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«Hacemos canciones tristes para cantarlas contentos». Hay veces en las que la definición que realiza una banda sobre su propia propuesta es tan perfecta ... que a uno no le queda más remedio que rendirse ante la evidencia de que nada de lo que escriba podrá igualarla. Puño Dragón, banda compuesta por Rafa Tarsicio (ex-Tigra), Germán Mingote (Mingote), Manu Huertas (The Parrots) y Erik Iglesias (Destino 48), reunión de astros, arrancaron en 2021 una trayectoria breve en cantidad, pero extensa en calidad. Tanto en su debut homónimo como en 'Juegos violentos', sobresaliente secuela, encontramos a un grupo capaz de erizar la piel desde la intensidad de la balada y la furia de un rock de corte clásico y fiabilidad extrema. No busquéis fisuras, todavía no han aparecido en una banda en la que merece la pena depositar una cantidad considerable de ilusión. Charlamos con Rafa.
Cuándo Viernes a las 21.30 horas.
Dónde La Yesería. Murcia.
Cuánto Entradas agotadas.
–¿Cómo acaban componentes de Tigra, Mingote, The Parrots y Destino 48 formando una banda como Puño Dragón?
–Todo empezó como una quedada de Rafa y Jano (Drugos) para hacer canciones, sin mayores pretensiones. Cuando los temas fueron cobrando vida empezó a ser necesario liar a algún colega más y montar una pequeña formación. Más adelante, cuando la cosa siguió avanzando, eso pasó a ser una banda con todas las letras, algo que, por cierto, dijimos que no haríamos en un principio (risas). Es decir, que nosotros no tomamos ninguna decisión al respecto, fueron las canciones.
–El grupo no ha parado de grabar, componer y girar desde su creación. ¿Creatividad desbordada o muchas canciones acumuladas precisamente en sus formaciones anteriores?
–No, no, ninguna canción viene de antes, todas se compusieron para Puño Dragón. Entre esas dos opciones, sin duda, nos quedamos con la de la creatividad desbordada.
–A pesar del poco tiempo entre su debut y 'Juegos violentos', ¿hubo muchas diferencias entre la creación de ambos?
–Sí. En la parte compositiva Jano ya no está en la banda, por lo que el peso de esa tarea está menos repartido. Y la principal diferencia en el estudio es que este disco lo hemos estado produciendo durante un año entero. Esto es un privilegio que nos ofrece tener a Germán y su estudio House of light. Hemos podido trabajar a gusto, con mucho tiempo y calma. Siempre avanzando, pero dejando que los temas respiren. Escuchando mucho entre sesión y sesión, hablando mucho.
–El disco cuenta con dos caras bien diferencias, la primera más vertiginosa y una segunda que apuesta por la calma. Estructura reconocible de los vinilos. ¿Era ese el objetivo?
–Realmente no. Cuando nos sentamos a pensar el orden, Manu propuso uno muy interesante. Tenía forma de valle: empezar arriba, ir bajando poco a poco, poner el momento más tranquilo en el medio y después volver a subir hacia un apoteósico final. Todavía hicimos un par de cambios más sobre aquella primera propuesta, pero la base nos gustó mucho, así que la mantuvimos.
–¿Qué es lo más ilusionante y lo más frustrante en la búsqueda de una voz propia? En mi opinión, es una meta que han logrado con 'Juegos violentos'.
–¡Muchas gracias! Lo más frustrante es tener que morderse muchas veces la lengua a nivel compositivo. En nuestra naturaleza está hacer temas muy distintos unos de otros, ser cambiantes, tanto en texto como en sonido y producción. Esto tuvimos que controlarlo mucho en favor de encontrar esa 'voz reconocible', algo tan importante en los tiempos que corren y para una banda que está luchando por darse a conocer. Lo más ilusionante es ver la manera en la que, al ir encontrando ese trazo propio, te vas definiendo como banda y artista. Es un proceso en el que incluso acabas conociéndote mejor a ti mismo.
–Se habla mucho de propuestas clásicas del rock, con los Stones a la cabeza, pero me ha parecido detectar en el álbum mucha influencia del brit pop de la década de los noventa. ¿Ando muy desencaminado?
–¡Para nada! Oasis es una referencia de las más claras del disco, uno de esos grupos que nos flipan a todos. Blur y Radiohead también están muy presente también. Es una música que hemos mamado y que de manera directa o indirecta está ahí.
–¿Es más complicado escribir sobre las cosas que a uno le pasan, le han pasado o querrían que le pasasen?
–Lo que ya ha pasado y lo que querrías que pase son cosas fáciles de analizar desde un punto de vista psicológico, pero lo que te está pasando es mucho más difícil de calibrar. Seguramente necesitarás que pase un tiempo, y se convierta en pasado, para poder coger perspectiva y entenderlo bien.
–Son una banda que graba, mezcla y produce su propio trabajo. ¿Dónde identificarían el punto en común en la manera en la que se enfrentan a estas labores dentro del proceso?
–En la ilusión por hacer música, que sigue siendo la misma que cuando teníamos dieciséis años. Siempre tuvimos muy claro que esto es lo que queríamos hacer. Además, la falta de recursos muchas veces es una bendición para el artista porque te obliga a aprender a hacer todas las fases del proceso. Por necesidad, más te vale aprenderlas y disfrutarlas todas (risas).
–La vibración general es que el rock de guitarras está consiguiendo en los últimos años conectar con unas generaciones que, a priori, andaban más pendientes de otros estilos más urbanos y latinos. ¿Sienten que esa teoría se ajusta a la realidad?
–Sin duda. En el panorama nacional está creciendo un ecosistema de bandas que nos molan una barbaridad: Repion, Sexy Zebras, Niña Polaca, Carlos Ares, Shego, Ultraligera, Cala Vento, La Paloma, Cora Yako... Mucha calidad. Y mucha responsabilidad también por cuidar estos brotes verdes para que florezcan.
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