Borrar
M. Saura

Drama rural

VACACIONES INFERNALES ·

O de cómo un sueño bucólico pastoril se convierte en la pesadilla campestre de una urbanita

Domingo, 14 de julio 2019

Comenta

¡Ay, menos mal! ¡Menos mal que he pillado wifi! Tres días llevo sin conexión, y estoy que me da algo. Sin echarme un 'whatsapp' al dedo ni un Instagram al ojo, que estarán mis cincuenta y dos seguidores diciendo que a ver dónde se ha metido esta. Ha sido irse Antonio a dar una vuelta por el campo y aprovechar para pirarme y refugiarme en el único bar del pueblo con cobertura. Y es que no puedo más. Encarcelada me tiene.

Mira qué planazo, me dijo el tío en febrero. Casa rural cerca de Orejilla del Sordete, recién rehabilitada y totalmente equipada. Hay que pillarla ya, que luego vuelan. Le dije que sí por no escucharlo, que si no es capaz de estar dándome la turra hasta agosto. Y aquí que nos hemos plantado hace tres días. Yo monísima, hecha una Barbie Campera con todos sus complementos: que si la pamela, que si el vestido de flores, que si el capazo de paja, que si las alpargatas con cuñas. Todo muy rural chic. Ya me veía yo despertándome entre trinos de pájaros y espigas doradas. Bucólica que es una. Y pava. Y crédula. Y santa inocente. Que decía el anuncio que la casa estaba «recién rehabilitada». Sí, como Maradona. Y totalmente equipada. También. La cafetera es la que utilizaban en 'La casa de la pradera', que el cortado te lo tienes que tomar en la puerta del aseo porque no te da tiempo a llegar. La vajilla compuesta por tres vasos de Nocilla, cinco platos de Duralex color caramelo y los cubiertos que te regalaban con el paquete de sobaos. Las sillas y las mesas, más que de estilo provenzal, son de estilo remordimiento. Y las camas, para qué contarte: si pasan los del CSI las luces ultravioletas, tienen más manchas que un dálmata.

Eso sí, mi Antonio está encantado. Como se cree terrateniente, está venga a asomarse al porche, a respirar fuerte y a decir: «Qué aire más sano». Sí, sano y con peste a boñiga, que me viene un aroma por las tardes que me baja el rubio tres tonos. Ya me lo dice mi hermana la bióloga, que las vacas producen más gases efecto invernadero que el transporte. Y más mierda, hermana, y más mierda, que aquí te quisiera ver yo sorteando plastas. He pisado una esta mañana y me he pringado las Castañer hasta las cintas del tobillo.

Encima, me he venido con las manos vacías. Si eso está al lado del pueblo, mujer, para qué nos vamos a ir cargados, me dice el latifundista. Al lado. Treinta y siete kilómetros de curvas, que la primera noche nos acostamos sin cenar porque, para cuando llegamos al pueblo, el único bar ya había cerrado. Y la tienda de ultramarinos con unos precios que ni un supermercado de la calle Serrano. Todo ecológico, eso sí, que las lechugas tienen más bichos que las rastas de un perroflauta.

Pero al terrateniente no le quita nadie la ilusión, que le ha dado por ir a ver sus fincas y aledaños: ayer salimos por el campo, y esta mañana ha querido hacer una ruta por los pueblos vecinos. Las calles empedradas y bien empinadas, comodísimas para mis plataformas (las Castañer siguen inservibles, ya te digo). Y catorce personas en el pueblo. Menos gente que en el palafito de 'Supervivientes'. Que cómo echo de menos la televisión, que esa es otra: aquí solo se ve Tele Orejilla. Presenta las noticias una señora entrada en años pero todavía de buen ver, que tuvo que ser Miss Castilla La Vieja. Y venga a dar buenas noticias: que si se le ha muerto la cabra 'Turista' a Serapio y que si Olegaria ha fallecido a la tierna edad de noventa y nueve años. Teletanatorio, parece. Y un frío por las noches. Y un aburrimiento. Y mi Antonio que si vamos a hablar, que esto nos viene muy bien para volver a conectar. Y yo que con lo único que quiero conectar es con internet. Y él que si hay que ver qué mala follá que tengo y qué poco hago por adaptarme al medio. Me he puesto hasta a leer, fíjate lo que te digo. Una biografía de Celia Villalobos, que empatizo yo mucho con ella. Menos mal que mañana por la noche hay verbena en San Refajo de Cabañuelas, que viene a cantar uno de la novena edición de OT, y yo me coloco las plataformas y mi vestido de flores y me pongo ciega a vino del campo, que aquí no me conoce nadie. Aunque me tenga que potar los treinta y siete kilómetros de curvas a la vuelta.

Y aquí sigo. Sin huellas dactilares me estoy quedando, que eso sí, la falta de contaminación lumínica me ha dado para subir a las redes unas fotos del atardecer preciosísimas. Y todo bien etiquetado: #naturalezaperfecta #respirandoalfin #necesitabaunpocodepaz #volveralonatural. Que yo estaré jodida, pero que no se tienen que enterar los demás. Porque es que esto es un territorio ignoto: le he pedido al Eleuterio un gin tónic de Seagram's con pepino y me ha traído uno de Lirios. Y con tónica Finley. Caducada. Y así todo. Doce días me quedan, doce. Como doce puñales. Va a ser el primer verano de mi vida que se me haga largo. Qué ganas tengo de civilización, de humo de coches y de contaminación lumínica. Y la Nespresso, muerta de risa en mi casa. Esto es un drama. Rural, pero un drama.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Drama rural

Drama rural