Pelillos a la mar

Practiquemos la sinceridad con límites

Lunes, 7 de agosto 2023, 07:42

Cada vez que alguien dice que es «muy sincero» me sobrecoge por todo el cuerpo un escalofrío. Temo a esa gente más que a los ... postres con lactosa y la subida del euríbor (y ya es decir). Después de un «soy la persona más sincera del mundo y siempre te voy a decir lo que pienso», solo sigue un comportamiento egoísta y poco empático. Utilizar la virtud de la honestidad para justificar críticas negativas y comentarios que están fuera de lugar, incluso que pueden ser muy crueles, constituye un comportamiento bastante extendido en nuestra sociedad. Seguro que al lector le viene a la mente alguna persona que encaje en este patrón. Quizá aun el propio lector se reconozca en este patrón (tranquilo, siempre quedará el cambio y la autocrítica).

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Mi látigo no se dirige a las personas que aman la verdad o comparten reflexiones que chocan con lo políticamente correcto, sino a quienes prescindiendo de todo filtro hablan como piensan y causan mucho sufrimiento. Quienes se expresan sin filtro actúan con impulsividad y falta de conciencia. No ponen atención al impacto de sus palabras en los demás y toman a estos como parte del atrezzo, como seres pasivos y no sintientes.

Es curioso que los expertos en sincericidio a menudo sean también expertos en sensibilidad ajena y egocentrismo. Detrás de sus imprudentes disquisiciones a menudo se apostilla un «no te molestes» o «es que yo soy así». Dichas afirmaciones pueden provocar que el otro interlocutor crea que es un sensiblero, que está susceptible o que lo mismo ese alarde de 'sinceridad' no es para ofenderse. Confundir la sinceridad con la insolencia y la impertinencia puede llevar no solo a la aparición de momentos tensos e incómodos, también a la ruptura de relaciones. No existe ninguna razón para consentir el desprecio, la vulgaridad o la crítica hostil. La alternativa no es la inhibición o la censura, sino encontrar un punto medio guiado por la diplomacia, la prudencia y el cuidado.

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