Esas manos de otro mundo de Niño Josele
Paco de Lucía sonreía poco. Imposible no recordarlo en las tablas del Parque Almansa hace años, con la carga visible de hacer la mejor música ... y el afán vehemente de perfeccionamiento, que le agravaban el gesto. También esa timidez humilde de genio a su pesar. Su heredero en el trono de las guitarras celestiales, Niño Josele, sin embargo ríe casi todo el tiempo, se divierte al lanzarse por los andurriales del flamenco y el jazz. Hace señas a sus músicos, bromea, retoza con los virajes de ritmo del flamenco, con sus recortes y ascensos, hasta con los silencios y la verborrea torrencial que emana de esa fuente inagotable. Esas manos del almeriense son de otro mundo, suenan a manantial resbalando cuesta abajo sobre el liquen, vivo y presuroso. No puedes apartar los ojos de ellas, veloces, precisas, tan seguras de transitar por el sonido más inspirado, la ejecución más limpia, la emoción más luminosa, que puedes reconocer la técnica de un virtuoso, pero con el don de un elegido.
En un homenaje especial de Jazz San Javier a Paco de Lucía a los diez años de su muerte, reunió a dos de sus músicos, Niño Josele y Antonio Serrano, otro superdotado, para invocar al de Algeciras. Hay una hermandad ahí, un hilo que les une, un haz de luz que hace que todo fluya así, como si no pudiera ser de otra manera. Para suerte del público congregado en el auditorio, porque hay música que nunca vuelve a sonar igual.
No llegaron solos. Una percusión acertada de Kike Terrón, iluminado en el cajón. La clarividencia precoz de José Heredia, hijo del guitarrista. El bajo eléctrico de Dani Noel y un inspirado Niño de los Reyes en el baile, intuitivo, con nervio y gracia en movimiento.
La apertura con 'Entre dos aguas' rindió cualquier resistencia, incluso el disgusto vital que pueda generar coexistir en este mundo. Niño Josele iba a compensar pesadumbre alguna que quedara por extirpar con una bulería a solas con el cajón y tres palmeros. Firmeza, precisión, madurez unidas a una predisposición al arte. Para seguir disfrutando, Antonio Serrano se lanzó por las derivas de 'Duende', el tema que Chick Corea tocaba con Gary Burton. El armonicista lo llevó a otra estratosfera, más sutil y enfática, mano a mano con el joven pianista. Técnica y ternura condensadas en minutos irrepetibles de jazz.
San Javier a Paco de Lucía
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José Luis Jaén: Cantante
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Alex Conde: Piano
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José Manuel Posada «Popo»: Contrabajo y bajo
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Paco Rivas: Guitarra
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Juan José «Niño Josele» Heredia: Guitarra
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Antonio Serrano: Armónica
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José Heredia: Piano
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Kike Terrón: Percusión y bateria
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Dani Noel: Bajo
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Niño de los Reyes: Baile
Volvieron de nuevo a Paco para dar aire a su 'Zyryab', en el que todos tuvieron su espacio.
Los dos últimos temas, retornando a Chick Corea, dejaron esa magia del encuentro entre el flamenco y el jazz que tanto gustaba al pianista estadounidense, embrujado con la música del sur.
Especialmente inspirada sonó la versión de 'Papusza', muñeca en romaní, con el que Niño Josele recordó a la primera poeta gitana que vio su obra publicada, Bronislawa Wajs, a pesar de las adversidades de vivir en la Polonia ocupada por los nazis y la oposición de su propia gente. El tema es todo un continente. Recorre ríos de elegancia flamenca y vuela con improvisaciones jazz, entre el repiqueteo de la percusión y el magnetismo de la guitarra del maestro almeriense. Un viaje para dejarse llevar.
La organización entregó al final del concierto a Antonio Serrano el premio del Festival «por su aportación a la historia de la música, su contribución a la música española en el mundo y su presencia a lo largo de la historia del Festival de San Javier», le dijo el concejal de Cultura, David Martínez.
El armonicista, que dedicó el premio a José Ándrés López 'Kino', miembro de la organización fallecido hace pocos días y un apasionado de la música de Serrano, terminó el concierto con un regalo más, una interpretación de 'Spain' para el recuerdo.
En la primera parte de la noche, cantó con su banda José Luis Jaén, cantante almeriense que salpimenta los boleros más clásicos con sus desgarros de soul y esa chispa cítrica del arrebato flamenco.
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