Juan Luis Montero Fenollós: «El mito de la torre de Babel sigue vivo en este mundo loco de intolerancia e incomunicación total»
Conversaciones de primavera ·
«La marginación de los estudios sobre Mesopotamia en la universidad española es alarmante»Resulta paradójico, cuando menos, que la cuna de nuestra civilización sea una completa desconocida para el común de los ciudadanos de a pie. Que la ... vida y la cultura de Mesopotamia no se estudien como debieran, incluso en las universidades y en las carreras dedicadas precisamente al estudio de la Historia o la Arqueología. Siempre tendremos algún clavo ardiendo al que agarrarnos, como el que representa Juan Luis Montero (Lorca, 1968), profesor titular de Historia Antigua en la Universidad de La Coruña y autor del libro 'Mesopotamia. Historia de la tierra de Gilgamesh' (Erasmus Ediciones), donde este arqueólogo empedernido -que ha participado en excavaciones en Siria, Irak y Palestina- ofrece un didáctico manual sobre la contribución de los mesopotámicos a la historia de la humanidad. «Es importante que se conozca un mundo que es muy interesante pero del que, en general, la gente sabe muy poco», resume Montero, que estudió Geografía e Historia en la Universidad de Murcia. Ilustra el profesor sobre Mesopotamia en su libro a través de una cuidada selección de siete grandes áreas temáticas: el agua, la ciudad, la realeza, la justicia, la escritura, la religión y la muerte. La vida, vaya. Ese viejo refrán de «en boca abierta entran moscas» en realidad es muy, muy viejo. Tan viejo como Mesopotamia. Habrá que dar las gracias a quien lo empleó por primera vez hace más de 4.000 años. En Mesopotamia, claro. Y aclaremos otra cosa antes de seguir: «Los jardines colgantes de Babilonia nunca existieron». Una maravilla menos.
-Resulta que la cuna de la civilización, donde empezó todo, es una especialidad minoritaria dentro de los estudios propios de la Historia Antigua. ¿No debería ser mayoritaria?
-La marginación de estos estudios en la universidad española, comparados además con otros países, es alarmante e inexplicable. Pero es así. ¿Cuál es el problema? Es un poco la pescadilla que se muerde la cola. Es un campo en el que España no ha tenido nunca un peso específico, a diferencia de Francia, Inglaterra o Alemania, y nos hemos incorporado tarde, y al final no tenemos tradición en este tipo de estudios. Y eso hace que seamos muy poquitos los que trabajemos en este campo en la universidad española.
-Pero sigue siendo incongruente que no se le dedique la atención que merece.
-Totalmente, y no tiene justificación alguna. Se explica muy poco en los planes de estudio. Y lo que es peor: en algunos casos, se explica mal. Los especialistas, en muchos casos, tenemos que salir fuera de España para formarnos porque aquí no hay tradición. Y así seguimos.
-¿A dónde fue usted?
-Yo me fui en el año 92 a excavar a Siria gracias a una beca. Y estuve allí trabajando hasta el 2011, hasta que estalló la guerra. Luego trabajé también en el norte de Irak varios años. Y teníamos otro proyecto en Palestina. ¿Qué quiere decir esto? Que la geopolítica que se corresponde con Mesopotamia tampoco ayuda a que vayamos formando becarios o investigadores que puedan avanzar en este campo. La geopolítica también influye en la arqueología, lamentablemente.
-¿Cómo le surge el interés por estudiar este campo?
-Bueno, yo soy de Lorca. Y en Lorca tenemos los famosos desfiles bíblicos, donde hay personajes como Nabucodonosor, Salomón... Personajes históricos del Oriente Antiguo, y creo que eso me debió de marcar desde niño, de alguna manera. Decía 'por ahí va el Nabuco' como quien dice 'por ahí va un amigo'. Cuando llegué a la universidad y descubrí este mundo, pensé que era arqueología con mayúsculas, sin menospreciar el resto. Pero esto, con Egipto, es lo máximo a lo que uno puede aspirar. Y en el año 92 me surge esa oportunidad de irme a excavar a Siria con la Universidad de Barcelona. Cuando llegué y vi el Éufrates, supe que era lo que yo quería hacer.
-Ha hablado de la geopolítica y su relación con la arqueología. ¿Cómo es posible que una zona tan importante para entender de dónde venimos esté tan devastada en la actualidad por la deriva que ha ido tomando la humanidad en esa misma zona?
-Son otras circunstancias. Una cosa es la historia antigua, la arqueología, y otra cosa es la evolución política contemporánea de esa región. Esto, evidentemente, es una mala descolonización que tiene sus orígenes en el final de la Primera Guerra Mundial. Cae el Imperio Otomano, con capital en Constantinopla, y las potencias se reparten el pastel. El futuro Irak, la futura Siria y hasta la futura Palestina. Y se crean una serie de países artificiales, con fronteras discutibles, con independencias que no tienen éxito, con dictaduras al frente, que hacen que lleguemos a la situación actual. Los últimos 30 años en Irak han sido solo conflicto. Líbano... Qué vamos a decir de Palestina con la creación del estado de Israel en el año 48 y los ingleses que se marchan y dejan el conflicto abierto. Una zona convulsa con muchos intereses cruzados. Es muy complicado. Pero nosotros tenemos que ir a un patrimonio que en muchos casos es común. Mesopotamia es Siria e Irak. Y a los arqueólogos nos influye. No somos ajenos a la guerra.
-Una mala descolonización, dice. Y un desprecio absoluto por la historia, entiendo.
-Sí. Desprecio por parte de unos y aprovechamiento por parte de otros. También hay que tener en cuenta a los que se aprovechan de lo ajeno. Muchas mafias internacionales que se han aprovechado de los conflictos, de la fragilidad de la zona, para expoliar patrimonio y llevarlo al mercado negro para venderlo. Como digo en un capítulo del libro, Mesopotamia se muere, se desangra, en el sentido patrimonial. Las tierras mesopotámicas forman parte del llamado Oriente bíblico. Y todo lo que toca la Biblia tiene un atractivo añadido. La ciudad de Ur, la patria de Abraham. Babilonia, que marca la historia del pueblo de Israel con el exilio. Es todo un patrimonio muy seductor y se está expoliando y vendiendo de forma ilegal, nunca vista.
-Cuando no se destruye sin ton ni son por parte de grupos terroristas...
-Sí, los fundamentalismos ya sabemos cómo son. Irracionalidad y barbarie. Aunque esto tiene una doble lectura. Por una lado es la provocación a Occidente, donde hay una sensibilidad por el patrimonio y la cultura. Pero también hay una parte de escenografía, mucho espectáculo cinematográfico. Ellos también expolian. Y se financian con eso. Y permiten a otros grupos que lo vendan porque es una fuente de ingresos. ¿Decapitan las esculturas porque no soportan la cultura? No, porque luego venden las cabezas. La cabeza es más fácil de vender.
-¿Le duele especialmente Palestina con todo lo que está pasando?
-A mí Palestina me duele muchísimo. Me duele en el alma. El conflicto en Palestina no empezó aquel 7 de octubre de 2023, viene de muy lejos. Nosotros estábamos excavando en Siria y nos fuimos por la guerra. Decidimos irnos a Palestina sabiendo dónde íbamos, no somos ingenuos. Estábamos excavando en Cisjordania, cerca de Nablús, en un proyecto conjunto con la Autoridad Palestina. Era un proyecto de cooperación. No solo era excavar, encontrar objetos. También se trataba de implicarse en el territorio con un proyecto educativo y formativo. Era una especie de burbuja dentro del conflicto. ¿Cómo no me va a doler? Tengo amigos y compañeros palestinos con los que no puedo hablar y habíamos creado un proyecto ilusionante, excavando en la primera capital del reino de Israel, fundada en el siglo X a. d. C. Hasta ahora no hemos podido volver. Lo primero es el patrimonio humano, lógicamente. Pero el patrimonio cultural también es importante. Porque son las señas de identidad de los pueblos. Y si todo eso se destruye también es doloroso. Aunque parezca mentira, en Gaza también hay arqueólogos luchando por defender su historia y su patrimonio. Pero la guerra no respeta nada. Y la destrucción del patrimonio no es accidental.
-¿Qué mitos o ideas equivocadas sobre Mesopotamia busca corregir con su libro?
-Bromeo con la idea de que este libro me ha costado 30 años escribirlo. Hace 30 años no podría haberlo escrito. Es el resultado de 30 años de experiencia como arqueólogo y como profesor. La idea es hacer accesible un pasado que se conoce más por el mito que por la historia. Un ejemplo: todo el mundo ha oído hablar de los jardines colgantes de Babilonia. Pues en el libro argumento por qué no existieron. O la famosa torre de Babel, que es el zigurat. Trato de dar una visión renovada. También hay un capítulo interesante sobre literatura popular, con refranes de hace 4.000 años, algunos de una modernidad que sorprende.
-¿Por ejemplo?
-'En boca abierta entran moscas'. Esto está escrito en una tablilla mesopotámica de hace 4.000 años. O, por ejemplo, 'di una mentira, luego di una verdad y esta pasará por mentira'. Es el cuento del lobo. Sabiduría popular. Y así podríamos seguir un buen rato.
-Hablando de la torre de Babel, con el lío de las lenguas, los problemas para comunicarnos y demás, ¿vivimos en una torre de Babel constante?
-Evidentemente. La torre de Babel es un mito, y este mito sigue vivo y en continua construcción. Vivimos en una torre de Babel continua en este mundo loco de intolerancia y de incomunicación total. Y Babel sigue viva. Es algo extraordinario que un mito de hace casi 5.000 años siga vivo y en continua construcción.
-Gilgamesh.
-Este personaje es el primer héroe de la historia. El Ulises mesopotámico. Un personaje extraordinario. Unos siglos después se empieza a escribir sobre él, y es un personaje que no se ha pasado de moda. La epopeya habla sobre la muerte, sobre la eterna juventud. Una quimera. La conclusión es que fracasa en su empresa, ya que pretende ser inmortal, pero al final lo ha conseguido, porque en 2025 seguimos hablando de él. Ha conseguido ser inmortal de alguna manera. Es un héroe imperecedero, un héroe universal.
-¿Qué le ha enseñado Gilgamesh?
-Mucho. Cuando lo leo, y lo releo, porque hay muchas versiones del poema, me transmite la sensibilidad por el arte, por el conocimiento, por la amistad. Para mí, el tema central del poema no es la muerte, sino la amistad. Y este es un valor universal que me parece importante recuperar y transmitir. También la justicia, que para los mesopotámicos era capital, tan bonita como la honestidad.
-Dos conceptos que están muy relacionados, o deberían.
-Sí, pero fíjese hoy en día. Están los dos conceptos un poco en crisis, ¿no? Honestidad, equidad, igualdad, rectitud... eso es la justicia para los mesopotámicos. Evidentemente, usted ve la justicia del siglo XXI y no tiene nada que ver con esto. Los valores son diferentes. Hay que verlo todo en su contexto. Gilgamesh sueña con la inmortalidad, sí. Pero en realidad el poema es un canto a la vida. Porque vida y muerte van de la mano.
-Usted, ¿con qué sueña?
-Con volver a Irak y Siria, por ejemplo, ¿cómo no? Eso significará que la paz ha vuelto a la cuna de la civilización y puedo volver a trabajar codo con codo con muchos amigos y compañeros. Aunque algunos ya no están. Pero al menos seguir difundiendo este patrimonio que es extraordinario y que está en peligro de desaparición. Por eso es importante difundirlo, no solo estudiarlo.
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