La lupa ha de apuntar a nuestro pasado, repleto de espacios creados anónimamente para vivir en armonía con el entorno. La mejor arquitectura del siglo XX es la que se ha desarrollado mirando por el retrovisor de la historia reinterpretando y actualizandotodos estos aspectos constructivos y espaciales que no permiten otra cosa que vivir mejor. Una mejor arquitectura es sinónimo de calidad de vida. Este atrevido axioma suele cumplirse y funcionar.
¿A qué nos referimos con «una arquitectura con sentido común»? La respuesta es sencilla: aquella que no se convierte en un estéril catálogo de anécdotas y singularidades, sino que propicia, por ejemplo; espacios bien orientados, estancias en las que pueda existir una ventilación cruzada entre fachadas contrapuestas, zonas cubiertas exteriores que permitan su uso en distintas épocas del año teniendo en cuenta el clima benévolo en que nos encontramos; la disposición de elementos de protección solar, la utilización de técnicas y materiales constructivos locales, y un largo etcétera. En conclusión, una arquitectura mediterránea actualizada que base su discurso en la sostenibilidad más lógica, alejada de mecanicismos que vengan a resolver problemas generados por nosotros mismos.
Porches, patios, terrazas, celosías, vegetación autóctona, agua... deben conformar nuestro manual de trabajo dotando de calidad los espacios en los que habitamos. Así lo hizo la arquitectura popular, y así lo hizo la arquitectura moderna que se ha debatido en este congreso. Sirvan de referencia las conclusiones del congreso para mejorar la presente y futura arquitectura contemporánea de nuestro entorno más próximo, dando importancia a saber leer la cultura popular y ser capaces de adecuarla a un léxico y lenguaje actualizado.
Antonio Pizza. Catedrático de Historia del Arte y de la Arquitectura de la ETSAB-UPC
La arquitectura mediterránea como «esperanza»
Cuando se habla de 'arquitectura mediterránea' –lema que tiene una difusión prolífica en el curso de la historia–, en realidad asistimos a una verdadera construcción cultural, en la que la atención se dirige a las tradiciones tectónicas y a las obras definidas «menores», al anonimato de los constructores más bien que a las «firmas» de los autores consagrados, a las sencillas y primarias viviendas de campesinos y pescadores y, finalmente, se esboza un terreno de elecciones proyectuales en el que se privilegiarán la funcionalidad y los lenguajes formales esenciales.
Se puede fácilmente constatar como, sobre todo durante los siglos XIX y XX, el «Mediterráneo» se haya convertido en un mito potente, llegando a estructurar una reconocible actitud proyectual; lo que sucede es que ha entrado a menudo en dialéctica activa y ambigua con otro mito: el de la «máquina», fundamental motivo inspirador de la denominada 'arquitectura moderna'.
En todo caso, la llamada al «Mediterráneo» acabará suplantando la anacrónica noción de «estilo», sostenida por la práctica del eclecticismo historicista del siglo XIX; «Mediterráneo» versus «estilos históricos», entonces: o sea, el afán por lo esencial, por la pureza ética, como válido antagonista del festín embriagador de los ilimitados 'revivals'.
Sin embargo, el mediterraneismo «moderno» en realidad se configura como una síntesis superior: de hecho, aspira a sublimar cualquier enfrentamiento con el mundo de la mecanización metropolitana, valorando una suerte de geografía antrópica, que se sitúa en un ámbito metatemporal. No se tratará no obstante de cancelar de forma engañosa la historia, sino de sobrepasarla; no mediante ideas trasgresivas, sino sancionando principios de «reformas», de atemperamiento con lo existente.
En la composición arquitectónica, dato influyente será –como podemos imaginar– el clima; otro dato ineludible lo constituirá el paisaje: ese paisaje mediterráneo que se distingue, por una parte, por su consustancial fragilidad; y, por otra, por el carácter fuertemente «artificial» adquirido a lo largo de los siglos, llegando a constituir un entorno ambiental profundamente modificado por la intervención humana.
Amplio alcance
En definitiva, el imaginario mediterráneo vertebra un proyecto cultural de amplio alcance, que se divulgó principalmente mediante una idea actualizada de lo doméstico, haciendo hincapié en la conocida tipología de la «casa mediterránea»; paradigma que perfila su identidad a partir de la singularidad de sus interrelaciones con el entorno, del uso de determinado materiales,de una distribución peculiar de los interiores y del recurso –también simbólico– a algunas pautas figurativas; estrategias llevadas a cabo con el fin de satisfacer las instancias básicas de la existencia contemporánea, en oposición polémica a la uniformidad alienante de una civilización urbana mecanizada.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión