Una victoria muy discutible
ASÍ ME PARECE ·
Quizás, a partir de este momento, ya se considerará lícito, por no quedar otro remedio, que sea suficiente la mayoría absoluta para renovar el CGPJCuando en la noche del pasado 19 de diciembre se conocieron las decisiones del Tribunal Constitucional, es muy posible que en Génova 13 algunos brindasen ... con champán (o con cava, si han atenuado su aversión a lo catalán). Pero también es posible que, por los pasillos de la planta sexta, deambulase algún que otro dirigente en un intervalo lúcido que advirtiese a Núñez Feijóo de los riesgos de que toda esta batalla judicial redundase en un grave desprestigio de las instituciones democráticas. «No es bueno que el Tribunal Constitucional se entrometa en un proceso legislativo en marcha», le diría. «Da igual –le contestarían a este aguafiestas–. Lo importante ahora es llegar a La Moncloa, cueste lo que cueste. Al día siguiente empezaremos a devolverle el prestigio a las instituciones. Al día siguiente, volveremos a convencer a los ciudadanos de que España va bien. Ya lo hemos hecho antes. Y lo volveremos a hacer».
No quiero amargar la celebración de los que consideran que las resoluciones del Tribunal Constitucional han sido una victoria indiscutible de Núñez Feijóo y de su equipo. Sin embargo, no tengo más remedio que avisar de algunas consecuencias de esta batalla judicial que, seguramente, se apreciarán dentro de algunos meses.
1. Hasta ahora, los españoles se dividían entre los de izquierdas y los de derechas. Sin embargo, la batalla judicial ha trazado una nueva línea divisoria entre dos mitades no exactamente coincidentes con las anteriores. Ahora, tras la intervención del Tribunal Constitucional, los españoles nos dividimos entre demócratas y no demócratas. En el primer grupo nos incluimos los que de verdad creímos en la Transición, los que el 23-F de 1981 dijimos que en España no había más futuro que la democracia, y que no se podía volver la mirada hacia atrás sin correr el riesgo de convertirse en estatua de sal. En suma, en este primer grupo nos incluimos los que en la Transición política hicimos el esfuerzo de efectuar una transición psicológica, y comprendimos y asumimos que había que vivir en paz y en libertad, respetando a nuestros adversarios políticos y sin partir nunca de la premisa de que teníamos siempre la razón. Por el contrario, en el otro grupo se incluyen los que nunca han terminado de creer en la democracia; los que han aceptado la democracia como algo accidental e impuesto, a lo que provisionalmente hay que aparentar que se acepta. No tan solo se incluyen aquí los 'lampedusistas', los partidarios de que algo cambie para que todo siga igual, sino también personas que no consideran legítimo ningún poder si no lo ostentan ellos; y que, en consecuencia, consideran legítimo cualquier medio para llegar al poder, aunque esto suponga poner en riesgo la convivencia y la paz. Son personas, en fin, que se han camuflado en la Transición política, pero que nunca han intentado la transición psicológica, sino que siguen ancladas en una concepción patrimonial del poder. La democracia y la libertad no les ha calado, como el agua del río no cala en los guijarros.
Es probable que el PP se convenza de que se le ha hecho un flaco servicio a la democracia española
La decisión del Tribunal Constitucional está empujando a muchas personas de derechas al grupo de los demócratas.
2. En segundo lugar, la batalla judicial diseñada y ejecutada por el PP ha logrado catalizar y agrupar el voto de la izquierda. Los errores de Pedro Sánchez habían sembrado muchas dudas en su electorado. El PSOE estaba perdiendo votos. Pues bien, la estrategia judicial de Feijóo ha acabado con todas estas dudas. Hasta ahora, la renovación del CGPJ no inquietaba a mucha gente. Se consideraba que era cosa de los políticos. Pero los extremos a los que hemos llegado esta semana han cambiado las cosas. La crisis institucional ha generado preocupación colectiva sobre el futuro. Desde las filas del PP se dice: «O este Gobierno, o España», emulando lo que ya había dicho Isabel Díaz Ayuso («o Pedro Sánchez, o España»). En la izquierda, y entre los demócratas, sin embargo, las disyuntivas se han simplificado esta semana. Visto lo ocurrido, muchas personas piensan que este Gobierno, pese a sus errores, es demócrata. Y así, muchos que antes dudaban, ahora están dispuestos a cerrar filas con Pedro Sánchez. Como una salvaguarda, como un mal menor.
3. Y, en fin, lo ocurrido carga de razón al Gobierno y le legitima para abordar con carácter urgente las medidas necesarias para acabar de una vez con las mayorías de bloqueo. Quizás, a partir de este momento, ya se considerará lícito, por no quedar otro remedio, que sea suficiente la mayoría absoluta para renovar el CGPJ.
Es probable que, dentro de unos meses, el PP se convenza de que con esta estrategia judicial, diseñada y ejecutada por Feijóo, se le ha hecho un flaco servicio a la democracia española. Y que, lo que parecía una victoria política indiscutible, no era realmente tal. Lo malo es que, cuando dentro de unos meses las urnas reflejen un estado de ánimo de la opinión pública, el PP ya no tendrá tiempo para cambiar de dirigentes.
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