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No les falta razón a los californios cuando dicen que están tocados por el 'mal de ojo' marrajo en lo tocante a la lluvia. Si ... durante décadas los hermanos del Nazareno sufrían continuamente las inclemencias meteorológicas en el despertar de la primavera, mientras los del Prendimiento representaban la Pasión del Señor sin sobresaltos, ahora han cambiado las tornas. Que se lo pregunten a quienes protagonizan cada Martes Santo los traslados hasta el templo de Santa María de Gracia de los apóstoles Juan, Santiago y Pedro desde los establecimientos militares a los que están vinculados. Este martes no fue una excepción y, como viene ocurriendo en los últimos tiempos, el día amaneció nublado y ventoso. Desapacible. Hasta lloviznó varias veces, la última pasadas las cinco de la tarde. Otro Martes Santo de nervios, dudas y mal cuerpo en una tierra que a partir de la semana que viene, a buen seguro, soportará largos periodos de solazo y dura sequía.
Menos mal que en la nómina de este Martes Santo castrense y dado a engordar al anecdotario figura un viejo pescador de hombres que no solo hace de su capa un sayo un día al año en el Arsenal, sino que también manda en el cielo. Con las súplicas de muchos sampedristas y californios en general obró su milagro de despejar de nubes el tiempo necesario para llegar a paso californio al lugar de donde hoy saldrá la procesión del Prendimiento.
No hubo retrasos, aunque sí obligados parones. Los ceremoniales de arriado de bandera y los toques de oración marcaron el inicio de las procesiones de San Juan, Santiago Apóstol y San Pedro desde el Parque de Artillería, el Gobierno Militar y el Arsenal, respectivamente.
El vicealmirante Alejandro Cuerda Lorenzo fue el encargado de autorizar la salida del oficial de arsenales Pedro Marina Cartagena desde la base naval, llena de gente, en un ceremonial sorprendente. Cuerda le echó un rapapolvo porque el año pasado ya le dio franco de ría al santo funcionario, regresó tarde, fue amonestado por ello y ha estado un año sin darle explicaciones. «Me pillaste con 'la pera'», le espetó. Así que este año le denegó inicialmente la oportunidad de salir. Pero en un diálogo inédito con su ayudante mayor, a la sazón presidente no ejecutivo de la agrupación sampedrista, Juan Antonio Escagedo, éste le pidió que reconsidera su decisión y el almirante optó por darle permiso, porque «Cartagena se sumiría en una profunda tristeza». Y porque tampoco quería incomodar al almirante jefe del Estado Mayor de la Armada, Antonio Piñeiro Sánchez, allí presente, «por la cuenta que me trae», dijo Cuerda, que es de carácter bromista.
A Santiago lo despidió el coronel jefe del Regimiento de Artillería Antiaérea 73, José Ángel Úbeda, desde el Gobierno Militar, para recorrer a paso alegre las calles que le separaban de la Plaza de San Sebastián, donde tuvo lugar el encuentro de las tres procesiones del día. Pero en el camino encontró un contratiempo: un cable tendido de lado de la calle Balcones Azules, que lo frenó en seco. Con ayuda de una pértiga pudieron cortarlo y dejar el paso expedito al Zebedeo.
No tuvo obstáculos su hermano, el Discípulo Amado, que salió a paso valentón del Parque de Artillería arropado por sus muchos seguidores y con un tercio de penitentes que se lleva ovaciones del público por todas las calles que atraviesa. De despedirlo se encargó el coronel de Artillería Carlos Quijano Barroso, que en su alocución pidió el amparo de San Juan a las víctimas de la dana de Valencia, así como el consuelo para sus familiares.
Escoltados por el piquete del Tercio de Levante y futuros oficiales de Tierra y Armada, los tres santos recorrieron en una procesión única las calles Mayor, Cañón y Aire para recogerse a medianoche en Santa María de Gracia. El almirante Cuerda no debería enfadarse con Pedro, que tendrá sus faltas, como todos, pero es calafate fino que pone orden en las alturas.
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