Una escultura, una chimenea y un cuadro para seguir descubriendo la Región de Murcia
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Escultura San Félix Cantaslicio. Nicolás de Bussy. 1704. Iglesia Parroquial de Zarandona, Murcia
El santo ensamblado
En muchas ocasiones, las obras que se conservan en las iglesias no se aprecian en todo su esplendor. La iluminación suele ser deficiente, la altura ... impide ver los detalles o solo se observan desde un ángulo parcial. Sin embargo, estas esculturas no fueron concebidas para exhibirse en museos, sino para desempeñar un papel litúrgico. Debemos imaginarlas ante fieles arrodillados, rezando.
Es el caso de esta talla, originalmente de vestir, venerada no en la iglesia actual, sino en una antigua ermita. La devoción al santo representado está ligada a su papel como protector de los criadores de seda. A sus pies se bendecía la cosecha de simiente del gusano de seda, un momento clave del calendario agrícola local. Una escena entrañable se despliega en la figura del Niño, que mece con cariño la barca del santo. Esta escultura encierra además una particularidad notable: no es obra de un solo autor.
A principios del siglo XX, el escultor Venancio Marco realizó el 'tronco' de la imagen, mientras que las manos, los pies, el rostro del santo y la figura del Niño se deben a Nicolás de Bussy. Escultor originario de Estrasburgo que ni nació ni murió en Murcia, pero dejó una huella imborrable en la escultura religiosa local, abriendo el camino a una etapa de gran esplendor que culminaría con la obra de su discípulo Nicolás Salzillo.
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Arquitectura Chimenea del arquitecto Frank Lloyd Wright. Isla del Barón, Mar Menor
La isla de las ilustres huellas
Esta isla, situada en el litoral del Mar Menor, es un enclave singular, cargado de curiosas historias. Con una extensión de 93 hectáreas, alberga un palacio neomudéjar mandado construir por el Barón de Benifayó a finales del siglo XIX. A lo largo de los años, ha recibido visitantes notables, entre ellos el escritor Benito Pérez Galdós, quien relató su estancia en septiembre de 1873 en uno de sus Episodios Nacionales. También la pisó la actriz Ava Gardner, «el animal más bello del mundo», como la llamó Ernest Hemingway.
Una de las curiosidades más sorprendentes es que el arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright, pionero de la arquitectura orgánica, diseñó para esta isla una torre de vigilancia, una chimenea y una escalera de caracol. Aunque nunca la visitó, Wright envió sus planos por correo, siendo quizás el primer arquitecto prêt-à-porter de la historia, capaz de hacer llegar sus obras a miles de kilómetros de distancia.
Sus estructuras, pensadas en armonía con el entorno, abrían ventanas circulares hacia este paraíso de agua. A día de hoy, pocos conocen que un rincón del Mar Menor guarda la huella de uno de los grandes maestros de la arquitectura del siglo XX, creador del mítico Museo cilíndrico Guggenheim de Nueva York.
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Pintura Santa María Egipciaca (1642), de José de Ribera. Museo de Bellas Artes de Murcia
El don del reconocimiento
Uno diría que el hallazgo de un José de Ribera (Játiva, Valencia, 1591-Nápoles, 1652) inédito merecería portada, columnas y hasta repique de campanas. Pero no. La noticia -una Santa María Egipciaca de la Colección Adela Barba, hoy en el Mubam- ha pasado con discreción, casi en susurros. Y, sin embargo, ahí está: una santa penitente, representada con una sensualidad que desafía la ortodoxia trentina.
Ribera, el Españoleto, la retrata no como vieja y escuálida, sino aún vibrante, inclinada hacia el rayo de luz redentor. La santa, que ofrecía su cuerpo como caridad, recibe ahora -siglos después- el don del reconocimiento. No hay pudor, pero sí redención. La obra permanecerá en depósito en el Museo de Bellas Artes durante dieciséis años, junto a otras piezas de la misma procedencia y notable calidad, todas restauradas por el Centro de Restauración de la Región de Murcia bajo la dirección de Javier Bernal (es de justicia subrayar el trabajo silencioso, pero constante, de los profesionales de la conservación).
Un 'nuevo' Ribera que pasa de la sombra al primer plano; del anonimato a convertirse en una de las piezas fundamentales -diría incluso indiscutibles- que hoy custodia un museo murciano.
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