A mí, que no me suelen conmover muchas cosas que suelen conmover, sí me están perturbando las imágenes de Gaza en los últimos tiempos. Como ... no se están publicando, al menos las comento. Y no se están publicando porque campa a sus anchas esa nueva forma de dictadura: la de la tolerancia que no tolera nada. Así que, como enseguida sale a escena la cofradía de los ofendidos, hay que narrarlas antes que verlas. Son imágenes de niños filiformes, cadavéricos, con cuerpos de muchos huesos, porque tienen los huesos bien visibles bajo la piel, en zonas donde no debieran ni intuirse, mucho menos verse. Imágenes que nos recuerdan a esas que hemos visto de los campos de exterminio nazis, con personas tan en las raspas que resulta difícil imaginar que pudieran solo respirar y no morir en el intento, mucho menos moverse.
Con todo, no son estas las fotos más turbadoras. Solo hay una cosa peor que el hambre y es el hambre enmadejada con tristeza. Y es que veo llegar imágenes de niños desencajados, abrazados a sus hermanos muertos bajo las mantas o peor, sin ellas, con sus hermanos muertos y rojeando de sangre al lado.
Que los gobiernos del mundo estén permitiendo semejante desmesura es una vergüenza. Que sus declaraciones sean un poquito de enojo y un poquito de protesta, o ni eso, es una vergüenza. La respuesta de Israel al ataque de Hamás es tan descabellada que no se pueden comparar sin caer en el ridículo. Da la impresión de que quieren hacer en Gaza lo que Roma con Cartago, cuando redujo la ciudad a cenizas y plantó sal encima para ser borrada de la faz de la tierra. Y yo me pregunto: ¿qué paz busca Israel? ¿Alguien piensa que los pocos que no sean aniquilados podrán mirar alguna vez a un israelí de otro modo que no sea con odio y asco? No, ellos nunca los verán como sus vecinos, sino como sus verdugos.
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