Pedro Piñero: «El éxito de nuestra especie es la agresividad»
Paleontólogo, ambientólogo y director del yacimiento de Quibas (Abanilla)
A Pedro Piñero (Águilas, 1988) 'Parque Jurásico', en 1993, le marcó la vida. Con 5 años, sus padres le llevaron por primera vez al cine ... al estreno «de lo que creían una película infantil: Me aterrorizó. Pero, curiosamente, ese miedo se convirtió en pasión por los fósiles y el pasado». Una pasión que le ha hecho ser uno de los paleontólogos más destacados de su generación –beca predoctoral FPU del Ministerio de Educación, doctor en Paleontología 'cum laude', beca posdoctoral Conicet en la Facultad y el Museo de Ciencias Naturales de La Plata (Argentina), programa Exelencia María de Maetzu en el Iphes (Tarragona), beca Juan de la Cierva y beca Ramón y Cajal–. Una trayectoria que, entre otras cosas, lo ha llevado a dirigir el yacimiento de Quibas del Pleistoceno inferior (Abanilla) y a estrenar, por fin el curso que entra, su puesto como profesor en la Universidad de Valencia.
–¿Qué quería ser de niño?
–Me obsesioné con los dinosaurios y mi padre fomentó esta afición: me llevaba a ver fósiles, museos... Y se mantuvo hasta que descubrí que uno se podía dedicar a esto. Y lo he conseguido.
–Su currículum es impresionante, ¿es fruto de un plan premeditado o la vida le ha llevado?
–Es un plan premeditado. También he tenido suerte con el director que di, Jordi Agustí, que es una persona que motiva mucho y teníamos claro cómo hacer una carrera profesional para consolidarme como investigador, porque no es nada fácil en España. Necesitas un currículum muy potente, hay mucha gente muy buena que tienen que irse del país para fortalecerlo y luego volver. Aquí mucha gente cae porque los contratos postdoctorales son menos que las becas predoctorales, y se quedan por el camino.
–¿Qué es lo difícil?
–Una vez acabas la tesis doctoral, empieza lo difícil: una caminata por el desierto; te puedes desesperar y dejarlo o insistir y continuar. Y esto no es solo fruto del trabajo, sino también de la suerte, quiero decirlo.
–¿En qué ha sido afortunado?
–En que he ido enlazándolo todo, la verdad es que sí. Me ha ido bien en este sentido, pero no sin atravesar momentos de crisis de ansiedad también. Porque cuando ves que se te está acabando un contrato y no sabes si te va a venir otro... lo pasas mal. La ansiedad en los investigadores es más alta que en otros profesionales. Creo que se debe a la inestabilidad.
–¿Qué hizo y no se arrepiente?
–Yo acabé la tesis en 2017 y quise descansar un poquito. Y ese año sabático fue para estudiar el máster de profesorado. Me quería guardar las espaldas (la educación me gusta, me ha gustado siempre), y ahora tengo la posibilidad de ejercerla en la Universidad de Valencia. Estoy muy contento de hacerla compatible con la investigación.
«Nuestra especie es muy eficaz y muy eficiente en su medio para conseguir recursos y, al mismo tiempo, muy destructiva»
–¿Por qué Paleontología?
–Porque me gusta mucho la idea de viajar en el tiempo. En realidad, con los dinosaurios descubrí que existía un pasado que el humano no había vivido. Yo quería saber cómo era ese pasado. Me encantaba imaginarme un mundo en el que no había humanos. Este amor por el pasado me llevó a la Paleontología.
–¿Qué descubrió?
–La importancia de lo que averiguo del pasado para nuestro futuro. Lo he descubierto después, para ser sincero. Yo me metí en esto porque me gustaba montarme en una máquina del tiempo e imaginarme el pasado. Después he descubierto que tiene una aplicación muy importante. La cultura no solamente satisface nuestra curiosidad. Si nosotros sabemos qué ha pasado, cómo las plantas y animales han reaccionado ante fluctuaciones ambientales –cambios climáticos–, por una parte, entendemos cómo estamos y cómo hemos llegado a esta situación; y, por otra, si sabemos cómo los seres vivos reaccionaron en el pasado, podemos inferir qué podrá ocurrir o cómo podrán reaccionar en el futuro. También los humanos, ¿eh?
–¿Quién es su gran maestro?
–En Murcia, Miguel Ángel Mancheño. Él me recomendó fervientemente que estudiase la tesis doctoral con un tal Jordi Agustí de Barcelona, quien luego resultó ser el paleontólogo de vertebrados más importante y más citado de este país. Yo acepté, por supuesto.
–¿Qué es lo más importante?
–Lo he sabido con el tiempo, pero la decisión más importante en mi vida ha sido estudiar con Jordi Agustí. Me ha enseñado todo lo que tiene que ver con la investigación. Es una persona muy generosa con sus estudiantes; da muchas oportunidades. No todos los profesores o investigadores son así. No en vano, prácticamente todos sus estudiantes son ahora catedráticos, profesores de universidad o investigadores en centros de prestigio.
«Cada vez que se destruye la clase media aumentan las desigualdades y viene la inestabilidad»
–Usted es ambientólogo y divulgador científico [autor de tres libros de divulgación y coordinador científico de una colección de 60 volúmenes de Salvat sobre evolución humana]...
–Quizá divulgador es una palabra que me viene grande. Me considero más un investigador que a veces divulga, y me gusta mucho.
–¿Cómo ve el negacionismo climático?
–Hay muchos intereses detrás. No solo las personas conspiranoicas, sino intereses que alimentan esta conspiración a su favor, porque no les conviene cambiar el modelo económico. Y parece que sí tenemos que cambiarlo, aunque a nadie nos guste. Todos estamos viviendo las consecuencias. La cosa es grave.
–¿Hay quién lo pare?
–Parece que hay una ventana de esperanza, pero no se están tomando las medidas políticas a nivel mundial para frenar esto. Habrá países que sí, pero esto lo tenemos que hacer en conjunto. Y la oleada que hay ahora es reaccionaria. No están por la labor.
–¿En qué momento climático nos encontramos en comparación con los ciclos anteriores?
–En el Holoceno. Es un momento interglacial. Ahora mismo, llevamos 11.700 años de fase más cálida. Todos hemos visto 'La Edad de Hielo'. Esa película representa cómo era nuestro mundo hace unos 20.000 años, el momento de máximo frío, máximo glacial. Todo esto es modulado por las variaciones orbitales de la Tierra. Supuestamente, en 10.000 años deberíamos de entrar en una fase glacial, según el mecanismo natural que ha modulado el clima los últimos 2,5 millones de años. Ahora bien, hemos cambiado la composición química de la atmósfera de manera muy acelerada.
–Y ¿por qué ahora es un problema?
–Esos cambios ocurrían a lo largo de miles y miles de años. El problema es que los ecosistemas y el clima se están desestabilizando de manera muy acelerada.
–Y, ¿qué pasa?
–Que no nos da tiempo ni a nosotros ni a la vida a adaptarse tan rápido a estos cambios. Y, al haber cambiado la composición química de la atmósfera, no sabemos a dónde vamos. Sabemos que ahora mismo estamos sufriendo un calentamiento global, pero no si los cambios son tan drásticos que no habrá glaciación. Está claro que hemos alterado más allá de lo que nos podían permitir nuestros ecosistemas.
–Es una visión muy pesimista.
–No quiero ser agorero y, de hecho, en general soy una persona optimista. Pero, claro, conociendo el pasado y viendo lo que está ocurriendo, el futuro no tiene muy buena pinta. Aunque, al final, a la Tierra le da igual todo esto, va a sobrevivir sin nosotros.
–¿Entonces?
–Podríamos pensarlo desde un punto de vista egoísta. Porque, al final, podemos provocar una extinción masiva, pero la Tierra se ha recuperado ya cinco veces y lo va a hacer una sexta. Ahora bien, ¿nos interesa a nosotros pasar por esto? Habrá que hacer una reflexión profunda.
«El futuro no tiene muy buena pinta, aunque a la Tierra le da igual todo eso»
–¿Cuál es su principal reto?
–Como se me acaba de cumplir un sueño, es complicado, pero mi objetivo de futuro es formar una cantera de paleontólogos y paleontólogas en la Región.
–¿Cómo se lo plantea?
–Ya he empezado. Mi idea es, a través de una colaboración con la UMU, dirigir trabajos finales de grado (TFG) y finales de máster (TFM) y despertar vocaciones en ponteciales investigadores jóvenes. Lo estoy haciendo desde hace unos años. Tenemos ya a varios alumnos de la UMU en el yacimiento de Quibas y me han escrito bastantes interesados. Es una cosa lenta, pero es un reto posible.
–Y, ¿el reto de la sociedad actual?
–Que no se destruya la clase media. Cada vez que se destruye la clase media, aumentan las desigualdades y viene la inestabilidad social y económica. Nuestro reto es tratar de preservarla.
En tragos cortos
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Un sitio para tomar una cerveza El chiringuito de la tortuga mora, en la Marina de Cope.
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Una canción 'L'anno che verrà' de Lucio Dalla. Mi pareja es italiana y con ella he descubierto a grandes cantautores de ese país.
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Un libro para el verano 'El hacedor de estrellas', de Olaf Stapledon. El protagonista hace un viaje mental por distintas civilizaciones del universo y se convierte en una profunda reflexión filosófica sobre nuestro lugar en el mundo.
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¿Qué consejo daría? A los estudiantes que quieren hacer carrera investigadora, que saquen la máxima nota posible para poder acceder a una beca predoctoral.
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Un aroma El de inicios del verano en el litoral.
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¿Con quién no cenaría jamás? Siempre he pensado que todo el mundo tiene algo interesante que aportar en una conversación, pero, cómo está el mundo ahora, creo no cenaría con más de una persona.
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¿Quién dejó de caerle mal? Si hablamos de alguien conocido, Richard Gere después del discurso en los Goya. Pensaba que era una persona más superficial.
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¿Le gustaría ser invisible? Hace poco tuve una pesadilla en la que era invisible y me desperté muy angustiado, así que prefiero que no.
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Si volviera a nacer elegiría Astronomía, que es la otra ciencia que te permite viajar en el tiempo.
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¿Tiene enemigos? Enemigo quizá es una palabra fuerte, pero la investigación es muy competitiva y es fácil que se despierten conflictos de interés.
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¿Qué es lo que más detesta? La prepotencia y las teorías conspiranoicas anticientíficas.
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Un baño ideal La playa de la Galera, en Águilas. A primera hora, está cristalina.
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Un sueño cumplido Conseguir el contrato Ramón y Cajal; mi estabilización laboral.
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Una pesadilla recurrente. Que discuto con gente a la que quiero mucho.
–¿Cuál considera la clave para generar vocaciones científicas.
–Divulgar los resultados de tu investigación y llegar al máximo número de gente posible, sobre todo empezando desde los más jóvenes, los niños. La clave está en que sepan que existe la ciencia y disciplinas muy variadas. Es un camino difícil, pero se puede. España ahora, aunque podría tener más inversión en ciencia, sí que tiene rutas para poder estabilizarte como investigador y vivir de ello.
–¿Tenemos investigadores y científicos para exportar?
–De sobra no. Los investigadores hacen falta en un país.
–Pero, ¿hay talento de sobra?... porque se van fuera...
–Más que talento de sobra, hay contratos de menos. Está bien irte unos años fuera y aprender. Eso es acertado que España lo impulse. Pero la gente quiere regresar a su casa, a su país, ¿no?
–¿Por qué recuperar ese talento?
–La inversión en investigación, aunque no sea a corto plazo, aumenta el PIB. No habría crecimiento si no hay inversión en ciencia. Aunque no se ve en un plazo de cuatro años. La investigación es lenta, pero la ciencia también puede producir más barato.
–Es coautor de un libro sobre la sexta extinción. ¿Qué es?
–Todavía no está aceptada por toda la comunidad científica porque las extinciones masivas han sido en su mayor parte en elementos acuáticos. Pero sí hay una extinción masiva en elementos continentales y los primeros afectados han sido los mamíferos.
–Si consideramos que estamos en una sexta extinción, ¿en qué momento se sitúa su inicio?
–Todo comienza con la dispersión de 'Homo sapiens', nuestra especie: muy eficiente y muy eficaz en su medio para conseguir sus recursos. Y, al mismo tiempo, muy destructiva precisamente por su gran capacidad de éxito. También hemos alterado con nuestra expansión los ecosistemas a través de los incendios. Por ejemplo en Australia, poco después de que el humano llegara hace unos 5.000 años, el 90% de los mamíferos de gran tamaño se habían extinguido. En América, pasó lo mismo. Es 'La Edad de Hielo' [sonríe], todo eso está extinto. Y se debe a nuestra agresividad como especie.
–¿Nuestro éxito ha sido nuestra agresividad contra el medio?
–Claro que sí. Sí, sí. En realidad, todo esto empezó en el Neolítico, desde que comenzamos a domesticar animales y a cultivar plantas. Ahí comenzó y en eso estamos.
–Tuvimos éxito.
–Brutal... Resumiendo muchísimo, llegamos a la revolución industrial. Y ahora estamos en la revolución de la IA. Todo esto es muy acelerado. Piensa que el Paleolítico ocupa el 96% del tiempo de nuestra existencia; pero, desde el Neolítico hasta ahora, ha habido una revolución brutal. Hasta el punto de que estamos cambiando el clima de la Tierra.
–Esto no lo había hecho ninguna especie hasta ahora.
–Bueno, hubo un momento,... muy cerca del origen de la vida, en el que la atmósfera no tenía casi oxígeno y organismos fotosintéticos liberaban oxígeno (una toxina para el resto de seres vivos). Hasta que colapsaron la atmósfera de oxígeno. Esa fue la primera gran extinción: animales microscópicos cambiaron el clima.
–¿Esa qué extinción sería?
–No cuenta. Aunque debería. Inferimos que tuvo que haber una extinción masiva de microorganismos, pero como es muy difícil su fosilización no ha quedado registro; de las otras sí.
–¿En qué se nota más ahora?
–Sobre todo en la desaparición de insectos, su extinción es masiva. Esto sí que es preocupante. Y se están acidificando los océanos: los organismos que construyen sus conchas con carbonato cálcico se disuelven y desaparecen también.
–El Sureste ibérico es un punto caliente de biodiversidad. ¿Cuál es la causa, que no se enfría ni se calienta mucho?
–Es eso de hecho. El Sureste es un refugio ecológico. Lo ha sido durante el Pleistoceno. Mientras que Europa se congelaba en las fases glaciales y desaparecía la vida, los animales y plantas, adaptados a condiciones más templadas, iban a zonas que se acomodaran más a sus condiciones de vida.
–Como era más lento...
–Sí. A lo largo de miles de años, como estaban muy a gustico, se aislaron y se originaron endemismos. Esto, una fase glacial tras otra y otra, dio lugar a una riqueza extraordinaria en cuanto a biodiversidad. Entre ellas, nuestro querido lince ibérico, que se originó hace alrededor de 1,8 millones de años, cuando decidieron no atravesar los Pirineos durante miles de años.
–¿Cuál sería su eureka en Quibas?
–Somos antropocéntricos, ¿qué le vamos a hacer? Encontrar un resto humano en Quibas, que es posible, sería un eureka. Pero si fuésemos linces y no humanos, Quibas sería nuestra Atapuerca.
–La ciencia revoluciona conceptos muy asentados, como las capacidades de los primeros homínidos.
–Nuestra capacidad cognitiva, intelectual, es la misma desde que somos 'Homo sapiens', hace 300.000 años. Si nosotros volvemos a la máquina del tiempo, vamos a hace 300.000 años, traemos un bebé y lo criamos en nuestra sociedad, podría ser astronauta. La ventaja que tenemos es el tiempo, la cultura acumulada, sobre todo desde que tenemos escritura; nos ha permitido evolucionar más rápido.
–¿Cuál fue su mejor verano?
–Los de mi infancia, que eran muy bonitos, con mucha ilusión y duraban muchísimo: yendo a la playa a diario, conociendo a gente de fuera... Me gusta el pasado y también soy nostálgico.
–¿Playa o montaña?
–¡Playa, por supuesto!
–¿Qué recomienda a los jóvenes?
–Que vayan con menos prisas, porque creo que vivimos en un momento de redes sociales y de lo inmediato y es bonito disfrutar también del aburrimiento, porque despierta nuestro ingenio. Que se relajen un poquito, que, si se pierde el tiempo, no pasa nada.
–¿Tiene casa?
–Estoy buscando alquiler en Valencia, porque ahora mi pareja y yo nos trasladamos allí. Y..., ostras, está la cosa complicada. Yo pensaba que siendo investigador iba a tener resuelta mi vida y resulta que la cosa se complica.
–¿Cómo vive la conciliación?
–Como me dedico a algo que me gusta mucho y mi profesión me permite elegir mis tiempos, la vivo muy bien. Veo a otras personas que sí que les cuesta realmente conciliar.
–Trabajar en su pasión, a veces, es una trampa.
–Es una trampa también, es verdad. Pero ahora estoy en una fase de vida muy motivada, aunque pasé por un momento desmotivador antes de conseguir la Ramón y Cajal el año pasado. Me decía: 'No sé si merece la pena seguir o no a pesar de lo que me gusta, porque no quiero seguir viviendo con este nivel de estrés'. Pero ahora me he relajado. Cuando conseguí la beca engordé 5 kilos porque el estrés te mata.
–¿Por qué machismo y homofobia crecen entre los jóvenes?
–Creo que se están equivocando de objetivo. No están entendiendo el origen de sus problemas. Es normal que los jóvenes estén desesperados: quieren trabajar, quieren poder tener una vida bonita y, claro, con las complicaciones que estamos teniendo, es difícil. Si a esto se suma que las fuentes de información a las que acuden no son las más adecuadas y que se dejan influenciar por ciertos discursos fáciles de entender para ellos... Blanco y en botella. No están centrando la atención donde deben porque, a lo mejor, el problema no está en que las mujeres quieran conseguir la igualdad o que los homosexuales, bisexuales... quieran tener una vida libre, sin prejuicios. Se están equivocando. Estos son los discursos del odio. Su frustración la están visibilizando de esta forma. Por suerte, no todos los jóvenes.
–¿Alguna propuesta para acabar con el turismo depredador?
–Creo que ya no va a hacer falta porque el cambio climático va a tener sus consecuencias en esto. Lamentablemente, lo estamos viendo.
–Una mentira que le gustaría que fuera realidad.
–El precio del alquiler es barato. Ahora tengo que alquilar y madre mía los precios. Pero están locos, es que nos quitan el poder adquisitivo.
–Algún vicio confesable.
–Me gusta echarme la siesta.
–El mayor relax es...
–Me encanta la playa, pero la montaña me relaja mucho. Cuando hace mucho calor, nos vamos al fresquito. Si escucho un río, por ejemplo en la sierra de Cazorla o en los Pirineos, me relajo mucho, más que en la playa. La montaña es más solitaria.
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