Maravillas Hernández: «Vivo modestamente de mi profesión; sé lo que es que unas veces te cueste más que otras llegar a fin de mes»
«Juego al pádel con las amigas. Pádel y después cervecita hacen una combinación estupenda»
Ha hecho historia. Maravillas Hernández (Cehegín, 1967) es la primera mujer decana, en sus 183 años de existencia, del Ilustre Colegio de la Abogacía de ... Murcia. Su candidatura logró 1.868 votos, la del otro candidato, 605. El trato con ella es exquisito. La entrevista es en su despacho.
–Enhorabuena, impresiona ver la galería de retratos de señores hechos y derechos que le han precedido en el cargo desde siempre y hasta hoy.
–Muchas gracias, la verdad es que estoy muy feliz.
–¿Ha pensado ya a qué pintor le encargará usted su retrato cuando toque hacerlo?
–A mi paisano Nicolás de Maya, lo conozco desde que empezó a pintar y es excelente como pintor y como persona.
–La familia.
–Soy la mayor de cinco hermanos, y el único chico es el más pequeño. Mis padres lo pasaron mal para que estudiáramos, sobre todo cuando nos juntamos tres hermanas haciendo las carreras en Murcia, algo prácticamente insostenible económicamente. Mi padre, agricultor, y mi madre cocinera en un colegio, un trabajo con el que estaba encantada. Los cinco hermanos nos hemos criado en ese colegio, con mi madre haciendo allí de cocinera y de madre.
–¿A quién le da las gracias?
–Don Gaspar de la Peña me abrió las puertas de su despacho; en mi familia no hay abogados. Me presenté ante él, me preguntó que cuándo quería empezar y yo le dije: '¡Ahora mismo!'. Me pidió que hiciera un informe jurídico sobre la viabilidad de un asunto, lo hice, lo leyó y me dijo: 'Puedes quedarte'. Me pagó la colegiación en Murcia, Cartagena y Lorca y estuve trabajando con él ocho años, hasta que me quedé embarazada.
–¿Y a partir de ahí?
–Pensé en la conciliación, porque aquí en Murcia no tenía familia, mientras que en Cehegín tenía a mis padres y a mis hermanos. Allí monté mi despacho, primero en un local que mi madre tenía alquilado, y después en otro que compré con una hipoteca que, afortunadamente, hemos terminado de pagar este año. Un despacho pequeñito, porque yo vivo modestamente de mi profesión; sé lo que es que que unas veces te cueste más que otras llegar a fin de mes.
«Mi padre, agricultor, y mi madre, cocinera en un colegio, un trabajo con el que estaba encantada. Los cinco hermanos nos hemos criado en ese colegio, con mi madre haciendo allí de cocinera y de madre»
–¿Qué han visto sus compañeros en usted?
–No lo sé, le digo la verdad. Cuando me lo he planteado, he pensado que puede que haya tenido que ver el hecho de que desde que empecé a tener responsabilidades en el Colegio [con el decano Pedro Luis Sáez como diputada séptima, encargada de la deontología profesional], he ayudado siempre a todo el que me lo ha pedido. Y creo que eso mis compañeros lo han valorado; a mí me cuesta trabajo decir que no [sonríe], y ahora empiezo a darme cuenta de que eso puede ser un problema, y más cuando se trata de echar una mano a todo el que te lo pide.
–¿Qué tiene aunque pueda parecer lo contrario?
–Genio, tengo bastante genio, lo que pasa es que, en este momento de mi vida, me he dado cuenta de algo para lo que los años y la experiencia es fundamental: la importancia que realmente tiene escuchar al otro, estar dispuesta a escuchar, y más todavía cuando se trata de tomar decisiones. Yo escucho mucho, pido opinión, reflexiono y luego tomo una decisión, procurando que sea justa y razonable y, siempre, asumiendo que no estoy en posesión de la verdad y que puedo equivocarme.
–Los deportes.
–Me encantan; ya de niña lo mismo jugaba al voleibol que al balonmano que al fútbol que al baloncesto, y me encataba jugar lo mismo con chicas que con chicos.
–¿Y ahora?
–Juego al pádel con las amigas [sonríe]. Pádel y después cervecita hacen una combinación estupenda. Y me encanta también salir a caminar por el monte y por el casco antiguo de Cehegín.
–¿Fue tímida?
–No, lo que he sido siempre es prudente, aunque alguna vez me echaron de clase por defender a alguna compañera. Me cuesta trabajo estarme callada cuando veo una injusticia, me cuesta no saltar.
«Juego al pádel con las amigas. Pádel y después cervecita hacen una combinación estupenda»
–¿Qué reconoce?
–Tengo un pésimo sentido del humor. Soy una persona más bien seria, afable y yo diría que servicial, pero seria.
–Pues no parece que no tenga sentido del humor.
–Cuénteme un chiste y verá.
–Ya si acaso mejor otro día, no estoy yo hoy para chistes.
–[Risas]
–¿No tuvo más vocación que la abogacía?
–Desde siempre quise estudiar Derecho porque quería defender a la gente de las injusticias. Durante un tiempo me plantee ser juez, pero terminé harta de estudiar y me dije, 'tres años más para la oposición y muero' [sonríe]. Y en cuanto empecé a ejercer vi que eso era lo que había querido hacer siempre: ayudar a la gente.
–Los primeros casos.
–Defendí a unos gitanos a los que se acusaba de haber robado unos conejos, con el agravante de escalamiento; me fui al lugar de los hechos [sonríe] y fotografié el bajo y pequeño muro por el que supuestamente habían escalado. Me acompañó Paco, mi marido, que por entonces era mi novio; presenté las fotografías en el juicio y el acto se consideró hurto y no robo. Para mí, trabajar en el turno de oficio ha sido y sigue siendo ahora muy gratificante.
En tragos cortos
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Un sitio para tomar una cerveza En Cehegín, El Sol; en Murcia, la Plaza de las Flores.
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Una canción 'Yellow', de Coldplay.
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Un libro para el verano 'La verdad sobre el caso Harry Quebert', de Joël Dicker.
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¿Qué consejo daría? Quiérete y quiere a los demás.
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Un aroma Jazmín.
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Un héroe o heroína de ficción Robin Hood y la Mujer Maravilla.
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Un viaje pendiente Egipto.
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¿Les gustaría ser invisible? No.
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¿Tiene enemigos? Espero que no, pero no lo sé.
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¿Qué es lo que más detesta? Detesto enfadarme.
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Un baño ideal Me gustaría darme algún día un buen año en Las Maldivas, pero me temo que tendré que conformarme con imaginármelo .
–¿Cuándo descubrió usted que esto de vivir no es fácil?
–Se me cayó el mundo a los pies cuando mi hija enfermó de anorexia a los 13 años. Una niña maravillosa, la hija más maravillosa del mundo, de pronto...; estuvo ingresada cuatro meses que a mí me parecieron una eternidad. Afortunadamente, todo se arregló y está muy bien, pero no puedes evitar llegar a sentirte incluso culpable como madre, porque te preguntas qué es lo que has hecho mal. A mi marido no le podía culpar en absoluto porque es un santo, pero un santo de verdad, una bellísima persona y un hombre encantador que, además, por su trabajo [de funcionario] podía conciliar mejor que yo y lo hizo. Llegué a plantearme que quizá le estaba dedicando demasiado tiempo al trabajo; a los quince días de tener a mi hija yo estaba ya trabajando...
–¿Qué recomienda a los padres con hijos con este tipo de problemas?
–Cuando ves a tu hijo dejar de comer y empezar a consumirse... [se emociona] es normal que te hundas al principio. Hay que ponerse en manos de buenos expertos, y hacer terapia tanto los hijos como los padres. Y hay que tener mucha paciencia, porque el sufrimiento es tan grande que a veces te desesperas y puedes cometer errores.
–¿De qué se dio cuenta?
–De que tenemos un sistema de salud pública en este país del que deberíamos estar orgullosos. A la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Reina Sofía le estaré siempre muy agradecida.
–¿Qué persona es usted?
–Una con muchos defectos, a veces pienso que soy la que más defectos tiene del mundo. Y, seguidamente, de lo que trato es de mejorar cada día, aunque soy humana y a veces me desvíe del camino [risas]. Soy muy imperfecta, esa es la verdad.
–¿A favor?
–Soy generosa con los demás y no es el dinero, ni mucho menos, lo que más me importa, salvo que vea que no me llega. No me he movido nunca por dinero.
Síndrome de la hermana mayor
–A favor.
–Mi sentido de la responsabilidad, lo soy al máximo. Me decía un buen compañero abogado, que ya murió, que tenía el síndrome de la hermana mayor, preocupada siempre por los demás; pero tampoco tengo yo ahora mismo muy claro que eso juegue a favor [sonríe].
–Un schnauzer en casa.
–Se la regaló a mi hija la antigua secretaria de la junta de gobierno, Elena Rivera, a la que adoro. La hemos tenido durante 15 años y hace dos meses murió de cáncer. Mi hija presenció su último suspiro y esa imagen no se le va de la cabeza. Nos estamos recuperando toda la familia; de momento, no puedo pensar en tener otro perro, se les quiere muchísimo, dejan un gran vacío.
–Toca disfrutar.
–Me encanta viajar y pasar tiempo con mi familia, y me privan las reuniones con los amigos, por ejemplo esas en las que tomanos cervecitas en verano, cuando ya baja el calor, en el club deportivo de Cehegín al que vamos.
–¿De qué verano no se olvida?
–El primer sueldo que me pagó don Gaspar en su despacho fue para alquilar un apartamento en las Mil Palmeras, y llevar a mis padres, mis hermanos y a mi abuela, que disfrutó como una niña. Y, después, encontré para alquilar durante algunos veranos, a través de amigos, un chalecito, en el kilómetro 6 de La Manga, que salía muy bien de precio y donde podíamos estar todos divinamente.
–Un país al que volver.
–Italia me encanta.
–La cocina.
–No tengo la paciencia que se necesita, ni le pongo el cariño que requiere, pero me organizo bien y suelo preparar los sábados y domingos la comida para toda la semana, aunque tampoco me agobio cuando no puedo hacerlo. Afortunadamente tenemos más opciones [sonríe].
–¿Feminista?
–Entiendo que lo que hay que potenciar es el talento y no el género; no sé cómo se le llama a eso. Hay que potenciar a quien vale, sea mujer o hombre, y creo que esa es la verdadera igualdad.
–¿Lo ha tenido usted más difícil por ser mujer?
–No, pero soy muy consciente de que muchas mujeres sí lo tienen, y eso es inadmisible. Yo siempre me he sentido respetada por jueces, fiscales, abogados... Cuando empecé, la mayoría de compañeros eran hombres, yo los adoraba y ellos a mí. En eso he tenido mucha suerte, ya le digo que soy muy consciente de todas las dificultades por las que atraviesan muchas mujeres.
–La política.
–Fui más progresista, ahora lo que tengo claro es que los extremos no van conmigo. Respeto todas las opciones, cada uno puede pensar como considere, pero no todo vale. Claro que hay que defender la libertad de expresión, por ejemplo, pero también la libertad de expresión tiene un límite, que para mí está en el insulto. No se puede, amparándose en la libertad de expresión, insultar a diestro y siniestro. Yo he jurado defender la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico y lo voy a hacer siempre.
–Los políticos.
–Tenemos grandes problemas que requieren de grandes acuerdos, de una gran dosis de generosidad por parte de todos para abordarlos, y lo que creo que deberían hacer Gobierno y oposión es ponerse a trabajar ya en serio. Las grandes soluciones han pasado por grandes diálogos, y estos espectáculos a los que asistimos no conducen a resolver nada. Los valores de respeto y diálogo deberíamos potenciarlos más entre todos.
–¿Barco tenemos?
–En mi vida me lo he planteado.
–La carretera.
–El tiempo de conducción entre Cehegín y Murcia ida y vuelta, yo me lo tomo como un tiempo para desconectar.
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