70 años de 'El hombre tranquilo', de John Ford
Cine | Recordando ·
Es la película una hermosa oda a la verde Irlanda, Arcadia feliz e Ítaca particular para millones de irlandesesSe cumplen este verano 70 años del estreno de 'El hombre tranquilo' ('The Quiet Man', 1952), una de las mejores películas de John Ford y, ... por ende, de la historia del cine.
Su rodaje se convirtió en casi un capricho personal de Ford desde que conoció la historia que luego adaptaría: un relato de Maurice Walsh del mismo título publicado en las páginas del Saturday Evening Post en 1933, cuyos derechos conseguiría tres años después. Sin embargo, a pesar de que ya era un director consagrado -había rodado 'La diligencia', 'Pasión de los fuertes', 'Fort Apache' o 'La legión invencible', entre otras-, no le resultó fácil acometer el proyecto. Tardaría cerca de veinte años en conseguir filmarla.
Ford intentó rodar la película con varios de los grandes estudios, pero ningún productor acababa de ver el potencial que pudiera tener para el gran público una pequeña historia ambientada en un escondido pueblo en Irlanda.
Las puertas del proyecto se abrieron con Republic Pictures, distribuidora de películas especializada en películas de serie B, sobre todo westerns y seriales con presupuesto ajustado, lejos de los dos millones de dólares en que se estimaba el posible coste de emprender el rodaje de 'El hombre tranquilo'. Pero se dieron dos circunstancias que la hicieron posible: por un lado, que el jefe de la Republic, Herber Yates, quería mejorar la calidad de las películas que producían y, por otro, que John Wayne -amigo de Ford- con quien tenían contrato, vio la perfecta oportunidad para poder rodarla.
A saber
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Título original 'The Quiet Man'
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Año 1952
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Duración 129 min
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País EE UU
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Dirección John Ford
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Guion Frank S. Nugent, John Ford
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Historia Maurice Walsh
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Música Victor Young
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Fotografía Winton C. Hoch, Archie Stout
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Reparto John Wayne, Maureen O'Hara, Barry Fitzgerald, Ward Bond, Victor McLaglen, Jack MacGowran
El acuerdo al que se llegó consistía en que John Ford dirigiera tres películas. Ahora bien, ante la desconfianza de Yates en el éxito del proyecto, exigió que primero se rodara una que reportara importantes beneficios a Republic. Ford rodó entonces 'Río Grande', la tercera de sus películas sobre la caballería del ejército de los Estados Unidos. El filme, a pesar de su escaso presupuesto, se convertiría en una obra maestra y un éxito en taquilla. 'Río Grande' sería, por tanto, la llave que abrió la puerta a que 'El hombre tranquilo' pudiera rodarse.
Es bien conocido que Ford hacía cine para sí y para los suyos, pero es que en este caso particular concibió especialmente la película como un divertimento, unas vacaciones. Tomó a muchos de sus amigos, los embarcó en el proyecto y se los llevó a Irlanda en el verano de 1951 a rodar al pueblo de Cong, cerca de Galway, que ni siquiera contaba con electricidad en aquella época. Inicialmente había intentado rodar en el pueblo natal de su padre, Spiddal, un pueblo pesquero cerca de la costa de Connemara, pero carecía de las condiciones adecuadas para alojar a todo el equipo de rodaje.
'El hombre tranquilo' es, ante todo, un retorno al pasado de trazos proustianos. Cuando Sean Thornton (John Wayne) se baja del tren en la estación camino del pueblo de Innisfree, pero sobre todo cuando se sube en el carro de Michaleen Oge Flynn -un inconmensurable Barry Fitzgerald- ingresa en un particular universo fantástico y bucólico, el del pasado idealizado que le recordaba su madre cuando era niño.
Thornton viene huyendo de un hecho terrible que le destroza por dentro, haber matado en el ring a una persona con sus propias manos. Ello le quiebra y decide recuperar su vida volviendo al pasado, a su niñez. 'El hombre tranquilo' es una vuelta a las raíces, al grupo familiar, a la tradición. Al hogar. Hay mucho de ello en la película, como en todo el cine de Ford.
También es la película una hermosa oda a la verde Irlanda, Arcadia feliz e Ítaca particular para millones de irlandeses y descendientes de estos que tuvieron que emigrar al Nuevo Mundo como consecuencia de la miseria y el hambre. Se diría que Sean Thornton es un trasunto de John Ford. Es él quien a través de Thornton vuelve a su Irlanda idealizada.
Ford ya había afrontado el tema de Irlanda en El delator, ('The informer', 1935) con la que ganó el Óscar a mejor director -también lo obtendría con 'El hombre tranquilo'-. Ahora bien, ambas cintas no pueden ser más dispares: frente a la historia sórdida, oscura y cruenta de la primera, rodada en un blanco y negro casi impresionista, 'El hombre tranquilo' es vital y entusiasta, un canto a la vida, rodada en un maravilloso technicolor.
Pero 'El hombre tranquilo' es también una historia de amor. De un amor apasionado y carnal entre Sean Thornton y Mary Kate Danaher. Un amor impetuoso y homérico, en palabras de Michaleen.
Por lo que se refiere al reparto de la película, es absolutamente extraordinario. Los tres actores principales, John Wayne, la pelirroja Maureen O' Hara -nunca estuvo más bella- y Victor McLagen están soberbios. Pero no menos importantes son los personajes secundarios, que aportan alma y espíritu al conjunto de la película, una de las principales características del cine de Ford. Unos caracteres que dibuja con meros esbozos, mas en los que se intuye una compleja y rica historia personal. Destacaría, entre ellos, al casamentero borrachín Michaleen Flynn y al católico padre Lonergan, interpretado por Ward Bond, que hace igualmente de narrador.
El guion de 'El hombre tranquilo' corrió a cargo de Frank S.Nugent pero Ford trabajó también en él, figurando como guionista acreditado y dejando en aquel su particular impronta. Está todo John Ford en la película, como le escuché decir a Eduardo Torres Dulce en cierta ocasión.
La idea de Ford era que fuera su testamento cinematográfico, pero, afortunadamente para todos, no fue así, seguiría rodando hasta 1963, año en el que se retiró.
Ford creó con 'El hombre tranquilo' y su Innisfree un mundo idealizado, mágico al que poder volver cuando deseara y nos legó una maravillosa obra de arte, un regalo para los sentidos y también medicina para el alma.
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