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El viento da una tregua al Silencio californio
La cofradía encarnada se despide por todo lo alto con un desfile solemne, acompañada por numerosos turistas y cartageneros
Hasta el estridente y frío viento de este Jueves Santo respetó anoche la despedida california con su procesión del Silencio y Santísimo Cristo de los ... Mineros. La Cofradía de Nuestro Padre Jesús en el Doloroso Paso del Prendimiento y Esperanza de la Salvación de las Almas ha sufrido las inclemencias meteorológicas en esta Semana Santa, pero anoche pudo poner el broche de oro con un cortejo libre de obstáculos antes de pasar el testigo a los marrajos. Los procesionistas hicieron sonar su fe a cada paso en unas calles enmudecidas ante la tenue luz de los hachotes y los tronos para marcar la solemnidad de un cortejo que, tras el Prendimiento, anuncia el desenlace fatal de Cristo Crucificado y el sufrimiento de su Madre.
El tiempo se detuvo para el bullicioso público expectante en las sillas y gradas dispuestas por la Junta de Cofradías, así como en las terrazas de los bares y ubicado de pie en las calles del recorrido pasional, que guardó silencio sepulcral desde que a las nueve de la noche los guiones pisaron la rampa de Santa María.
«Nadie queda indiferente a una procesión que te toca al alma. Es única por su recogimiento y el respeto para vivir el dolor por la muerte de Cristo. Nos demuestra que la fe se vive de dentro hacia afuera y que de la oscuridad emerge la luz más profunda», dijo Mamen Alcaraz, fiel a la procesión del Silencio desde que se instaló en Cartagena hace dos décadas.
Tras los guiones, abrió la procesión el tercio del Ósculo que desfila sin trono y con una cruz tumbada llevada por cuatro penitentes y alumbrada por cuatro faroles. Le siguieron el tercio del Ecce Homo como figura central y titular de la procesión y la imponente imagen del Cristo de los Mineros, obra de García Talens de 1958 y el único crucificado que procesiona la cofradía encarnada. El Ecce Homo («he aquí el hombre») fue la primera imagen que participó en este cortejo con el Cristo del Prendimiento del escultor Mariano Benlliure, sin los sayones y vestido con una túnica sin bordar, la corona de espinas y una caña como cetro.
Como cierre del cortejo, los tronos de la Vuelta del Calvario y de la Santísima Virgen de la Esperanza. El primero es un grupo del imaginero alicantino José Sánchez Lozano realizado en varios años, además de la imagen de María de Cleofás de García Talens. Fue acompañado por el tercio juvenil de la Agrupación de San Juan Evangelista. Por último, desfiló la imagen de la Virgen de la Esperanza, obra del escultor Pérez Comendador en 1943, que recuerda a los fieles desde su dolor de Madre que la muerte no es el fin. La escoltó una sección de honores de la Agrupación de Granaderos con sus tambores destemplados.
Unión en 1960
La Esperanza protagonizó uno de los momentos más emotivos en la recogida de la procesión a las puertas del templo de la calle del Aire, cuando penitentes y público entonaron la Salve cartagenera para despedir a la Virgen. Antes, sonó el miserere para el Ecce Homo.
Desde que en 1928 la Cofradía California sacó por primera vez esta procesión a la calle, el mayor cambio tuvo lugar en 1960 con la unión de la Procesión de Silencio y la del Santísimo Cristo de los Mineros, constituida por la Vuelta del Calvario y la Virgen. En esta fusión se mantuvo el reglamento inicial para la procesión del Silencio que requiere de la complicidad del público y de la colaboración de los propietarios de locales y negocios para apagar sus rótulos luminosos y alumbrado al paso de la procesión y mantener, así, su austeridad.
«Me ha sobrecogido el respeto, las saetas y la salve. La ciudad se transforma al paso de la procesión y por unos minutos hace una especie de introspección. Me ha parecido muy diferente al resto de cortejos que he visto hasta ahora de la Semana Santa cartagenera», indicó Carmelo Heredia, vallisoletano a quien el mal tiempo para disfrutar de sus vacaciones en La Manga, donde se hospeda, le ha llevado a conocer la Semana Grande de Cartagena.
Entre el público de la procesión del Silencio estuvo también el periodista almeriense Carlos Herrera, quien acompañado por la alcaldesa, Noelia Arroyo, conoció los preparativos del Jesús Nazareno para la madrugada del Encuentro en la Pescadería. Además, saludó a los hermanos mayores en Santa María y siguió la procesión del Silencio desde un balcón de la Real Sociedad Económica de Amigos del País.
Al llegar la medianoche se puso fin a un vibrante Jueves Santo. Centenares de marrajos se congregaron en la calle Jara para comenzar la madrugada del Encuentro entre el Nazareno y La Pequeñica en El Lago.
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