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LA BIBLIOTECA DE... LUIS ALBERTO DE CUENCA

«Todo esto es la cartografía de mi alma»

Poeta. Ex secretario de Estado de Cultura. Madrid, 64 años. Junto a 30.000 libros, arbola siempre la bandera de la calavera y las tibias. «Juan Ramón, con quien aprendí a escribir poesía», se da la mano con Catulo de Verona, Bram Stoker, Stevenson...

JULIÁN MÉNDEZ

Lunes, 4 de agosto 2014, 13:22

Todo esto que me rodea es la cartografía de mi alma, la historia de mi corazón». Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) pasea su vista por el universo que ha creado en su piso del barrio de Salamanca («vivo en casa de mi mujer; esta vivienda es mi biblioteca»), un mundo donde se condensa la pasión por vivir, por saber y conocer de este hombre múltiple y poliédrico. Un vistazo a las estanterías donde más de 30.000 volúmenes aparecen perfectamente alineados en filas, bloques, pilas y montones, descubre algunas de las pasiones de este poeta, doctor en Filología Clásica y profesor de investigación del CSIC que dirigió la Biblioteca Nacional y fue secretario de Estado de Cultura con Aznar. Una historia general de piratas, filibusteros y bucaneros, figuras de El Fantasma, el cómic dibujado por Lee Falk, autor también del mago Mandrake; Tintín y Milú, una serie completa de personajes de Astérix procedente de los huevos Kinder, odaliscas cimerias, Long John Silver y su pata de palo aromada al bucán, cuentos de hadas, personajes de la Guerra de las Galaxias, El Señor de los Anillos, una máscara de Guy Fawkes junto a una copia a tamaño real de la Venus de Willendorf, álbumes de cromos de Nestlé de los años 20 y 30 con sus tapas azules, todos los crisolines, los deseados 93 títulos de 'Las obras maestras al alcance de los niños' de la editorial Araluce con títulos como Cuentos de Hoffman, Historia de Sófocles o Tradiciones Iberas, los 15 volúmenes de la colección Aguilar de Agatha Christie, una primera edición de La Regenta de Leopoldo Alas y otra de la Historia Universal de la Infamia, su título preferido de Borges; los rarísimos dos tomos de las Fábulas de Samaniego (de 1832) con todas sus láminas...

«Soy un coleccionista compulsivo, colecciono papel», sonríe. «Leer es la mejor de las operaciones posibles», explica. «Es una vida paralela que ayuda a muchas personas a encarar sus vidas, a conocerse y a reconocerse, como establece la máxima socrática. Mi gusto por la lectura nació con la colección Araluce, una biblioteca de clásicos adaptada para niños. La infancia y la adolescencia son etapas míticas de la vida. Son la auténtica patria que nos acompaña el resto de nuestra vida», asegura.

Habla el poeta con pasión indisimulada de las colecciones, de los cromos que venían con el chocolate, de los álbumes de su abuelo y de su padre, de los que ha hecho junto a sus hijos Álvaro e Inés y sus dos nietos. «Me fascinan. Son una forma de cultura. Porque no hay una cultura popular y otra más elevada. No. Solo hay una forma de cultura que se manifiesta de diversos modos. Hoy esos álbumes, como en general los contenidos que estudian nuestros jóvenes en el bachillerato, han disminuido su contenido cultural», alerta.

«¿Con qué libros viajaba 'cuando era un joven con la vida en llamas'? Un doble volumen de Las aventuras de Sherlock Holmes, en la colección Joya de Aguilar, 1.200 páginas en papel biblia con tapas de piel roja. Y otro volumen de Crisol, El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, de Stevenson. También la poesía de Juan Ramón Jiménez, mi favorito y mi dios protector, la persona con la que aprendí a escribir poesía y con la que entendí qué era la poesía».

Las hadas y los niños

Otra de sus grandes pasiones es la fantasía «colindante» con el terror. «Por un lado está la literatura fantástica que nace en el XVII con la Revolución Industrial. En el marco del hiperrealismo surge la llama de lo fantástico: El diablo enamorado de Cazotte, el Manuscrito encontrado en Zaragoza, las obras de Gautier, Merimée o el Drácula de Bram Stoker. Por otro, la literatura maravillosa, de hadas. Hay que leer esas historias a los niños. Como decía Chesterton, el terror ya está en el mundo; lo adquieren los niños en los genes. Las lecturas de cuentos fantásticos dan a los pequeños armas para combatir ese terror, son su bálsamo. Léanles Grimm, Perrault, Dahl, Sendak...».

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