Un recital flamenco de Marina Heredia por las mujeres que abrieron camino

El Festival tiene esa categoría, ese punto ya mítico. Todo es mencionar esos cantes mineros y nombrar ese sonoro, La Unión, para que los artistas se metan en capilla. Por esas tablas han pasado los mejores flamencos y el duende ya conoce hasta sus últimos rincones. La noche del pasado sábado muy mal se tenía que dar para que no tuviéramos un gran recital de cante. Momentos antes de subir al escenario Marina Heredia, en la trastienda conversábamos con su padre, Jaime 'El Parrón', con José Manuel Gamboa y con José Quevedo 'Bolita', que ya estaba rasgueando la guitarra. En eso, que salía del camerino Marina y comenzaba a cantar una y otra vez en ese pequeño semicírculo. La Heredia venía a por todas. El duende ya estaba avisado.

Salía al escenario y comenzaba el recital por alegrías, con la composición 'Los lunares bailan'. Por milongas rendía homenaje al 'Corruco de Algeciras', dedicado a todas las madres. Por siguiriyas se mostraba Marina Heredia poderosa, plena de fuerza, sintiéndose. Acordándose de la tierra cantaba por Levante y piropeaba a la cantaora unionense Encarnación Fernández, a la que no se cansaba de escuchar y siempre encontraba un matiz nuevo, y cantaba la minera que ella popularizó: «Quiero hacer fuerza y no puedo, /siento de la muerte el frío, /quiero hacer fuerza y no puedo. /No me abandones, Dios mío, /porque queda otro barreno/entre el escombro perdío». También se encontraba allí Carmen Linares, a la que describía como su maestra su amiga y compañera, mujer que abrió muchos caminos. A ella le dedicó la Caña, ese cante más propio de hombres, con aromas de Enrique Morente: «Hasta a las personas reales. Viene la muerte y se lleva, Y conmigo no ha podido. Cuando la llamo de veras. Y conmigo no ha podido ¡Arza y viva Ronda!».

Hasta que llegó el momento de lucimiento para los músicos, por bulerías, con el guitarrista y compositor jerezano José Quevedo 'Bolita', con el tema 'La Badila', con las palmas y los coros de Fita Heredia y Anabel Rivera y la percusión de Carlos Merino, que, entre falseta y falseta, subieron los grados de la temperatura flamenca. Tanto, que al volver la cantaora, dijo: «¡Qué, ya la has liado, menos mal que eres pequeñito!». Se acordó de su tío 'Manolete' y de aquella farruca que también bailaba, con ese cante en su memoria.

Marina, pletórica, preguntó: «¿Cómo están? Yo estoy en la gloria». Y a gloria pura sonaron esas malagueñas de El Mellizo y Bernardo de los Lobitos, engarzaos con los fandangos de Graná. También se quiso acordar de Adela 'La Chaqueta', una de las pioneras en cantar por otras músicas: con las letras de coplas, rancheras y boleros en lo que denominamos cuplés por bulerías. Ahí quedaron esos aromas de cantes de 'La Chaqueta', de la gran Adela. Aunque ella prefería que la llamaran 'La Gitana'. Y ya metidos en el cénit de la gran fiesta, por los caminos del Sacromonte y el Albaicín, con ese ritmo y ese compás en el que se ha criado la granaína, se dejó unos tangos de Graná, marca inconfundible de los Heredia.

El público premió el recital y pedía más. La noche acabó por fiestas con otro homenaje a Bambino, al gitano de Utrera, con ese aire de éxtasis entre público y artista: bambineando. Decíamos que el duende siempre está ahí, ya conoce el camino de La Unión, ya se ha subido muchas veces a esas tablas. Pero el duende hay que buscarlo y también incitarlo antes de salir al escenario. Y así lo hizo Marina Heredia.

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