«Sentí pánico. Las orcas jugaban con el barco como si fuera una peonza»
Iñaki, vizcaíno y patrón del 'Indar', recuerda los 12 minutos de infarto cuando seis orcas atacaron su velero en junio en Portugal
Cuando escuchó que esta semana las orcas habían atacado dos veleros en aguas vascas, Iñaki Yurrebaso (Santurtzi, 48 años) sintió alivio. «Ahora estoy con el ... barco en Galicia, así que no las tengo cerca». Las tuvo encima, zarandeando el 'Indar', el velero de 12 metros de eslora con el que navega desde hace 5 años. El pasado 21 de junio, día diecisiete de una travesía turística que le ha llevado desde Santurtzi hasta el sur de Portugal y vuelta, Iñaki y dos amigos sufrieron el ataque de seis orcas, que rompieron la pala del timón.

Susto en el Atlántico
Los ejemplares más jóvenes jugueteaban con el timón bajo la vigilancia del adulto
Jóvenes
Adulto
Cuando se producen daños, suelen ser en el timón, muy expuesto bajo el agua. Con él dañado, el barco es ingobernable.
Sun Odyssey 39 DS
11,6 m
Orcas ibéricas a escala
5 m
Hembra adulta
6 m
4 m
Jóvenes
Macho adulto
:: GRÁFICO G. DE LAS HERAS

Susto en el Atlántico
Los ejemplares más jóvenes jugueteaban con el timón bajo la vigilancia del adulto
Jóvenes
Adulto
Cuando se producen daños, suelen ser en el timón, muy expuesto bajo el agua. Con él dañado, el barco es ingobernable.
Sun Odyssey 39 DS
11,6 m
Orcas ibéricas a escala
5 m
Hembra adulta
6 m
4 m
Jóvenes
Macho adulto
:: GRÁFICO G. DE LAS HERAS

Susto en el Atlántico
Cuando se producen daños, suelen ser en el timón, muy expuesto bajo el agua. Con él dañado, el barco es ingobernable.
Los ejemplares más jóvenes jugueteaban con el timón bajo la vigilancia del adulto
Jóvenes
Sun Odyssey 39 DS
11,6 m
Adulto
Orcas ibéricas a escala
Timón
Quilla
5 m
Hembra adulta
4 m
Jóvenes
6 m
:: GRÁFICO G. DE LAS HERAS
Macho adulto
«Esa mañana vimos delfines. Son preciosos, pero cada vez que veo delfines pasa algo». No tardó en pasar. Consulta el cuaderno de bitácora para confirmar la hora (11.46) y lo cierra. «Como para olvidar algo así...». Habían hecho noche en Sines y se dirigían al Cabo de San Vicente. Navegaban a ocho millas de la costa, la jornada era soleada y las aguas estaban tranquilas. Como había poco viento, iban a motor y habían echado el anzuelo «por si caía algo para cenar, que a veces pica un serrucho y una vez hasta un bonito pequeño». Iñaki estaba de guardia en la cubierta, uno de sus amigos fregaba el desayuno en la cocina y el otro hablaba por teléfono. «De repente, notamos un golpe fuerte que nos desplazó medio metro, como si el barco hubiera dado un salto. Descarté al instante haber chocado contra un arrecife por la profundidad. Así que solo podía ser una orca. ¡Madre mía!». Se asomó por la borda y vio sombras blancas y negras. «¡Orcas, orcas!», avisó a los compañeros.
No tardó ni dos segundos en hacerse idea del apuro en el que estaban. «Mis amigos no eran conscientes del riesgo, así que no les dije nada para no asustarles. Empezaron a grabar a los animales con el móvil». Mientras, él se afanaba en dar el aviso a Salvamento Marítimo de Lisboa. «No contestaban, lo intenté una y otra vez. Lancé un 'distress' por la emisora, una llamada de socorro a los barcos de la zona. Pasaron cuatro minutos eternos hasta que hablé con Salvamento Marítimo».
«Si me pilla solo a bordo...»
Para entonces, las orcas habían rodeado el barco. «Les entró curiosidad por el timón» y embistieron, destrozando parte de la pala, que quedó flotando. «Se pusieron a jugar con el trozo de pala roto y, luego, con el barco. Con el tamaño que tienen, un velero como el mío es un juguete. Lo empujaban y lo movían como si fuera una peonza». Contaron cinco ejemplares jóvenes –de unos 4 metros– zarandeando el barco y «uno más grande, tal vez la madre, vigilando a unos 25 metros».
Pese a que las recomendaciones actuales de la Dirección de General de la Marina Mercante, dependiente del Ministerio de Transportes, es seguir la marcha rumbo a las aguas menos profundas de la costa, Iñaki decidió parar. «Pensé que si detenía el barco se aburrirían y se marcharían. De hecho, lo hicieron… pero 12 minutos después. «Una vez que rompieron la pala y se cansaron de jugar, se fueron».
– Serían 12 minutos eternos.
– Larguísimos. La sensación que tenía era de pánico. Cuando empezaron a golpear el barco, uno de mis amigos se quedó en shock, no recuerda nada del ataque. Los científicos lo llaman interacción y es verdad que son unos animales magníficos, el 'top' del mar, el mayor depredador. Pero un ataque a un velero supone un riesgo tremendo porque te puede destrozar la limera y que se abra una vía de agua.
Cuando vieron alejarse a la familia de orcas, Iñaki se puso a evaluar los daños. «Comprobé la sentina y vi que estaba vacía, así que no teníamos una vía abierta. 'Bueno, al menos el barco no se va a hundir', pensé. Y respiré». Rechazó el ofrecimiento de remolque de Salvamento Marítimo y continuaron la marcha prevista. «La pala del timón tiene una parte metálica y ese tramo estaba bien, solo habían roto un trozo. La rotura afectó al control del barco, pero quité parte de la vela mayor para poder tener un mejor gobierno y seguimos».
Iñaki, ingeniero técnico y con experiencia en veleros desde hace diez años, está ya en el camino de vuelta, ahora por las Rías Baixas gallegas. Desde que partiera de Santurtzi el 4 de junio, varios amigos han embarcado y vuelto a tierra. «Ahora estamos dos a bordo, pero he estado solo siete días. Y cada día de esos he pensado que fui afortunado porque cuando nos atacaron las orcas éramos tres porque te pilla solo algo así... Recordando ahora el episodio he revivido el pánico que sentí».
Tras el ataque, Iñaki empezó a seguir las interacciones de orcas con embarcaciones que monitorea online el colectivo GT Orca Ibérica. «Vi que el 1 de julio había habido un ataque en Galicia y esta semana, dos en aguas del País Vasco». Cree que son el mismo grupo que les atacó a ellos, porque las orcas suben desde el Estrecho y algunas llegan al Golfo de Bizkaia –la Guardia Civil advirtió ayer de que el miércoles se habían avistado media docena de ejemplares a diez millas de Cabo Matxitxako–. Le quedan todavía muchas millas de viaje –«ahora navego pegado a la costa»– y una 'propina' en tierra: «La avería me costará 3.500 euros. A ver si lo cubre el seguro».
Cuando tienen 'espectadores' es más largo el ataque»
«Tranquilas, tranquilas. Suave, suave…». Se escucha a Iñaki en el vídeo que grabaron sus dos tripulantes pedir calma a las orcas que les atacaron hace más de un mes cuando navegaban por aguas portuguesas. Tenían cinco rodeando el barco y una sexta, más grande, de espectadora a cierta distancia. Las orcas que tocan las embarcaciones se llaman gladis (se cree que la que atacó los veleros en aguas vascas es Gladis Albarracín), pero suelen acompañarlas otras que solo miran. Y son precisamente estas que no actúan las que determinan, de algún modo, la duración del ataque. «Cuando hay varias orcas observando lo que hacen las gladis, estas suelen estar más rato interactuando con el barco porque entienden que lo que están haciendo despierta el interés de sus compañeras»., explica Alfredo López, portavoz de GT Orca Ibérica, un grupo que conforman biológos y que monitorea desde hace cinco años los ataques de orcas a embarcaciones en el litoral peninsular entre el Estrecho y el Golfo de Bizkaia. Los dos últimos registrados han sido los ataques a un velero francés a 8 millas al norte de Deba y a otro a 2 millas en aguas vizcaínas.
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