El circo de los horrores
Un circo de variedades de presupuesto infinito, una horterada de nuevo rico de temática mafiosa que parecía un cruce entre una despedida de soltero y ... una convención de cosplay de millonarios aburridos. Un tributo extravagante a un joven con talento, sí, pero emocionalmente perdido, rodeado de un entorno igual de torpe. Así ha sido el 18 cumpleaños de Lamine Yamal.
Aunque lo peor de este atentado contra el buen gusto está siendo el intento vergonzoso de blanquear lo de contratación de las «chicas de imagen», tremendo eufemismo este, y de personas con acondroplasia. Y no, no me digas que son animadores o magos y que tienen derecho a trabajar. La dignidad del colectivo, perpetuar estereotipos o cosificar a las personas con enanismo no está bien.
Ya es casualidad que todos los animadores tuvieran acondroplasia y todas las chicas unas determinadas características, como su talla de pecho o los centímetros de su cintura.
Que si esto ha sido así toda la vida, que si es joven, que no quiere ser ejemplo de nada... Pues le guste o no los jóvenes le miran dentro y fuera del campo. Por eso, aunque tenga derecho a divertirse, esta no es la imagen que debe dar: no porque esté prohibido celebrar, sino porque la diversión no debería implicar reducir a otros seres humanos a meros adornos.
Por fin la sociedad empieza a afear conductas de este tipo, que servidora, que ya tiene una edad, se acuerda de las fiestas de Ronaldo Nazario y parece que no hayamos avanzado nada.
A los 18 años yo ya sabía que tratar a las personas como trozos de carne estaba mal. Será porque en mi casa me dieron una cosa que no se compra con dinero: valores.
Lamine debería saber que en la vida, como en el fútbol, hay que elegir bien los apoyos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión