La Cuesta de Gos, un 'ultralugar' repleto de dignidad
A lo lejos se divisa el mar Mediterráneo, donde ahora, nos debatimos entre la responsabilidad y la culpa (si es que nos queda algo de ... conciencia). En este tiempo bipolar, la Cuesta de Gos, en Águilas, serpentea hacia el agua que ahoga y reclama al cielo la que le falta.
Este 'ultralugar' es a la vez ausencia y abundancia, tan árido como seductor, no hay término medio y la única escala de grises proviene de los estériles aún a la intemperie, que nos llevan a su pasado minero de finales del XIX, donde la empresa inglesa 'La Reina Mining' no solo reinó sino que perforó y esquilmó esta parte de la sierra costera de la Almenara, generando a su paso una aldea temporal que sobrevivió 'de y pese' a las minas.
La Cuesta de Gos, en su extremismo, es a la vez tierra sometida y madre de destinos insurrectos, especímenes rebeldes que desafían al tiempo y a las leyes de la naturaleza y la economía, como la rareza 'del manzano de Gos', la cuadrilla que aún conserva el baile bolero, la voz arenosa del cantar de Isabel Hernández, un olmo blanco que emerge de un surco imposible en la rambla de los Mayorales, el lirón careto que desafía el zoom una cámara... y al fondo su eterna silueta...
Paco Rabal, de allí viene la genialidad de uno de los maestros de la escena del siglo XX, allí, pese a los frecuentes vandalismos y los mediocres zarpazos a su memoria, permanece su imagen y sus palabras 'la cara al viento aquí junto a la mar que vi de niño...'
La Cuesta de Gos, un 'Ultralugar' repleto de dignidad.
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