A favor del diálogo intercultural
Cuando el castigo a un crimen se convierte en el castigo a toda una comunidad, eso ya no es justicia. Es racismo
Soy Yasmin. Tengo 22 años. Soy española (otros dicen que soy inmigrante de segunda generación). Nací en este país, he crecido aquí, he estudiado aquí, ... y como tantas otras personas de mi generación, me levanto cada día con la intención de aportar, convivir y vivir en paz. Mis padres son de origen rifeño. Lo ocurrido en Torre Pacheco me ha llenado de espanto.
[Querida Yasmin. Yo también nací en este país hace 62 años, pero empiezo a no saber de dónde soy. La RAE define identidad como «conjunto de rasgos propios de una colectividad que la caracterizan frente a las demás», y yo me identifico contigo en muchas cosas y no comparto nada con los fascistas foráneos que se lanzaron (sin éxito gracias a la policía) a la 'cacería del moro' en Torre Pacheco, ni con el tipo de Barcelona que agredió a Domingo. De monoteísta a monoteísta, ¿tras qué Dios se esconden estos indeseables? Algunos que presumen de católicos deberían escuchar mas a León XIV].
Los últimos días han sido muy dolorosos. Lo que ha ocurrido en Torre Pacheco no es una noticia lejana: es un espejo roto donde veo el miedo de toda una comunidad. En estos días he visto el odio que ha estado creciendo en las sombras y que ahora se ha atrevido a salir a la luz.
[Gracias Yasmin. Tienes razón. Una violencia que ahora vemos, pero que siempre ha estado ahí, como una sombra negra que contamina hasta a los más inteligentes. Al menos ahora la vemos, ha salido a la luz y podemos enfrentarnos al Mal].
Por supuesto que me indignó la agresión a Domingo. Fue brutal, injusta, y tiene que hacerse justicia para él y su familia. Pero cuando el castigo a un crimen se convierte en el castigo a toda una comunidad, eso ya no es justicia. Es racismo. ¿Desde cuándo se castiga a gente inocente solo por tener el mismo color de piel o la misma nacionalidad que el agresor?
[De nuevo Yasmin, tu pregunta es clave y la respuesta no te va a gustar: desde siempre se castiga a los pobres –se llama aporofobia–, a los que no son de nuestro grupo, familia o mafia. Para muchas personas es la apariencia la que determina el modo en que actúan con los demás. Pero no nos engañemos: por un estúpido que grita, hay otro listillo que se calla, pero se aprovecha de la miseria ajena. Te dejo un dato de ahora mismo: los inmigrantes en España ganan un 29,3% menos que los nativos, según calcula un estudio publicado el miércoles 16 de julio en la revista 'Nature'. El dinero manda].
Durante estos días he leído frases como «el mejor moro es el moro muerto», «les vamos a deportar a todos: no va a quedar ni uno». Me han dolido, aunque no me sorprenden. Porque ese rechazo lo vivimos en silencio muchas veces, de forma sutil: cuando dudan que hables bien español, cuando tu currículum no recibe respuesta, cuando te dicen que «qué bien hablas para ser marroquí». Pero ahora ha salido de forma abierta, sin vergüenza.
[Sí, Yasmin, la estupidez humana es enorme. Pero no te preocupes: en tu vida vas a tener que lidiar con muchos estúpidos sin vergüenza y también sinvergüenzas: espero y deseo que no te quiten tus ganas de vivir, que vivas sin miedo ni silencios].
Hablo también por todas esas personas migrantes a las que se acusa siendo inocentes. Lo que mucha gente no quiere ver es que muchos han tenido que cruzar océanos, arriesgar su vida, abandonar a su familia para trabajar para vivir. Con derechos, sin discriminaciones, con respeto.
[Pero no interesa que eso sea así. El ser humano ilegalizado es más barato, más rentable. Pura rentabilidad que convierte el sudor en calderilla. No, no 'los hemos traído nosotros'. Han sido las grades explotaciones agrícolas y nos hemos aprovechado casi todos].
Siempre ha habido personas que hacen el mal, en todos los países, con todo tipo de creencias, nacionalidades y colores de piel. Castiguemos a quienes hacen el mal, no a quienes simplemente comparten su origen.
[Cierto, Yasmin. El mal no tiene nacionalidad. A cuántos españoles con 16 apellidos, todos españoles, tendríamos que deportar si cometen algún delito. Lo malo para estos españoles hijos de Viriato y Pelayo es que no hay lugar en el mundo al que deportarlos, así que tendremos que seguir aguantándolos. Esa es nuestra cruz].
Lo que ha pasado en Torre Pacheco no puede repetirse. Pero aún estamos a tiempo de demostrar que este país no va a dejarse arrastrar por el odio.
[Yasmin, ojalá que las buenas gentes de este país sepan distinguir. Pero me temo que habrá muchos que –por ignorancia o por mero interés– seguirán azuzando odio, mientras les permita aprovecharse de la miseria ajena y desviar la atención de los verdaderos problemas de este país: ¿te suena el cambio climático, la despoblación y el hacinamiento, la falta de conciliación, la idiocia de muchas personas enganchadas a las pantallas, la corrupción...? Ma'assalama Illa al-liqaa].
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