Los primeros adulterios
Los orígenes. La Biblia recoge historias de gobernantes poderosos y hombres de Yahvé que sucumbieron a la tentación
PEDRO ONTOSO
Sábado, 13 de febrero 2021, 01:04
La Biblia condena con absoluta claridad la infidelidad conyugal. Es una posición firme y categórica que aparece en muchos de los libros sagrados como un ... pecado contra Dios, pero su rechazo supera los lindes religiosos e invade las conductas sociales porque se considera un engaño inmoral, una deslealtad y una traición a la pareja con un daño muy difícil de soportar. La Biblia recoge la historia de un pueblo, con sus luces y sus sombras, con sus virtudes y también con sus vicios. Con sus pasiones. Entonces era una sociedad muy patriarcal y el adulterio era una gran ofensa, porque lo que estaba en juego era el honor. El del varón.
Se consideraba tan repugnante el engaño conyugal que hasta se castigaba con la muerte. Ahí está la famosa parábola de la mujer adúltera, magníficamente retratada por maestros de la Escuela Veneciana como Tiziano, Veronés o Tintoretto. Se refiere a la trampa que tendieron a Jesús los escribas y fariseos del Templo cuando le presentan a una mujer sorprendida en flagrante adulterio y le conminan a que apruebe la aplicación de la Ley de Moisés, la lapidación. «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra», les contestó, haciéndoles pensar en su propia miseria. Jesús rescata de la humillación y de la muerte a aquella mujer, juzgada con dureza inquisitorial, sin que nadie se acuerde del hombre que ha protagonizado esa relación, y que se va de rositas.
Pero a las tentaciones sucumbieron figuras poderosas y no pocos hombres de Yahvé como se aprecia en numerosos episodios de la Biblia, representados en la iconografía religiosa. En agosto de 2016, en una muestra sobre el barroco toscano en el Palazzo Pitti, una de las piezas más destacadas era una pintura de Carlo Dolci titulada 'Salomé con la cabeza del Bautista'. Se refiere a la decapitación del evangelista en un banquete de Herodes Antipas, propiciada por su segunda esposa, Herodías. La mujer se vengó así de las denuncias del discípulo de Jesús, porque Herodes repudió a su primera esposa para casarse con la mujer de su hermano, Herodes Filipo, tetrarca de Galilea y tío de ella. El primero de los Herodes perdió la cabeza por su cuñada, pero san Juan la perdió literalmente.
Consecuencias dramáticas
El adulterio casi siempre va asociado a consecuencias dramáticas. Como en el caso del rey David, que se quedó prendado de la belleza de una vecina, Betsabé, tras verla bañarse cuando paseaba por la terraza de su palacio. Se encaprichó de ella, pese a que estaba casada con un oficial hitita de su ejército, Urías, que se encontraba en plena campaña militar, y logró llevarla a la cama, probablemente abusando de su autoridad. Pero quedó embarazada. Para cubrir el embarazo mandó traer al marido para que se acostara con ella y pareciera que el niño era suyo. Pero no yacieron juntos. Entonces ordenó que le mandaran a la primera línea del frente y murió en una batalla contra los amonitas. Según el relato bíblico, Dios envió al profeta Natán para que reprendiera a David y anunciarle que su descendiente moriría, como ocurrió. Sin embargo, cuando David se casó con Betsabé le dio otro hijo, Salomón, que se haría famoso por su sabiduría y por construir el Primer Templo de Jerusalén. La historia la recita en una hermosa canción Yasmin Levy, una cantante israelí y española.
Los musulmanes consideran un profeta a Salomón y los eruditos islámicos reivindican a Ismael como cabeza de la genealogía de Mahoma. Ismael es el hijo que Abraham tuvo con una esclava egipcia, Agar, porque su mujer, Sara, era estéril. Fue su propia esposa quien le animó a yacer con su criada por amor. Pero las cosas cambiaron cuando el niño creció. Madre e hijo fueron expulsados de la casa y vagaron por el desierto de Beerseba hasta que apareció un ángel y les ayudó, según el Libro del Génesis. Luego Sara engendró a Isaac y tanto la tradición judeocristiana como la musulmana se disputan quién fue el escogido.
Gemelos con su suegro
Más allá de episodios plagados de purgas, intrigas, deslealtades y ambiciones, la Biblia también recoge la Ley del Levirato, un texto muy peculiar del judaísmo: una mujer viuda que no había tenido hijos se debía casar obligatoriamente con uno de los hermanos del esposo fallecido para asegurar la descendencia. Era una unión ordenada por la Torá para continuar la línea sucesoria de la familia. Pero también se prestó a engaños. Como el de Onán, hijo de Judá (a su vez, hijo de Jacob), maldecido porque evitaba la consumación durante el acto sexual con su cuñada, Tamar. Disfrazada de prostituta, mantuvo relaciones con su suegro, de las que nacieron dos gemelos. No fue adulterio, lo que pretendía era dar descendencia a los hijos de Judá. De hecho, en la tradición de Israel se la considera una santa. Y aparece en la genealogía de Jesús, junto a Betsabé.
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