El cambio de gobierno en Valencia deja en el aire la excavación del campo de concentración de Albatera
La cuarta campaña arqueológica desvela indicios y balas que probarían las ejecuciones de internos a manos de falangistas y requetés
Apenas un antiguo horno de pan es cuanto queda en pie del horror que se vivió en Albatera. Hoy un terreno abancalado del que nadie ... diría -de no ser por el cartel que lo indica- el lugar que albergó el mayor campo de concentración de cuantos hubo en la dictadura. El equipo arqueológico liderado por Felipe Mejías apura este diciembre las últimas semanas para concluir la que es su cuarta campaña y, más que eso, una lucha contra el tiempo. Huesos desperdigados, objetos de rostros sin nombre, muchos de ellos fusilados, que, paradójicamente, hoy por hoy no tienen garantizado que algún día se honre su memoria y se les rescate del más cruel olvido. El proyecto, impulsado por el anterior Consell, atraviesa horas de incertidumbre tras el cambio de gobierno en Valencia. Estos últimos trabajos se financiaron por decisión del anterior ejecutivo valenciano. Hasta el momento, nadie desde el Palau ha contactado con Mejías para sacarle de dudas.
El proyecto, recuerda el arqueólogo, arrancó en 2017. Encargado por el Botánico para la localización de las fosas comunes de la provincia de Alicante, Mejías empezó a recabar en paralelo los testimonios de los prisioneros de Albatera. Apenas quedaba uno vivo, con 101 años y recientemente fallecido. Lo demás; libros e historias de labriegos, de los primeros pobladores de lo que hoy es el municipio de San Isidro que, entre golpes de azada, daban con fémures y cráneos, algunos todavía con pelo.
Vivencias espantosas y retazos de la más vergonzosa historia de este país concentradas en 13 hectáreas y una quincena de barracones, de los cuales solo se han desvelado los cimientos de uno de ellos. Ante la falta de documentación, el contenido y el estudio de lo hallado, asume Mejías, es cuanto puede saberse hoy de aquello que sucedió a un lado y otro de la alambrada de esta prisión a cielo abierto.
Hasta ahora -y si la autoridad autonómica lo permite-, los objetos seguirán probando muchas de esas terribles historias que los más viejos contaban. Anillos o relojes de cuantos, por ejemplo, en la esperanza de montar a un barco rumbo al exilio, fueron capturados en el muelle de Alicante. «Muchos llevaban escondidos en los dobladillos y en el calzado estos objetos que fueron todo lo que pudieron coger cuando salieron de sus casas», dice el arqueólogo.
Restos también de cómo, una vez presos, les esperaba el hacinamiento y la enfermedad. «Lo único que les daban eran latas de sardinas, que también las hemos encontrado». Hasta las letrinas, cuenta Mejías, son fuentes de valiosa información. «Hallamos un botón de un guardia de asalto -la policía de la República- y un sello de oro de un niño que alguien tuvo que arrojar o tragárselo». Las muestras de esos restos biológicos ahora serán objeto de estudio. «Queremos que un laboratorio vea si tenían parásitos intestinales o patógenos que determinen si, como dicen, padecían enfermedades».
Por desgracia, el resto más común, reconoce, son las balas. En este último mes han estado prospectando sobre una zona fuera del perímetro vallado en la que, presuponen, se llevaron a cabo ejecuciones. El resultado: vainas de los fusiles Mauser y de los revólveres reglamentarios del ejército que se mezclan con armamento, se podría decir, de andar por casa. «Se sabe que había voluntarios y milicianos falangistas o requetés que se ofrecían a fusilar 'rojos'. Estos no iban con armas de combate. Lo hacían con pistolas que mataban de cerca e incluso fusiles de avancarga del siglo XIX que heredaban de sus abuelos».
Todo esto, la reconstrucción de un pasado intencionadamente borrado, es cuanto queda en juego. Y el trabajo por hacer es ingente. «Queda un 20% por prospectar y prácticamente el 90% por excavar». En este sentido, Mejías recuerda que el Botánico tenía previsto comprar dos parcelas -las que albergan más barracones- para levantar un centro de interpretación y exposición de los objetos hallados. «Solo espero que, más allá de ideologías, comprendan la dimensión del proyecto y su simbolismo. En Francia y Alemania ha habido gobiernos de derechas y no han dejado de apostar por la memoria democrática. No entiendo porque en España eso no puede ser así».
De cárcel digna para golpistas a encierro y castigo de republicanos
Pese a que la mayor parte de su historia se desarrolló en dictadura, la historia del campo comienza en la República, no como un campo de exterminio, sino de trabajo y prisión para golpistas. En este sentido, Mejías señala que se han localizado restos que podrían datar de aquellos primeros años. Manifiestan que los testimonios de antiguos prisioneros, «entre ellos curas, reconocían que se les daba un trato digno, aunque solo fuera por un interés propagandístico de cara al exterior». De esta época, explica, datan las únicas fotos que se conservan del campo, «gracias a que dejaron entrar a fotógrafos y periodistas». Entre los restos hallados, algunos podrían corroborarlo. «Se han encontrado productos de higiene, maquinillas de afeitar, cubiertos y hasta pomada contra la sarna».
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