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María Terremoto y la lluvia agitan La Mar de Músicas
La jerezana protagonizó los mejores momentos de una jornada marcada por la suspensión de la esperada actuación de Silvia Pérez Cruz y Salvador Sobral debido a causas meteorológicas
Aunque sea raro, empecemos esta crónica por lo que no fue. O lo que fue a medias. O lo que casi fue, pero no. Séptima ... jornada de la trigésima edición de La Mar de Músicas. Auditorio Paco Martín. Once de la noche. Las luces se apagan. La voz de Belén Rosa de Gea, es decir, La Voz, nos mece con una de sus inconfundibles y preciosas presentaciones: «Sobre el escenario: Silvia Pérez Cruz y Salvador Sobral». Aparecen acompañados de una pequeña banda formada por Darío Barroso (guitarra), Marta Roma (cello) y Sebastià Grisà (mandolina y bajo) y reciben una ovación cerrada que da paso a un silencio sepulcral, a ese nervio enamorado de la impaciencia donde se conjugan las expectativas y las ganas. Silvia y Salvador, Salvador y Silvia, se miran fijamente y empiezan a cantar. Y pasa lo esperado: un hechizo. Se suceden dos temas más hasta que, durante los últimos compases de la deliciosa 'El corazón por delante', el cielo desenfunda y las nubes de colmillo goteante que amenazaban sin descanso con descargar su terrible furia se lanzan a la caza de la desilusión. Suenan chispazos sobre el escenario, se retuercen los gestos, los paraguas se multiplican hasta conformar un tapiz colorido y deprimente y el desenlace se empieza a intuir en un horizonte construido en cuestión de minutos.
Valoraciones
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El Klan de los Dedeté, Plaza del CIM Bueno
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Çantamarta, Plaza del Ayuntamiento Muy bueno,
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María Terremoto, Patio del antiguo CIM Notable
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Silvia Pérez Cruz & Salvador Sobral, Auditorio Paco Martín Sin calificar
Pérez Cruz ruega para que se detenga la lluvia, pero, si ni su garganta privilegiada consigue lograrlo, es que el milagro se antoja literal. «Nos pasó lo mismo en Madrid, tocamos cuatro canciones y nos tuvimos que ir», afirma Sobral. «Paramos diez minutos y vemos si se puede seguir o no», avisa su compañera. Acierta él. Tras más de media hora de espera, cuando las gotas eran más tímidas que temibles, pero los truenos y relámpagos arremetían con su fulgor para anular cualquier tipo de esperanza y activar los peores pronósticos, los cinco protagonistas regresaron a las tablas para anunciar la suspensión e interpretar, a modo de tierna compensación, tres temas desenchufados entre los que destacó una 'Mañana' que, incluso en situaciones así, enamora sin remedio. Y fin. Algunas personas se ponen en pie a modo de agradecimiento por el esfuerzo realizado, mientras que otra parte del público empieza a rumiar esos interrogantes tan perversos como inevitables: ¿de verdad no se pudo hacer más? ¿Realmente era una situación insalvable teniendo en cuenta las previsiones y la poca, por no decir nula, cantidad de agua que cayó durante las siguientes dos horas? Las preguntas se escriben así. Las respuestas, claro, las escribirá cada cual dependiendo del grado de decepción (y conocimientos sobre riesgos técnicos de una situación de este tipo) que atesore su tinta.
Lo que queda, en cualquier caso, es la carga de un regalo empapado. Lo que pesa, en definitiva, es la sombra de lo que pudo ser. Ahora, si no os importa, pongamos a secar la frustración y cobijémonos en el recuerdo de los directos que sobrevivieron.
Seguir la pista
Çantamarta, grupo con ADN venezolano, colombiano y español, hizo lo que hay que hacer en la plaza del Ayuntamiento: marcar un ritmo que desate los cuerpos y encienda los ánimos. Apoderándose del genial lema que los Ezra Collective dejaron registrado sobre piedra en su excelente concierto del pasado sábado, «Dios nos dio pies para bailar», la banda consiguió generar una atmósfera de disfrute contagioso mediante un cálido y dinámico repertorio que saltaba de género en género con la vitalidad de un niño en un valle de charcos. Del frenesí caribeño al velo del R&B, pasando por cumbias, son cubano, boleros e improvisaciones sobre camas elásticas de funk, el de Çantamarta fue uno de esos directos que van creciendo poco a poco hasta dejarte, casi sin que te des cuenta, rendido a sus pies. Acaban de llegar, pero es firme la decisión de seguirles la pista con suma atención. Y a la de ya.
Cumpliendo con su palabra
A continuación, tras caminar bajo los primeros compases de fina lluvia, tocó acurrucarse en el embrujo de María Terremoto, joven cantaora que, con solamente dos discos publicados ('La huella de mi sentío' y el reciente 'Manifiesto'), se ha consolidado como una de las artistas más interesantes de la actual escena flamenca. Mérito extra si tenemos en cuenta que hablamos de un mundo fuertemente apegado a la tradición, factor que empuja al ejército oficial de puristas a poner el grito en el cielo cada vez que uno de los que interpretan como suyos, y solamente suyos, intenta salirse de los límites remarcados en un rancio blanco y negro. Sin embargo, la jerezana, continuadora de una imponente saga familiar de artistas de cante jondo, ha decido ser, ni más ni muchísimo menos, que lo que quiere ser. Lo que siente que es. Lo que le da la gana ser. El precio para pagar solamente lo sabrá ella, pero, en lo que respecta al resultado artístico, la suya es una propuesta que se parte con grandeza entre la ortodoxia y el riesgo sin escudo, la pulcritud y el zarandeo, lo académico y lo salvaje. Seguiriyas, fandangos, tangos y bulerías coronados por la magnética presencia de una artista que pisa las tablas como si pintase las postales de su propio camino. Intensidad constante para romperse la camisa, florecer desde el duelo, descargar con la danza y agitar en el quejío. Un terremoto que cumplió con su palabra.
Lo mejor de un jueves cuya apertura corrió a cargo de El Klan de los Dedeté, formación de hip hop local que, treinta años después de su nacimiento, han regresado para demostrar que todavía tienen cosas que decir y energía de sobra para hacerlo. Así quedó evidenciado en una entusiasta actuación donde estos cartageneros ilustres repasaron al completo su trabajo más reciente, 'Los días contados', combinándolo con otras canciones de su catálogo como 'Mi maestro' o 'Uno de los nuestros', estupendas piezas que lograron que nos olvidásemos incluso del espeso firmamento de carbón que ya reinaba sobre nuestros cabezas. La amenaza fatal de una jornada que terminó marcada por el fantasma de una noche interrumpida. La sombra del concierto que no fue. O que fue a medias. O que casi fue, pero tristemente no. Y que ojalá, tarde o temprano, pueda ser.
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