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Sarao y emoción en el 'hasta pronto' de La Mar de Músicas
El festival se despide con la fiesta de Sanguijuelas del Guadiana y G5, la hipnótica actuación de Luzmila Carpio y el concierto de Clara Ysé, uno de los mejores de esta trigésima edición
En 'Tan fantástico como la ficción', el texto leído durante la Feria del Libro de Bogotá en junio de 2008 y recogido en esa obra ... maestra titulada 'Frutos extraños', Leila Guerriero, la diosa de la tinta a la que rezo a diario, realiza la siguiente confesión: «Por cosas como esas me gusta la realidad: porque si uno permanece allí el tiempo suficiente, antes o después ella se ofrece, generosa, y nos premia con la flor jugosa del azar». De eso trata, también, la historia de La Mar de Músicas y su trigésima edición. Y de eso ha tratado, también, cada una de estas crónicas. De esperar, observar, tratar de descifrar y entender, escuchar, leer entre líneas y mareas enfurecidas, bucear, respirar, cazar y, finalmente, (tratar de) contar.
Porque la codiciada magia no siempre, ni solamente, sucede sobre el escenario. Y, desde luego, no está completa sin lo que ocurre a sus pies. Sin esa mirada atenta, encendida, entusiasta, excitada. Sin esa mirada agarrada a la hambrienta curiosidad, que dinamita los puentes de la distancia, que aboga por dejarse llevar al lugar al que decida guiarle la persona que, a ras de tablas, ejecuta el enésimo truco.
Sin la forma en la que los cuerpos se activan hasta ser uno solo y, sobre todo, sin esa energía colectiva tan especial que ha marcado, un año más, la inconfundible esencia de este festival. Y lo ha hecho del primer día al último. Ya estamos en la orilla del hasta pronto.
Los conciertos
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Artistas. Luzmila Carpio / Clara Ysé / Sanguijuelas del Guadiana / G5
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Lugares. Plaza del Ayuntamiento / Patio del antiguo CIM / Auditorio Paco Martín /Castillo Árabe
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Clasificación. Bueno / Sobresaliente / Muy bueno / Muy bueno
Ganas de vivir
¿Cómo definir una apuesta segura para poner y mantener en pie al Auditorio Paco Martín durante casi tres horas? Respuesta corta: Sanguijuelas del Guadiana, ilustres recién llegados, y G5, banda formada por, cogemos aire, Kiko Veneno, El Canijo de Jerez, Diego Ratón, Muchachito y Tomasito. Con semejante sociedad de socios ya os podéis imaginar que el fiestón, perdón por el tecnicismo, adquirió el estado de lo inevitable.
Arrancó la joven formación venida de la Siberia Extremeña con una actuación que fue, además de adictiva por una cuestión de puro ímpetu, una rotunda declaración de intenciones. Repasando su estupendo debut ('Revolá') de manera prácticamente íntegra, los Sanguijuelas aprovecharon al máximo la oportunidad y el imponente escenario que tuvieron a su disposición para volcarse en cuerpo, alma y sudor. Rock, electrónica, autotune, pop electrónico y funk para acompañar unas letras donde, honestidad brutal mediante, se agrupan las calles de una España vaciada, los sueños rotos de un futuro esquivo, la búsqueda de un horizonte en calma, las tardes de estío y las noches de invierno. Cuando la inocencia se pierde y al mañana le roban la cartera, puede que la música, si bien no un paracaídas, sirva como avión de papel sobre el que cantar y contar con la fuerza y compañía de Sanguijuelas del Guadiana. Han llegado para quedarse.
Un trepidante comienzo que incendió el ambiente y no pisó el freno, ni muchísimo menos, con la aparición de los G5. Manos arriba, piernas listas para el descontrol, vergüenzas anuladas, gargantas afinadas, sin pasarse, y guasa al frente del pelotón de los fugitivos que no tienen nada que perder. Hemos venido a disfrutarlo, el resultado nos da igual. Un Muchachito y Diego Ratón revoloteando incansables con sus guitarras, El Canijo incentivando la juerga, Tomasito desatado, nada nuevo bajo el sol, y un Kiko Veneno que, aunque estuvo algo despistado, brilló como buen maestro al estar rodeado de discípulos y aprendices de su palabra. Así, el quinteto saltó, de manera casi literal, de 'Tucaratupapi', su lejano debut de 2006, al reciente 'El que quiera dormir que se compre una colchoneta', desplegando su arte para mimetizar la rumba con el rockabilly y el compás flamenco con el despiporre chirigotero en canciones que son saraos en toda regla como '40 forajidos', 'Perdío', 'El cheque' o 'Amilele', las más potentes del repertorio.
El desatado tema homónimo de su segundo trabajo, con lanzamiento de colchonetas al público incluido, puso el broche de oro a una despedida que, sumado al epílogo electrónico firmado por Derek V. Bucle en el Castillo Árabe, no permitió el acceso al respiro. Un corte de mangas al aburrimiento. Un desplante a los posibles achaques. Un pulso ganado a los almanaques. Un adiós de los que dejan, más que huella, una cuenta considerable de agujetas, desinhibidas carcajadas y ganas de vivir. Buena falta hace.
La historia de Luzmila, el prodigio de Ysé
Antes del vendaval, cuando la tarde era corteza y la noche empezaba a ser una promesa, el sábado ya había sido atravesado por dos talentos femeninos tan dispares como Luzmila Carpio y Clara Ysé. Una artista universal y la nueva voz de la 'chanson' francesa. Una leyenda de la música boliviana con más de una veintena de álbumes publicados y una artista que lanzó su primer trabajo largo hace apenas dos años. Toda una vida recorrida y toda una vida por recorrer. Establecidas las principales diferencias entre ambas, vayamos a la principal coincidencia: sus estimulantes directos.
Carpio, insisto, icono absoluto de la música folclórica de América Latina, lideró un encantador ritual en la plaza del Ayuntamiento utilizando para ello el poder de la electrónica, los charangos, la naturaleza y el idioma quechua en busca del denominado 'Tinku Cósmico'. Su voz, cristalina como un río de agua cálida y fuerte en cada acento milenario, nos guio en un viaje evocador hacia una tierra tan, tan lejana que, probablemente, parte de ella habite dentro de nosotros mismos. La introspección al revés. Y el aleteo de un pájaro cantor andino cuya sabiduría, aplicada a los sonidos contemporáneos, supuso una experiencia tan distinta como hipnótica, tan profunda como sugestiva.
La intensidad, en el caso de Ysé, llegó desde el callejón de las almas perdidas de un barrio parisino donde la nostalgia campa a sus anchas, engatusando a los amantes desorientados, cobijando a los corazones de plomo en habitaciones olvidadas y conmoviendo a los fantasmas del ayer con baladas desnudas que se anclan en las venas. Fue el suyo un concierto impecable en la ejecución vocal e instrumental, despiadado en el alcance emocional, arrebatador y arrebatado cuando la tristeza impregnaba los párpados, espectaculares 'L'Étoile', 'Douce' y 'Le monde s'est dédoublé', y liberador cuando la esperanza alcanzaba la piel, siempre erizada, en otras joyas como 'Pyromanes', 'La maison' o 'Lettre à M'. Un prodigio redondeado por el piano de Camille El Bacha y el violín de Sylvain Rabourdin, únicos acompañantes de una Clara Ysé que se coló casi en la prórroga entre las sorpresas más deslumbrantes de una edición cuyo eco revolotea alrededor mientras escribo estas palabras.
Recuerdos
Concluye con una ovación. Redonda, rotunda, implacable. Concluye con una ovación que queda sostenida sobre el mar, que se fija en el firmamento, que se alza sin perder de vista la plenitud de la experiencia. Concluye con una ovación que se mantiene en pie. Que corta el aire, que lo renombra, que lo acaricia, que lo abraza. Concluye con una ovación que rima, por dentro y por fuera, con la canción. Con ese esqueleto tintineante de melodía, instrumento y palabra. Con esa fuerza de la naturaleza, con ese huracán desatado que se puede capturar entre los dedos, con ese animal salvaje que muestra el colmillo afilado antes de lanzarse a la yugular y terminar formando parte del propio espejo. Concluye con una ovación, pero antes estuvieron los conciertos, cuarenta completos y uno que no fue, o que fue a medias, o que casi fue, pero no.
Concluye con una ovación, pero antes vibraron los reencuentros, los debates, las carcajadas, los outfits imposibles, las conversaciones, las carreras, los paréntesis, las lecturas, los apuntes, las madrugadas frente al desafiante e impoluto blanco. Concluye con una ovación, pero antes estuvieron, sigamos recitando sin miedo a la equivocación, la plaza del Ayuntamiento, el patio y la plaza del antiguo CIM, el Auditorio Paco Martín y el Castillo Árabe. Concluye con una ovación, pero antes estuvieron los fuegos artificiales y la noticia de que nos tocará sumergirnos en la cultura de Ecuador, país invitado en 2026. Concluye con una ovación, pero antes resplandecieron, unidas, las miradas que esperan impacientes la llegada del próximo julio. Y del próximo. Y del próximo. Y del próximo. Concluye con una ovación, pero quedan los recuerdos que nacen antes de ser. Los que decoran, como jugosas flores del azar, cada rincón de La Mar de Músicas, el festival soñado que, año tras año, se convierte en la más bella e inspiradora de las realidades.
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