A la fresca

FUERA DE CONTEXTO ·

En un pueblo de Cádiz han propuesto que la costumbre de «sentarse a la fresca a hablar con los vecinos» sea Patrimonio Inmaterial de la ... Humanidad y me pregunto qué hay que hacer para que tengan mi voto. Cuando me pongo en 'modo cuñada' creo que el abanico, el botijo y «sentarse a la fresca» resolverían de una vez por todas el calentamiento global, la sequía, el cambio climático y la paz mundial.

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En esto, como en muchos deportes, hay varias modalidades. La más sencilla es acercarse a un parque o placita y aprovechar los bancos que estén bien situados. Si no caben todos, alguien saca sillas plegables y solucionado. Luego están las que se quedan justo en su acera y sacan sillas, mecedoras y mesa para jugar al parchís. Pero el nivel 'pro' es quedarte en tu propia puerta, sin hacer ninguna concesión, y hablar con los vecinos a gritos de un extremo a otro de la calle o con la carretera de por medio.

Las puertas de las casas se quedan abiertas y si eres curiosa, como yo, puedes ver dentro a un señor viendo la tele, cabreado porque ha subido la luz o Messi se ha ido a París, mientras ellas están a la fresca hablando y riendo a carcajadas o sin decir absolutamente nada, con ese silencio cómodo de los que se conocen de toda la vida. Cuando veo alguna de esas escenas, no puedo evitar sonreír. Es una actividad de bajo consumo, ecológica, sostenible y con residuo cero.

Esas señoras que por puro instinto saben poner su mecedora donde hay sombra y corriente (en plena ola de calor) deberían tener poder de decisión en los gobiernos. Si además llevan los rulos puestos para amanecer con el pelo arreglado sin necesidad de secador, merecen dominar el mundo.

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