La Venecia de Richard Stern
La Grande Belleza | Viaje por la Italia más literaria ·
La ciudad bajo el agua del tiempoVenecia surge de la bruma y descubro la huella de autores desconocidos. Henry James, Ezra Pound, Yeats, Lwarence, Richard Stern... A la ciudad le sienta ... bien el final de agosto. Es una época de cambios, sus calles de agua se muestran mutables y sensibles. Los atardeceres se acortan a pasos agigantados. Pasean los hombres y las mujeres por sus plazas como quien teme llegar tarde a una cita. Parece que Venecia está muriendo, pero está lejos del final. Vive, eso sí, en un estado de constante alerta, aletargada. Es la más bella de las moribundas obras humanas. Como un cristal precioso rasgado. Los turistas van retrocediendo, los cruceros buscan otros mares y los canales vuelven a su tránsito de 'vaporetti', entierros y floristas. Llevo toda la mañana buscando el Bicci's, pero el café cerró hace demasiado tiempo. O tal vez nunca existió salvo en la cabeza de Richard Stern.
La ciudad que quiero encontrar la he leído en las páginas de 'Stitch'. He visitado otras veces Venecia pero nunca con estos ojos. Stern es el último superviviente de una generación de artistas que aún creyó en la belleza por encima de todo. Fue el hijo menor de un tiempo excelso, que se sobrepuso a las guerras mundiales, a los cambios de fronteras pero que sucumbió al plástico, a los turistas y a los hoteles. Eso fue lo que mató a Venecia y la dejó en este estado aletargado en el que sobrevive hoy, extenuada, casi sin constantes vitales, pero aún así eufórica cuando el sol se despide desde la cúpula de San Giorgio Maggiore.
En una terraza de la Giudecca leo unas páginas de 'Stitch'. Es un libro arqueológico. Habla de un tiempo que no existe ya, de una forma de entender el arte que ha huido hasta de los museos. Los personajes de la novela de Stern son aristócratas de pensamiento, elitistas de una cultura común desbordante, que se acopla en las plazas venecianas, que se arrima a los mosaicos de oro, a las esculturas de caballos alados de San Marcos y que acelera la muerte de occidente. Así camina Edward Gunther, un ser mediocre que quiere llegar a tocar la puerta del cielo literario, emulando ser un Henry James con hipotecas, vendiendo a su familia para poder sentarse un rato en los cafés de la alta cultura. Pero Venecia lo rechaza, porque la ciudad tiene alma, es engreída y no se deja engatusar por el primer intelectual que llega a Santa Lucia.
Sé que no voy a encontrar la ciudad de Stern, el último gran novelista norteamericano, porque la ciudad ha engullido los últimos recuerdos de aquella época prodigiosa. Stitch es un personaje decadente pero transfigurado, una suerte de Ezra Pound que combina la sutileza con el arte. Ve la muerte de frente y sabe que tiene el rostro de Venecia. El resto de personajes de la novela pululan en torno a él. Imitan su estilo de vida, su alta cultura que le hace estar saboreando un café y referirse a Giotto y Carlomagno con destreza, como quien echa las cartas del tarot.
Parece que Venecia está muriendo, pero está lejos del final. Vive, eso sí, en constante alerta
La ciudad es una tela de araña que atrapa a los personajes. Cierro el libro y espero en la Giudecca un 'vaporetto' con destino a San Marcos. La plaza, en otro tiempo, era el punto de partida de un imperio marítimo que llegaba hasta Acre, en Tierra Santa, pasando por Creta y la costa dálmata. Hoy sobrevive a la 'acqua' alta y a las aglomeraciones. Stitch pasea en la novela de Stern como quien pisa cadáveres de otros tiempos. Debajo de la capa de belleza del 'campanile' está el cuerpo de Aschenbach buscando a Tazio en 'Muerte en Venecia', los últimos 'grandtouristas' que ocuparon la ciudad alquilando palacios renacentista a precio de saldo, los Keats, Byron y Mann de un siglo extinto. Stitch reúne a todos ellos en sus paseos, los convoca a conversar cuando esculpe en piedra y terracota su visión del mundo. A esos mismos lugares me dirijo yo, ahora que la tarde empieza a caer de verdad y las cúpulas de multiplican, mojadas por la laguna. Entiendo que la mejor Venecia posible existió, y para descubrirla hay que dejarse llevar por la escritura de Richard Stern. 'Stitch', una novela íntima, es un mapa a tiempos pasados. El único punto de la ciudad que no está amenazado por sucumbir al agua.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión