Ver 22 fotos
El Amparo estrena la Semana Santa de Murcia
Las hermandades de túnicas azules, las primeras que recorren la ciudad, cumplieron este viernes su estación de penitencia
Existe un instante en el largo año murciano donde algo sucede. Aunque para muchos, pues Murcia es celosa de sus secretos, pase casi inadvertido. Ocurre ... en apenas unos segundos, en un rechinar de bisagras gruesas y remotas, en el aleteo de un gorrión que observa curioso, en las campanas que anuncian las siete de la tarde: en un santiamén nazareno.
Bulle la pequeña plazuela de San Nicolás como en ningún día del año. Ni siquiera durante los fines de semana de la primavera, cuando en las barras del Virgen del Mar no cabe ni un langostino del Mar Menor más. Las bandas de música, en el lateral de la calle, mezclan sus ensayos con la algarabía de carritos cuajados de globos y chucherías, que se adentran en la carrera cofrade hacia San Pedro.
El aroma a azahar de algunos naranjos cercanos se confunde con el primer incienso callejero del año. Los chiquillos se suben a la fuente para contemplar mejor la puerta abierta del templo, donde ya se han clavado bajo la tarima, como si nada en el mundo pudiera arrancarlos, los firmes brazos del primer nazareno de túnica azul. Entonces, desde el interior de la iglesia, como si el eco la hubiera arrastrado entre los pasos que se disponen a salir, se escucha un grito: «¡Procesión a la calle!».
Es la primera orden que se da en una estación de penitencia de Semana Santa en Murcia. La primera de miles: las de los cabos de andas y sus ayudantes; las de los curas pidiendo que se aligere la marcha; los regidores y mayordomos, en gran medida, siempre importunando a los penitentes; los presidentes como búhos apresados en las presidencias, al final del cortejo; los políticos, sobre todo aquellos que jamás pisaron una procesión, encargando fotografías de pose a sus asesores para luego sacar panza en las redes... Ese espléndido caos medido.
Siete en punto de la tarde y sale el primer paso, un ángel que va señalando al cielo, como si pidiera que allí lo enviarán, con su tarima y todo. La Cofradía del Santísimo Cristo del Amparo y María Santísima de los Dolores, con sus títulos de Real y Venerable, inaugura la Semana Mayor murciana.
El último eco de la huerta
Es innecesario gastar tinta en enumerar los pasos que este viernes surcaron el itinerario nazareno en tan bella tarde primaveral. Casi sería ofender a los miles y miles de espectadores que degustaron cómo andaban los pasos azules, escucharon las sentidas marchas pasionarias, se deleitaron con el aroma de las rosas que adornaban al Cristo del Amparo... vivieron la procesión.
Porque en Murcia, las procesiones, más que leerse, se admiran. Si es posible, con una buena empanada y una cerveza fría.
Gran responsabilidad recae sobre el Amparo el estrenar la única Semana Santa del mundo donde, aparte del fervor religioso y el valor de su patrimonio, también se ofrece el último aliento de la hermosa huerta que perdimos: medias bordadas como refajos, huevos duros y habas tiernas, esparteñas de carretero, embojos de gusanos de la seda, carros bocinas y tambores destemplados...
Gran responsabilidad el sacar a las calles dos obras atribuidas al genial Salzillo: la Dolorosa y el Cristo, los pasos encargados de cerrar el cortejo penitencial. Pero antes, de retorno al templo, cuando los hombros de los estantes lucen casi en carne viva por los mordiscos que les han dado las tarimas, esas voraces lenguas de madera, la diminuta plaza vuelve a convertirse en el epicentro cofrade de la urbe.
Ese otro instante es el tradicional Encuentro, solo iluminado por los brazos de luz y las pantallas de mil móviles que lo graban, sin más sonido que el titileo de las lágrimas de cristal de las tulipas. Otra espléndida tradición murciana son las tulipas, en alguna cofradía llamadas 'bombas', que van besando cristales tallados. Y, por último, entre los sones de la Marcha Real y tras cantar el himno que le compusiera Chema Purón, el Amparo regresa a su templo. Y los nazarenos murcianos estrechan sus manos para felicitarse y despedirse, porque, una vez más, con tintes azules bajo un cielo de primavera, expresión tan típica y tópica como verdadera, Murcia estrena la Semana Santa.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión